Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Columna de opinión:

Cabrón, chispa y casual

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Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
La ONU a la guillotina: ¿“que le corten la cabeza”?

La ONU a la guillotina: ¿“que le corten la cabeza”?

onuEs evidente que los discursos de los líderes políticos del mundo ante la 80.ª Asamblea de la ONU, que inició esta semana en Manhattan, dejaron sinsabores. Fueron muy criticados y condenados en redes sociales.

Para algunos, fueron “un chorrero” de palabras vacías enmarcadas en una inagotable verborrea estratégica y retórica; para otros, no hicieron más que condenar sin resolver nada.

Eso sí: todos los mandatarios giran en torno a su propio eje egocentrista y narcisista, bajo expresiones tibias que “suenan bien”, pero no conectan con nadie. Más bien parecen diseñadas con la única intención de convertirse en titulares viralizados.

Pero a la que sí dejaron sin cabeza, como a María Antonieta, fue a la ONU: todos le cayeron como zopilotes. ¿Será que la Reina de Corazones de Alicia en el país de las maravillas tenía razón? ¿Será hora de “que le corten la cabeza”?

Comencemos con la frase “sufrimiento humano implacable”, usada por el secretario António Guterres. Desde que tengo memoria, el mundo vive entre focos de crisis humanitarias continuas, donde la violencia es sistemática de parte y parte; el desplazamiento es forzado por culpa del terrorismo y el narcotráfico, y las consecuencias son las mismas: hambre, falta de agua y de atención médica, personas retenidas en contra de su voluntad… caos.

El problema es que a un funcionario de turno como el secretario de la ONU no le corresponde condenar a la humanidad a que sufrirá de por vida. En vez de actuar, sugiere que el dolor y la penuria nunca se detendrán ni se suavizarán. Pareciera que el sufrimiento continuará sin ceder, sin piedad, sin tregua. Pero él debería estar liderando un plan de acción, no una diplomacia sosa.

Guterres ha sido el peor secretario que ha tenido la ONU desde su fundación. Nunca habíamos visto a esta organización tan pobre, tan inadecuada, tan impotente, tan mediocre.

Sus discursos parecen pensados para amas de casa que ven telenovelas, no para quienes realmente toman decisiones. Este señor es una burla: lo peor que le ha pasado a la ONU. No ha logrado ninguna acción, ni a favor ni en contra de nada. Está “nadando de muertito”, como los cocodrilos que apenas sacan los ojos del agua. Seguramente se siente cómodo con su inmunidad diplomática y su sueldo. Habrá que ver, cuando se vaya, si no queda algún conjuro de corrupción por ahí.

Es difícil creer que en un organismo creado hace 80 años para prevenir conflictos, mantener la paz, supervisar acuerdos y brindar ayuda humanitaria para TODAS las partes involucradas, exista una brecha tan abismal entre palabra y acción, promesas y hechos. Sus declaraciones suenan más a eco vacío que a compromiso real, medible y tangible.

Por otro lado, estuvo el discurso de Trump, en el que se quejó del “triple sabotaje tecnológico” que sufrió por culpa de la ONU: la escalera mecánica a medio funcionar, el teleprompter dañado y el sonido… ni hablar.

Sin embargo, vale la pena profundizar en algo que mencionó y que tiene razón: “la ONU ni siquiera se acerca a su potencial”. Es una organización ineficaz, que no actúa y está llena de palabras vacías que “no resuelven guerras”. Trump asegura haber resuelto “siete guerras” en sus mandatos: Israel-Irán, Egipto-Etiopía, India-Pakistán, Serbia-Kosovo, Congo-Ruanda, Armenia-Azerbaiyán y Camboya-Tailandia. Aunque, para ser justos, en la mayoría de estos casos más bien medió, apoyó esfuerzos de paz y facilitó altos al fuego. Resolver conflictos como tal, no. Y si acaso lo hizo, fueron resoluciones incompletas.

Es curioso, pero todos los líderes —de izquierda y derecha, del norte y del sur— exigen justicia, derecho internacional y paz, ahí de pie, detrás del podio blindado por su “diplomacia”.

Nada de acciones reales: que la resolución, que el financiamiento, que la masacre, que las sanciones… pero nada cambia. Siguen retenidos 59 israelíes tras dos años de cautiverio, entre vivos y muertos, y ni sus cuerpos han sido regresados a sus familias por parte de Hamás. La crisis en Gaza continúa siendo crítica: la ONU condena, pero no detiene; declara, pero no actúa; dice “prestar asistencia humanitaria”, pero no protege a los civiles ni garantiza acceso seguro, por más obstáculos que Hamás imponga en la zona.

También me pregunto: ¿qué tanto de lo que dicen en las asambleas de la ONU va dirigido al público doméstico y cuánto al diplomático? ¿O van solo detrás de la foto, el reel viral, el tuit, el meme, el hashtag? Porque la duración del discurso del líder de turno parece directamente proporcional a las acciones tibias de la ONU frente al “sufrimiento humano implacable” del que habla Guterres.

Zelenski, de Ucrania, también se pronunció. Insiste en que la ONU no tiene capacidad de frenar una guerra (algo en lo que coincide con Trump) y que sigue sin recibir garantías de seguridad: Rusia lo sigue atacando y no tiene planes de detenerse. Más allá del apoyo de EE. UU., Ucrania no ha recibido una acción colectiva liderada por la ONU. La comunidad internacional sigue sin condenar a Rusia.

Este punto me recuerda a Fernando Cvitanic, docente de relaciones internacionales y democracia chileno. Siempre dice en sus clases: “Que hablen bien o mal, pero que hablen de ti”.

Otro personaje muy cuestionado fue Gustavo Petro, de Colombia. Condenó los ataques militares de EE. UU. a lanchas venezolanas repletas de droga del Cartel de Aragua (pues aseguró que quienes iban allí eran migrantes pobres, no narcotraficantes); comparó las acciones de Trump con el nazismo y propuso crear una fuerza armada para proteger al pueblo palestino ante el “genocidio”.

A propósito, ni el rey de España se atrevió a usar esa palabra en su discurso. Para mí fue el mejor, porque se quedó callado: no había nada que decir ante tantas tonterías como las de Guterres. Por eso insisto en que debería renunciar.

Volviendo a Petro, lo que hizo fue aprovechar el spotlight para dar clases de ética y moral con un megáfono a la ONU, que habla mucho de justicia y derechos humanos, pero todos saben que solo mueve la boca como un muñeco ventrílocuo.

Y aquí viene la lección del profesor Cvitanic para todos esos artífices del teatro que son estas asambleas: que hablen bien o mal, pero que hablen de ellos, de sus discursos y de una organización que ya ni recuerda para qué fue creada.

Mientras tanto, según el Global Peace Index, actualmente existen 59 conflictos armados activos en el mundo, entre guerras interestatales y enfrentamientos internos. ¿Adivinen cuántos ha podido solucionar la ONU? Cero.

¿Y si mejor “le cortan la cabeza” y le sale una nueva, a ver si con esa empieza a pensar?

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