
Un nuevo ancestro humano descubierto en Hubei, China, vuelve a sacudir el árbol genealógico de la humanidad, y de paso nos deja con otra crisis existencial…
¿Recuerdan a Shanidar Z, la mujer neandertal de unos cuarenta y cinco años que vivió hace 75,000 años y que los paleoartistas holandeses resucitaron en 3D para hacer un documental Secrets of the Neanderthals, en Netflix? Ella descansaba en una cueva en Kurdistán…
Bueno, ahora la ciencia vuelve a la arqueología con otro cráneo, el de Yunxian 2, aplastado, fragmentado y con un millón de años encima. Fue hallado en la orilla de un río en la zona de Yunxian, ciudad de Shiyan. Afortunadamente la inteligencia artificial y los modelos 3D entraron “al rescate” para ponerle rostro al antepasado que no sabíamos que teníamos.
Pero ojo: lo verdaderamente interesante no es la reconstrucción ni el hype científico, sino la revelación de que el hombre neandertal podría no ser nuestro pariente más cercano. Resulta que nuestra sangre parece venir de una rama más antigua y misteriosa, la de los los denisovanos: una población prehistórica con nombre de saga de Jurasic World (Homo Denisovanus: The Lost Wold)
Según The New York Times y BBC Mundo, estos llamados “hombres dragón” —por su nombre científico Homo longi (“longi” significa dragón en chino)— habitaron desde Siberia hasta el sudeste asiático y la meseta tibetana.
Primero, los científicos pensaron que eran una especie distinta, pero el ADN y las dimensiones de su cráneo imponente confirmaron que se trataba de un primo muy lejano… y bastante robusto. Mandíbulas gigantes, molares de industrial y un linaje que sobrevivió cruzándose con neandertales. De hecho, los parientes más cercanos a los “hombres dragón” viven hoy en Oceanía y partes de Asia. Así que, si tienes si tienes una amiga o amigo que tenga la mandíbula salida o prognata, pondría ser sobrina o nieto del Homo Longi.

El gran hallazgo es que hace un millón de años nuestros antepasados ya se habían dividido en grupos distintos. En otras palabras, evolucionamos antes y de manera más compleja de lo que creíamos. Sí, increíble: nuestra especie coexistió, se mezcló y sobrevivió hace miles de años.
Lo que pasa es que cada vez que la ciencia reescribe la historia, nosotros seguimos sin saber realmente quiénes somos. No porque falten fósiles, sino porque nos sobra ego. Hoy, cada cráneo digitalmente reconstruido se convierte en tendencia, algo así como “un fósil influencer”, un “descubrimiento espectacular” que consumimos con la misma emoción que un tráiler de Marvel. Convertimos la ciencia en infotainment.
Creo que la famosa “crisis de identidad” humana no es científica, es cultural. Hemos reemplazado la búsqueda de sentido por la búsqueda de contenido.
Y aun así, entre tanto ruido, estos descubrimientos logran algo valioso: nos obligan a mirarnos con humildad. Si los neandertales y los denisovanos coexistieron, se cruzaron y sobrevivieron unos gracias a otros, quizá el verdadero mensaje del cráneo Yunxian 2 no esté en su ADN, sino en su lección: que la humanidad no se mide por su evolución, sino por su empatía.
Así que ya sabes: si hoy, alguien te dice que pareces un cavernícola, puedes corregirlo con propiedad científica —“disculpa, soy denisovano, gracias”—.

