Por: Sandra Fernández, sommelier independiente mexicana, maestra tequilera, Certified Wine Professional, Certified Wine Educator y Certified Specialist in Spirits. IG sandra_vinos
Las conversaciones que se están llevando a cabo sobre el cambio climático y el calentamiento global son, además de importantes, obligadas en la industria vitivinícola.
Tanto así, que la OIV (Organización Internacional de la Viña y el Vino) confiesa que estas nuevas condiciones, son el mayor desafío al que se enfrenta la industria. Recordemos que la vid se cultiva en zonas vulnerables, y que muchas de ellas, están siendo afectadas por estos fenómenos.
En la Unión Europea, por ejemplo, la producción de vino disminuyó un 10 por ciento en 2023. Es el segundo volumen de vino más bajo, registrado desde principios de siglo.
Agua: un factor crucial en la vitivinicultura

Pero, ¿a qué se debe este descenso? En algunos países europeos, una primavera lluviosa provocó moho, inundaciones y daños y pérdidas en los viñedos. En otros, especialmente los del sur de Europa, sufrieron una grave emergencia por una sequía prolongada. Por su parte, otras regiones italianas, sufrieron destrucción de los viñedos por culpa del granizo.
Y es que agua es un factor crucial en la vitivinicultura, ya sea por exceso o por falta de esta (sequías). Definitivamente parece ser el talón de Aquiles.
La caída en la producción del vino en Europa, también viene acompañada de que su consumo está en el nivel más bajo desde 1996.
Algunos de los motivos son: aumento de precios provocados por la inflación, agotamiento de la cadena de suministro agotada y fuerte caída del consumo de vino en China debido a la desaceleración económica, y a su propia producción versus importaciones.
Otro factor es que las nuevas generaciones no están bebiendo alcohol y promueven un estilo de vida vegano y consciente en cuanto a su salud. Un menor consumo, aunado a las provocaciones por el cambio climático, nos llevan a tener una conversación «seria» sobre el futuro de la producción de bebidas alcohólicas en general.
Regresemos al tema del cambio climático, y a las prácticas que se están llevando a cabo para contrarrestar los efectos del cambio climático.
Regreso de uvas autóctonas

La primera práctica es el regreso de uvas autóctonas olvidadas. Se trata de rescatar uvas indígenas, que pareciera que están codificadas para adaptarse, de una manera más natural, a su región. Esta aceptación de incluir más variedad de uvas «no tradicionales», por parte de Denominaciones de Origen estrictas, permiten que haya mayor resistencia al cambio climático, y por lo tanto, subsistencia de las regiones. De hecho, una de estas uvas que tenemos que tener en la mira es la Touriga Nacional portuguesa.
Asimismo, un factor para tener en cuenta es que las vides pre-phylloxera, han demostrado de forma constante su resistencia y permanencia. Cuales?
Prácticas de viñedo más eco-sustentables
Realizar prácticas de viñedo más eco-sustentables, permiten que no se pierda el sentido de terroir, es decir, la pertenencia, y que el vino sea capaz de reflejar su sitio especifico de elaboración.
Cambio en la orientación de las vides
El cambio en la orientación de las vides, permite que sufran menos insolación. También evita sobre maduración en la uva, por lo tanto falta de acidez y elegancia en copa.
Prácticas de altura

Usar la altura a favor, es decir, buscar viñedos de altura, o empezar a mover viñedos a más altitud, es otra de las prácticas que contribuyen a contrarrestar los efectos del cambio climático. Gracias a estas acciones, la fruta resultante no perderá acidez, a cambio de recibir sol y luz, pero no insolación.
Por ejemplo, Bodegas Antídoto, ubicadas en la Ribera Soriana, en España, cultivan en los montes, a 1100 metros sobre el nivel del mar. Asimismo, administran uvas autóctonas de la Ribera del Duero como Albillo, a más de 50 viticultores parcelarios,
Otra bodega de altura es Castell de Enkus, en los Pirineos Catalanes, específicamente en Pallars Jussá, en Lérida, Cataluña. Sus prácticas de altura, son apoyadas por fermentaciones espontáneas, uso de lagares antiguos, convirtiendo sus vinos en reflejo de un paraje.
Afortunadamente, muchas bodegas reflejan estas prácticas mencionadas anteriormente, comenzando por las que agrupan Grandes Pagos de España. Allí encontramos viñedos de uvas autóctonas como Bobal, Meseguera, Sumoll y Pairal, entre otras.
Asimismo, otras bodegas realizan prácticas orgánicas y ecológicas, como Alonso del Yerro, Finca Montepedroso y Belondrade, entre otras. También hay otras bodegas biodinámicas, como Gramona. Todas ostentan una trayectoria impecable por ser muestra y maestro. Su reto es reflejar el paraje, sin perder autenticidad, mediante el uso de prácticas modernas sin perder la tradición.