Nutrirse no es solo una necesidad biológica, es una forma de habitar el cuerpo con conciencia. En tiempos de exceso, prisas y decisiones automáticas, comprender qué es la nutrición es volver al origen: a lo que el cuerpo necesita, a lo que la tierra ofrece, a lo que elegimos cada día sin darnos cuenta.
Créditos: FAO, Larousse de la Dietética y la Nutrición, El mono obeso
Hablar de alimentación está en boca de todos. Las redes sociales e influencers nos bombardean con tips “saludables” a diario. Pero un momento: ¡detente! Urge entender realmente qué es la nutrición, porque cada día estamos más desconectados de las verdaderas necesidades de nuestro cuerpo, entre modas pasajeras y etiquetas que prometen salud, belleza y longevidad.
¿Crees que cuidarte es elegir productos “light”, “orgánicos”, “sin gluten” o “plant-based”? ¿Qué hay más allá de los slogans y las calorías?
La nutrición, entendida desde una mirada crítica e integral, es el punto de partida para una alimentación consciente, sostenible y genuinamente saludable.
Mucho más que comer: la nutrición como proceso integral
Para empezar, es fundamental diferenciar alimentarse de nutrirse. Alimentarse se refiere al acto mecánico de ingerir alimentos, mientras que la nutrición —como bien define la nutrióloga española Gemma Salvador Castell en el Larousse de la Dietética y la Nutrición (2001)— es “el conjunto de procesos en los que el organismo recibe, transforma e incorpora las sustancias contenidas en los alimentos que ingerimos”.
Lo que elegimos comer influye directamente en nuestra salud física, mental y emocional. Hablar de nutrición es hablar también de hábitos, de decisiones cotidianas, de educación alimentaria y de contexto social.
Elegir lo que comemos
Cada vez que vamos al supermercado, nos enfrentamos a un mar de decisiones: ¿llevar fruta fresca, congelada o jugo envasado? ¿Vegetales orgánicos o los que están en promoción? ¿Pan integral real o uno disfrazado con maltodextrinas?
Lo que parecen decisiones simples están, en realidad, cargadas de información… y de desinformación.
¿Qué hacer? La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) nos recuerda que una nutrición adecuada comienza en el momento en que decidimos qué productos llevar a casa. Es decir, el proceso de nutrirse no empieza en la cocina ni en el plato, sino en la compra: en cómo nos relacionamos con el sistema alimentario y qué tanto nos involucramos con lo que consumimos.
Nutrirnos bien implica mirar más allá del contenido nutricional. Significa elegir productos éticos y responsables, que no solo alimenten nuestro cuerpo, sino que respeten el entorno, la biodiversidad y a quienes los producen. De ahí la importancia de consumir productos locales, que garanticen trazabilidad y compromiso social.
Dato curioso: ¿somos lo que comemos… o lo que comieron nuestros ancestros?
El médico español José Enrique Campillo, en su libro El mono obeso, va un paso más allá del conocido refrán “somos lo que comemos”. Él plantea que también somos el resultado de lo que comieron nuestros antepasados. Nuestra biología es el producto de millones de años de evolución, adaptada a una dieta basada en alimentos naturales: raíces, hojas, frutas, insectos, semillas y, eventualmente, proteína animal.
Durante siglos, nuestros ancestros comieron sin etiquetas, sin aditivos ni procesos industriales. Su alimentación los mantenía activos, delgados y con sistemas inmunológicos fuertes. Hoy, en cambio, estamos rodeados de comida artificial, con acceso inmediato a calorías vacías y un entorno que nos empuja a movernos menos y comer más. Un caso clásico de desequilibrio.
El equilibrio nutricional: una necesidad olvidada
Cuando nos preguntamos qué es la nutrición, es imposible no hablar de equilibrio. Porque nutrirse no se trata de eliminar grupos de alimentos ni de contar calorías como si fuéramos máquinas: se trata de encontrar un balance entre lo que necesitamos y lo que el entorno puede ofrecernos de forma saludable.
Nuestros antepasados no hacían “dietas”, comían lo que la tierra les daba: carbohidratos complejos en raíces y tallos; grasas buenas en semillas y frutos secos; proteínas en insectos y animales de caza; y una amplia variedad de micronutrientes en frutas, vegetales, hierbas y minerales absorbidos directamente del suelo.
Esa lógica sigue teniendo todo el sentido. Cuanto más natural es lo que comemos, más armónica es nuestra relación con el cuerpo. Pero cuidado: hoy confundimos lo accesible con lo adecuado, y muchas veces, lo más barato y fácil está diseñado para satisfacer antojos, no necesidades reales.
Nutrición responsable: una decisión ética
Hablar de nutrición en pleno siglo XXI es también hablar de medio ambiente, justicia alimentaria y sostenibilidad. La forma en que se cultivan, procesan, transportan y comercializan nuestros alimentos tiene consecuencias directas sobre el planeta, el cambio climático y la economía local.
Nutrirnos con conciencia también significa elegir productos de temporada, apoyar a agricultores locales, reducir el desperdicio de alimentos y optar por opciones con menor huella ecológica.
Debemos asumir que el impacto de nuestra alimentación no termina en nuestro cuerpo: se extiende a toda la red que la hace posible. Comer bien, entonces, también es aceptar que, al alimentarnos, participamos activamente en decisiones que afectan a otras personas, al entorno y a generaciones futuras.
Alimentación consciente: reconectar con lo esencial
¿Te has sentado a comer sin mirar el celular? ¿Has sentido realmente el sabor, aroma y textura de los alimentos que llevas a la boca? Comer con conciencia es, hoy, un acto transformador.
La alimentación consciente —o mindful eating— propone reconectar con el momento presente, comer sin prisa, elegir con criterio, agradecer el alimento y reconocer cómo se siente en el cuerpo. No se trata de ritualizar cada bocado, sino de salir del piloto automático en el que muchas veces vivimos.
Es una invitación a dejar de demonizar ingredientes y, en cambio, reconectar con el placer, la saciedad y las señales que el cuerpo naturalmente emite. Esta práctica, simple pero poderosa, ayuda a prevenir trastornos alimentarios, mejora la digestión y fortalece nuestra relación con la comida.
En resumen: nutrirse es un acto de amor (y de poder). Va mucho más allá de seguir modas o de perseguir la perfección, es una herramienta para vivir mejor. Así que cuando tomas el control de tu alimentación, cuestionas lo que consumes y asumes un rol activo frente a tu salud y tu entorno, comienza el cambio real.
Ahora que sabes más sobre el verdadero significado de nutrirse, será más fácil comprender tus propias necesidades, revisar tus hábitos y comprometerte con una forma de alimentarte que no solo te beneficie a ti, sino también al mundo que habitas.