Todos lo hemos vivido alguna vez: conoces a alguien que te atrae, todo parece ir bien y, de pronto, algo cambia. Un gesto, un hábito o incluso una frase pueden hacer que la atracción se desvanezca en cuestión de segundos. Puede ser que mastique con la boca abierta, que use gafas de sol en interiores o que aplauda cuando aterriza un avión. De repente, lo que antes parecía encantador ahora te resulta insoportable. Ese sentimiento repentino tiene nombre: “the ick” o, en español, “el asco”.
El término se ha popularizado en redes sociales y programas de citas, pero lo que describe es real y complejo. No se trata simplemente de “dejar de gustar” a alguien, sino de una reacción visceral, automática y difícil de controlar. Según Naomi Bernstein, psicóloga clínica y copresentadora del pódcast Oversharing, “el asco se siente como un apagón aleatorio y repentino. Es más una reacción corporal que un pensamiento racional”.
¿Por qué aparece “el asco”?
Las raíces del “the ick” pueden ser diversas. No siempre se trata de un solo motivo, sino de una combinación de factores biológicos, emocionales y psicológicos:
- Factores evolutivos: A lo largo de la historia, los seres humanos hemos desarrollado mecanismos instintivos para protegernos de situaciones o personas que puedan poner en riesgo nuestra supervivencia. Rasgos que asociamos inconscientemente con mala salud, baja higiene o debilidad pueden provocar rechazo. Por ejemplo, algo tan trivial como unos labios agrietados puede activar una alarma inconsciente sobre “mala salud” o “falta de cuidado”.
- Ansiedad o miedo a la intimidad: El asco también puede ser un mecanismo de defensa emocional. La psicóloga Phoebe Shepherd explica que algunas personas sienten “el ick” justo cuando una relación se está volviendo más cercana. Es su manera inconsciente de evitar la vulnerabilidad o el miedo a ser lastimadas.
- Proyección de inseguridades: A veces lo que nos molesta en el otro refleja algo que no nos gusta de nosotros mismos. Si tu cita muestra demasiada emoción y eso te avergüenza, quizá sea porque temes ser visto como “demasiado emocional”. En ese sentido, el asco podría ser una proyección de nuestras propias inseguridades.
- Química y feromonas: No todo tiene una explicación psicológica profunda. La atracción física está mediada por la biología y, en ocasiones, simplemente “la química no cuaja”. Las feromonas y los olores corporales pueden jugar un papel importante en el deseo (o en su ausencia).
¿Es un dealbreaker o puede superarse?
La gran pregunta es: ¿significa el “the ick” que tu relación está condenada? La respuesta corta es no necesariamente. Los terapeutas señalan que este sentimiento puede ser pasajero y que, en muchos casos, vale la pena esperar antes de tomar decisiones drásticas.
El terapeuta Todd Baratz, autor del libro Cómo amar a alguien sin perder la cabeza, explica que el asco puede ser simplemente una señal de alerta, no un veredicto final. “A veces una persona se siente tan apagada que no hay forma de salvar lo que pudo haber sido. Pero otras veces se trata de un hábito menor que eclipsa lo positivo”, comenta.
La clave está en distinguir si el asco proviene de un valor fundamental violado o de un hábito o detalle menor. Por ejemplo:
- Si tu pareja maltrata a los demás, miente o tiene conductas que atentan contra tus valores, el “ick” es probablemente una señal válida de que algo no está bien.
- Si se trata de hábitos como comer con la boca abierta, interrumpir constantemente o tener un estilo de vestir que no te convence, quizá puedas hablarlo o darle más tiempo.
Cómo manejarlo
- Date espacio: No tomes decisiones en caliente. El asco es una emoción intensa, pero como cualquier emoción, puede disminuir con el tiempo.
- Reflexiona: Pregúntate si lo que te molesta es realmente grave o si estás magnificando un detalle menor.
- Observa el contexto: ¿Te ha pasado lo mismo en relaciones anteriores, justo cuando empezaban a ponerse serias? Si es un patrón, podría estar relacionado con miedo a la intimidad.
- Comunica con honestidad: Si lo que te molesta es un hábito corregible, puedes abordarlo de forma respetuosa. Por ejemplo: “Oye, me distrae un poco cuando masticas muy fuerte, ¿podemos bajarle un poco al ritmo?”.
- Evalúa el conjunto: Piensa en la relación de forma global. Si la balanza de lo positivo y lo negativo se inclina claramente hacia el disfrute, tal vez vale la pena seguir explorando.
Una señal, no una sentencia
Giulia Zoppolat, psicóloga social de la Universidad de Ámsterdam, señala que sentir ambivalencia hacia una pareja no es inusual. De hecho, puede motivarnos a reflexionar sobre lo que queremos y a trabajar en la relación. “El asco es una señal de que algo necesita atención, pero no necesariamente significa que la relación esté condenada”, afirma.
Es cierto que la atracción sube y baja, y que nadie es perfecto. Idealizar a la otra persona puede ser tan peligroso como rechazarla por un solo defecto. Antes de terminar algo que tiene potencial, conviene preguntarse: ¿realmente esto va en contra de mis valores y necesidades? ¿O es un detalle que podría pasar a segundo plano con el tiempo?
“El asco” es real y universal. A veces es un saboteador emocional; otras, un sistema de alerta que te protege. La diferencia está en aprender a leerlo. Si te encuentras sintiéndolo, no entres en pánico. Observa, reflexiona y decide desde la calma.
Y tú, ¿alguna vez has sentido “el asco”? ¿Qué lo detonó? Tal vez fue un hábito trivial o un comportamiento que rompía con todo lo que valoras. Lo importante es recordar que este sentimiento no es necesariamente el final de la historia: a veces solo es el principio de conocerte mejor a ti mismo y lo que buscas en una relación.
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