Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Columna de opinión:

Cabrón, chispa y casual

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Por: Eddy Warman
El hombre y la mujer nuclear sí van a existir

El hombre y la mujer nuclear sí van a existir

Crédito: MIT Research

The Retinal Implant Project. Crédito: MIT.edu.

A ver si les suena familiar el nombre de Steve Austin: era un astronauta que sufrió un accidente y le implantaron prótesis biónicas en un brazo, ambas piernas y un ojo… ¡Steve era The Six Million Dollar Man (en inglés) o El Hombre Nuclear, el protagonista de la famosa serie de los años setenta!

El ojo biónico de Steve tenía un zoom —una especie de teleobjetivo— que le permitía ver objetos a kilómetros de distancia. Además, contaba con visión nocturna para misiones secretas, podía detectar detalles minúsculos, movimientos sutiles, leer textos invisibles al ojo humano y percibir fuentes de calor. Todo eso sumado a sus piernas “hiperrápidas” y su brazo superpoderoso con el que derribaba enemigos en cada episodio.

En los años ochenta apareció su contraparte: La Mujer Biónica, una tenista llamada Jaime Sommers que, tras un accidente de paracaidismo, fue convertida en agente secreta cibernética. Un equipo de científicos de la Oficina de Inteligencia Científica le salvó la vida implantándole el oído derecho, el brazo derecho y ambas piernas. Jaime podía escuchar conversaciones a larga distancia (se sabía los chismes de todos), corría más rápido que un auto, rompía puertas y levantaba coches. No tenía ojo biónico, pero sí tenía un romance con Steve: eran la pareja biónica.

Todo esto para contarles que hoy, todas aquellas mujeres y hombres que padecen algún tipo de ceguera provocada por enfermedades degenerativas asociadas a la edad o a la retinitis pigmentosa, pronto podrán contar con ojos biónicos que restauren parte de su visión.

Por un lado, les cuento que mi mamá casi no ve porque tuvo glaucoma en los dos ojos; solo veía sombras y desde hace más de 10 años teníamos que ayudarle a caminar y conducirla por todas partes; sin embargo, un doctor le implantó unos lentes intraoculares que lastimosamente no le sirvieron de nada, porque hasta el momento no hay  prevención ni cura para el glaucoma. Y por otro lado, tengo una amiga cuyo padre perdió la visión del ojo derecho por un glaucoma mal tratado, y todos los días se golpea con las paredes, se hace unos morados terribles en las manos y brazos, y se cae en la calle porque no ve los bordes de las banquetas…

Por personas como mi mamá y como él, me emociona que esta famosa «interfaz hombre-máquina» de nuestras series de televisión se esté convirtiendo en realidad. Y lo mejor: que pueda ayudarles a estos pacientes con ceguera parcial.

Un equipo conformado por médicos, ingenieros y profesores del Boston Retinal Implant Project, que lleva más de 20 años trabajándole duro al tema, desarrolló un implante ocular biónico del tamaño de una goma de lápiz, capaz de transmitir señales visuales al cerebro mediante un conector tan delgado como una hebra de cabello.

A diferencia del dispositivo de Steve Austin, que iba dentro del ojo, este se colocará principalmente en el exterior. Es resistente a la corrosión, duradero, y está cada vez más cerca de ser aprobado para ensayos en humanos —si la FDA no lo frena, claro (porque últimamente andan echando para atrás varios avances científicos en EE. UU.).

Los pacientes que accedan a esta tecnología podrán detectar formas, obstáculos y movimientos. Serán más autónomos y mejorarán su calidad de vida. ¡Qué maravilla! Imagina poder desplazarse con más seguridad, reconocer objetos e incluso rostros… Si la tecnología sigue avanzando como hasta ahora, no es tan descabellado.

Este implante biónico es, en esencia, una prótesis retiniana con 16 pequeños puntos de estimulación que envían señales al cerebro. El chip no solo transmite información, sino que también la recibe, estableciendo una “conversación” entre el ojo biónico y el sistema externo que lo controla.

Además, registra las señales eléctricas que se envían a la retina y las transmite de forma inalámbrica, lo que permite monitorear en tiempo real cómo está funcionando.

Me emociona pensar que pronto veremos por la calle a muchos y muchas “Steve Austins” con sus dispositivos biónicos, caminando sin miedo a tropezar, con más confianza en cada paso, siendo testigos —y protagonistas— de esta nueva era de la tecnología implantable, que ya no tiene nada que envidiarle a las series de ciencia ficción de los años setenta y ochenta.

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