Crédito: The New York Times, World Population Review y CEIC Data
Suena apocalíptico pero llegará el día en que se nos acabe el petróleo, el carbón, el gas —todos combustibles fósiles—: por algo son recursos no renovables…
Pero eso ya no les importa ni les espanta a los chinos: ya están tomando la delantera en el uso de energías renovables. Ahora, sus ojos están puestos en las energías limpias.
Los chinos andan instalando paneles solares, turbinas eólicas, y construyendo fábricas de autos eléctricos y baterías en Brasil, Tailandia, Hungría y Marruecos. La carrera ha comenzado, y quizás sea una fuente de inspiración para que México se ponga las pilas, se alinee con China y ponga en marcha un programa de transición energética.
Y es que lo curioso del caso es que China, a pesar de ser un gran productor, es también el segundo mayor consumidor de petróleo del mundo y el mayor importador, lo que significa que su producción nacional no es suficiente para cubrir su alta demanda, lo cual lo hace vulnerable. Y siendo una potencia, pues debe asegurar su producción de energía a como dé lugar.
Puede que ocupemos el puesto 13.º a nivel mundial en producción petrolera, con alrededor de 1.7 millones de barriles diarios, según World Population Review; que produzcamos aproximadamente 2 336 millones de m³ de gas natural y estemos en el puesto 17.º; y que quedemos fuera del top 20 en producción de carbón, con apenas 5.5 millones de toneladas métricas, de acuerdo con CEIC Data. Pero tarde o temprano estos recursos se acabarán.
De ahí la importancia de que los países busquen su seguridad energética y no queden vulnerables ante guerras, conflictos internos, regionales y dictaduras —presentes, por cierto, en varios de los principales productores de combustibles fósiles: Estados Unidos, Rusia, Irán, Arabia Saudita…
Honestamente, es difícil depender de si los países productores «se levantan de malas» un día y deciden cortar los suministros… que igual, un día, también se les acabarán.
Mientras China instala paneles solares, otros coleccionan «dinosaurios energéticos»
Entonces, ¿qué queda? La energía del viento, del agua, de la luz del sol, del rayo…
Actualmente, China sigue utilizando mucho carbón para abastecer de energía a sus 1 420 millones de habitantes. Por eso están metiéndole toda la lana al crecimiento de las energías limpias, que en este 2025 viene imparable…
Para muestra, un botón: según The New York Times, en 2025 China destinó el 12 % de sus recursos a energía solar, 11 % a energía eólica y 15 % a hidroeléctrica.
Habría que darse un paseo por la campiña china para ver cómo funcionan sus paneles solares y turbinas eólicas, o andar por sus súper autopistas en coches eléctricos BYD, NIO, Xpeng, Li Auto, Geely, Ora, Aion…
Así que, mis queridos lectores: mientras en este 2025 China invierte y escala en la llamada industria verde, controla y domina las cadenas de suministro clave del futuro energético y de tecnología limpia; Estados Unidos toma el camino opuesto y “frena en primera”: ha recortado los incentivos destinados a la producción de energía renovable, como parte de las políticas recientes de la administración Trump.
Y aquí va el yin y el yang: China le apuesta a un mundo verde y sustentable; el gobierno de Trump, a continuar viviendo de combustibles fósiles… que ya están más mandados a recoger que los propios dinosaurios.
Una inmensa brecha se comienza a notar. China ya lleva la delantera como líder indiscutible del siglo XXI en esta área, mientras que Estados Unidos se va a volver obsoleto.
Y es que, si China lidera esta industria verde, liderará también la economía mundial a largo plazo. Ganará influencia exportando soluciones de energía limpia a otros países y hará más accesibles las tecnologías limpias —también llamadas cleantech o tecnologías sostenibles—: aquellas que contaminan menos el aire, el agua y el suelo; que reducen las emisiones de CO₂; que favorecen el reciclaje y la reutilización; y que son eficientes, sostenibles y responsables.
Sumados a los paneles solares y las turbinas eólicas que ya se utilizan en China, queda mucho por explorar: tecnologías de almacenamiento con baterías verdes, plantas energéticas que funcionen con el calor del subsuelo (magma), sistemas para purificar aguas residuales y hasta la construcción de edificios verdes autosustentables que provean energía a sus propios habitantes.
Sé que suena sacado de un libro de Julio Verne, pero el futuro está en la capacidad que tengamos los seres humanos de usar la fuerza de la naturaleza para producir energías limpias y tecnologías verdes.
¡Alabío, alabao, a la bim bom bao por China! Nos están enseñando cómo llevar a cabo esta transición energética, mientras que otros —como Estados Unidos— retroceden y dudan. Seguro, cuando vean que los chinos están reescribiendo las reglas, les dará FOMO (Fear Of Missing Out) y se subirán —tarde pero con prisa— a la onda verde.