Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Columna de opinión:

Cabrón, chispa y casual

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Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
¿Y si en lugar de fármacos y terapia… les encendieran el cerebro a los niños y niñas?

¿Y si en lugar de fármacos y terapia… les encendieran el cerebro a los niños y niñas?

Crédito: revista Cambio Colombia  y Tacanow.org

¿Cómo le explicas a tu hijo o hija —rechazado en la escuela y en todas partes— que no se preocupe, que todo va a salir bien si se toma todos los fármacos que le recetó el médico?

Es difícil hacerles entender a esos niños, adolescentes y jóvenes que padecen diversos trastornos —no solo del estado de ánimo como la depresión y la ansiedad, sino también neurobiológicos como el TDAH (antes llamado ADD), déficit de atención, impulsividad e hiperactividad— que “inundarlos” de medicamentos les va a ayudar a concentrarse para el examen…

¿Cómo trabajas con quienes tienen cambios de ánimo repentinos, no rinden en la escuela, a veces están enojados, otras andan “peleoneros”, o están simplemente deprimidos? ¿O con quienes no aprenden bajo los métodos tradicionales de educación y pedagogía? (Aquí hablo más del enfoque, no de la terapia.)

¿Cómo haces para que crean que el futuro va a mejorar, cuando parece que no va a hacerlo? ¿Cómo decirles que “van a estar bien” cuando los medicamentos no les ayudan en nada?

Recuerdo que de niño tenía TDAH (todavía lo tengo), dislexia e hiperactividad, sumado a una disautonomía vagal: un síndrome que altera el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y del nervio vago —ese que recorre gran parte del cuerpo, desde el cerebro hasta el abdomen— y que es el encargado de «calmar» al cuerpo cuando hay estrés.

Lo que me sigue sucediendo es que, en espacios cerrados, me empiezo a desesperar o se me baja la presión, a tal grado que puedo quedarme dormido… y claro, las maestras no lo entendían. Tenía que sentarme cerca de las ventanas y abrirlas a escondidas para que me entrara aire. Hasta la fecha, siempre busco lugares con buena ventilación —igual que mi hija y el 50 % de la población que sufre este tipo de disfunción.

Personalmente, prefiero a un niño que sea “un diablillo, como yo era”, que a uno “pasguato”, sin iniciativa, que de todas formas ni va a sacar buenas calificaciones ni va a hacer nada…

Lo maravilloso de todo este asunto es que, a partir de ahora, la vida de cientos de niños y adolescentes con trastorno mixto de ansiedad y depresión podría cambiar, gracias a una intervención cerebral sin precedentes realizada en Bogotá, Colombia, a una adolescente de 17 años llamada Lorena.

Lorena había intentado de todo durante una década: terapia psicológica tradicional, alternativa y espiritual; retiros; visitas a psiquiatras, chamanes y brujos; medicina natural… y, por supuesto, una montaña de fármacos. Su calidad de vida, su bienestar, sus relaciones interpersonales y su estabilidad emocional se deterioraban más y más con el paso del tiempo.

Entonces, se sometió a una intervención histórica: una novedosa estimulación cerebral profunda, conocida como DBS (Deep Brain Stimulation). Me parece asombroso que, gracias a los impulsos eléctricos de cuatro electrodos implantados con precisión en áreas específicas del cerebro de Lorena, se pudieran “encender” los estados de ánimo de una paciente con ansiedad y depresión.

El cerebro de Lorena estaba desequilibrado tanto eléctrica como químicamente, lo que afectaba su motivación, su iniciativa y, lo más importante: su felicidad. El doctor William Contreras, neurocirujano que lideró la intervención, explicó que lo que hizo fue “encender partes del cerebro de Lorena que, por más de una década, habían estado apagadas”. Increíble, pero cierto.

Por otro lado, ¡qué valentía la de Lorena! Permaneció seis horas despierta y consciente, mientras el equipo médico observaba en tiempo real cómo los estímulos eléctricos producían respuestas positivas en sus neuronas. Así, pudieron ajustar la intensidad de los impulsos en cada zona cerebral, de manera personalizada. La cirugía fue todo un éxito.

Finalmente, le implantaron un dispositivo que suministra impulsos eléctricos de forma continua a sus neuronas, y que ella puede recargar inalámbricamente desde la comodidad de su casa durante los próximos 25 años. Para entonces, probablemente ya existirá un procedimiento más moderno e innovador.

Por ahora, esta adolescente podrá disfrutar de una vida con menos ansiedad y depresión, ya que se prevé que sus síntomas se reduzcan en un 50 %. Ella dice que volvió a nacer, que volvió a conocerse…

Y yo tengo la esperanza de que muy pronto se comiencen a realizar procedimientos de estimulación cerebral profunda en pacientes con TDAH, déficit de atención, impulsividad e hiperactividad.

Estoy seguro de que los médicos e investigadores encontrarán la forma de estimular esas zonas del cerebro que tanto lo necesitan y que, como yo, no entienden por qué no pueden quedarse quietos, por qué interrumpen en exceso, les cuesta esperar turnos, actúan sin pensar o toman decisiones impulsivas.

Estoy convencido de que, además de educación y terapia cognitivo-conductual, muchos niños y niñas necesitan algo más que medicación.

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