¿Qué es la felicidad? ¿Bienestar? ¿Satisfacción? ¿Alegría? ¿Plenitud? ¿Realización? ¿Familia? ¿Amigos?
Solo sé que todos anhelamos ser felices, y vamos por la vida buscando la felicidad en el trabajo, en las relaciones, en el día a día, en nuestros bienes, a través de experiencias…
Estoy de acuerdo en que son pequeños estados de bienestar, de satisfacción; es esa plenitud que sentimos durante un periodo de tiempo, pero eso no significa que encontrarla sea fácil, al menos no a largo plazo.
Mientras que para mí la felicidad es la salud, tener a mi familia, a mis hijas, a mi nieto, mi trabajo, por supuesto; tengo amigos que se han pasado toda la vida buscando la felicidad, pero nada que la encuentran (se les esconde hasta debajo de las piedras); otros sienten miedo con solo pensar en serlo. De ahí que prefieren seguir preocupados, tristes y complicándose la vida antes que enfrentar “el riesgo de ser feliz”. Porque, aceptémoslo: para ser feliz hay que arriesgarse, tomar decisiones, escoger…
Lo que sucede es que últimamente la palabra “felicidad” se usa de manera excesiva; y me atrevo a decir que la voy a reemplazar por otra: eudaimonia, una palabra de la Antigua Grecia, utilizada por Platón y Aristóteles, que merece una difusión más amplia, ya que es menos limitada.
Eudaimonia es vivir bien; no es un estado mental ni una sensación de placer o satisfacción. Es, más bien, “el bien supremo del ser humano”: el único bien que es un fin en sí mismo y no un medio para alcanzar otro fin. ¿Demasiado filosófico? Vamos con un ejemplo.
¿Dónde vive realmente la felicidad?
Cada año, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (SDSN) publica el World Happiness Report, que establece el ranking de los países más felices del mundo, basado en encuestas de Gallup. Algunos de los factores que se tienen en cuenta son el PIB, la capacidad para reír, disfrutar, realizar actividades interesantes, la esperanza de vida saludable, el apoyo mutuo, la libertad para decidir, la generosidad, la percepción de corrupción, entre otros.
El ganador de este año fue Finlandia, seguido de Dinamarca, Islandia, Suecia y Países Bajos. A simple vista, parecería que entre más frío hace en el país, más felices son sus habitantes…
Por su parte, México ocupa el décimo lugar. Y para que se den una idea, el país menos feliz del mundo es Afganistán, que ocupa el puesto número 147; lo antecede Sierra Leona.
Tiene mucho sentido que Afganistán sea el país menos feliz del mundo: privan a sus habitantes de libertad de expresión, marginan a sus mujeres y la sociedad está subyugada a un régimen talibán inhumano.
En cuanto al caso de Finlandia y los países del norte de Europa, me hacen reflexionar si acaso la felicidad consiste en tenerlo todo: una excelente calidad de vida, bienestar, salud, la mejor educación, vivienda, tiempo de ocio, confianza en las instituciones públicas y privadas, ausencia de corrupción… Uno pensaría que, con todas las necesidades básicas satisfechas, con todos los bienes cubiertos, viviríamos felices, y atesoraríamos ese “bien supremo del ser humano” del que habla Aristóteles.
Pero el “país más feliz del mundo” continúa ocupando uno de los índices más altos de suicidio (14.57 por cada 100,000 habitantes), junto con los de consumo de alcohol y antidepresivos, de acuerdo con el Finnish Institute of Health and Welfare. Y eso que han logrado reducir esa cifra gracias a políticas de acceso limitado a armas de fuego y mejoras en la atención de la salud mental. Lo que me sorprende es que Lesoto, en África, sea el país con más suicidios en el mundo (87.5 por cada 100,000 habitantes), según la OMS; y me sorprende aún más descubrir que Antigua y Barbuda es el país donde menos personas se suicidan: 0.4 por cada 100,000 habitantes.
Lo anterior me hace pensar que quizá los antiguanos y barbudenses podrían ser los más felices del mundo. Su sociedad es cohesionada, cuentan con muchas redes de apoyo entre familia y amigos, y una fuerte ayuda comunitaria; tienen instituciones dedicadas a la atención mental e implementan programas que la promueven. Y lo más importante: viven tranquilos. Son considerados uno de los países más seguros del Caribe, rodeados de playas paradisíacas, escondidos en el mar Caribe, dentro de las Antillas Menores.
Particularmente, me hace feliz viajar, comer, ver un paisaje, una playa (aunque no me hace feliz el calor). Pero me haría más feliz aún tener un país exitoso, triunfante, educado, seguro y honesto; un país en donde no hubiera tanta corrupción.
Ahora que he estado tanto tiempo viajando, casi dos meses ya, y aunque podría venirme a vivir a Europa en cualquier momento, prefiero estar en México. Me gusta México, me gusta estar cerca de mis hijas; no podría irme a un lugar donde estuviera tan lejos de ellas.
Cada uno de nosotros tiene su propia eudaimonia, siempre buscamos la manera de “vivir bien”, cerca de la familia, de la gente que queremos, de tu pareja o de tus parejas, si tienes muchas; lo importante es estar con tus seres queridos.
En este tiempo que he estado viajando (parte solo y parte acompañado), y aunque tengo muchos amigos, me encuentro mejor en México. Creo que nos encontramos mejor en nuestro país de origen, cerca de la familia y la gente que quieres y que te quiere.
Así que, para mí, el bien supremo es estar con quienes queremos y con quien nos quiere; y preservar esos vínculos a toda costa.