Aunque crezcan bajo el mismo techo y compartan los mismos apellidos, cada hijo trae al mundo un código único e irrepetible. Reconocer su individualidad desde la raíz —sí, incluso desde su fecha y hora de nacimiento— puede ser la clave para educar con consciencia, sin comparar, sin etiquetar, y con una mirada más amorosa hacia lo que realmente son: almas distintas con misiones distintas.
Por: Sandra Castañeda, numeróloga profesional con una trayectoria de más de 25 años. Especialista en consultoría ontológica corporativa. Sígueme en: @sandraocastaneda en Instagram, Tik Tok y Facebook. www.sandracastaneda.com.mx WhatsApp: +52 55 30451612
En mi familia solo fuimos dos hijos, siendo yo la mayor. Mi hermano es cuatro años menor, pero, aun siendo hijos de los mismos papás, viviendo en la misma casa, practicando los mismos deportes, asistiendo al mismo colegio y teniendo la misma educación…¡éramos como el agua y el aceite! Desde pequeños nos marcaban profundas y notorias diferencias en nuestra forma de actuar, gustos, preferencias, etc.
Con el paso de los años, cuando la numerología llegó a mi vida y comencé mis estudios, encontré respuestas. Respuestas a comentarios que nos marcaron a ti, a mí, a nuestros padres, abuelos y seguramente a muchas generaciones anteriores.
Desde la infancia, ya sea por ignorancia o por costumbre, en casa o en centros de actividades —escuelas, clubes, talleres—, las personas se dirigen a los hermanos con frases como: “¿por qué no eres tan inteligente como tus hermanos mayores?”, “¡qué bueno que tú no eres como el latoso de tu hermano!”, “¡qué lástima que no sacaste la agilidad de tu hermana!”, “tan femenina la mayor… y tú”, “tu hermano tan ordenado… ¡y tú, todo mal hecho!”. La lista es larga, y según el tono, puede dejar huellas para toda la vida…
Hijos: educarlos desde la virtud y ver su alma antes que su comportamiento
Hoy, los papás modernos tienen a su alcance recursos y herramientas para romper con esa vieja narrativa que nos educó desde la comparación y la debilidad. Es tiempo de abrir paso a un nuevo enfoque: educar desde la virtud. ¿Y qué mejor regalo para nuestros hijos que respetar su individualidad?
Cuando nacemos, traemos un código único: fecha, hora y lugar de nacimiento, y nombre personal. Estos cuatro elementos son los que definen las grandes diferencias entre hermanos, incluso entre gemelos, trillizos o cuatrillizos. Aunque compartan un mismo código tántrico, cada uno lo trabajará a su manera.
La numerología nos muestra que todos los números tienen una parte contráctil y una parte positiva. Y es aquí donde, como padres, podemos observar cómo nuestros hijos se relacionan con esos números. Si lo hacen en equilibrio o si necesitan apoyo. Así, lo que parecía una debilidad puede convertirse en una virtud poderosa para toda la vida.
Esta es una invitación a que saquemos lo mejor de cada uno. Alimentemos su imaginación con actividades manuales, mantengámoslos activos, curiosos y sensibles a su entorno; enriquézcamolos con cultura y herramientas de virtud.
Porque no estamos criando solo mexicanos: estamos formando ciudadanos del mundo, y el horizonte está abierto para ellos, es de ellos. Y es que al final del día, no hay mayor acto de amor que mirar a cada hijo sin etiquetas, sin comparaciones, sin expectativas heredadas. Solo así podemos permitir que florezcan siendo exactamente quienes vinieron a ser. Porque cuando vemos su luz única, también sanamos la nuestra.
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