Nacieron dentro del crimen… pero eligieron otra historia. ¿Puede un hijo escapar del apellido que lo condena? Estos no siguieron el camino de sus padres. Y eso lo cambió todo.
Crédito: The New York Times, Chicago Tribune, CNN, NBC News, BBC Mundo, Vanity Fair, La Nación, El Tiempo y Clarín
Los padres de la mafia dejaron una herencia envenenada a sus hijos; y ellos eligieron no aceptarla y dedicarse a reconstruir esa historia de vida que querían dejarle al mundo.
Dice el refrán: “Hijo de tigre, pintito”. Sin embargo, muchos de los hijos de los grandes capos de la mafia y del crimen organizado a lo largo de la historia, como Al Capone, John Gotti —y los colombianos Pablo Escobar Gaviria y Gilberto Rodríguez Orejuela—, rompieron con el legado de sus padres.
A diferencia de sus ancestros, la historia de Albert Francis Capone, John A. Gotti, Juan Pablo Escobar y Fernando Rodríguez Mondragón no se escribió con sangre, sino con silencio. Porque, a lo largo de su vida, trataron de vivir en paz con un apellido que no eligieron.
Albert Francis Brown: eligió el silencio

Por ejemplo, para intentar llevar una vida anónima, Albert Francis Capone cambió su nombre original —que era Sonny— y usó el apellido de su madre: Brown. Mientras su padre fue brutal, callejero y construyó el peor imperio criminal de la historia de la mafia estadounidense en los años 20, Albert Francis se alejó del crimen: fue vendedor y siempre trabajó en negocios legítimos. De hecho, por más que hubiese querido heredar el emporio de su padre, sería casi imposible vivir bajo la sombra del apellido Capone en la época de gánsters en Estados Unidos. De ahí que haya optado por el silencio y el anonimato.
John A. Gotti: biografía como acto de redención

El caso de John A. Gotti, hijo de John Gotti, jefe de la familia Gambino, es diferente, y se encuentra detallado en su biografía llamada «Shadow of My Father». Allí reflexiona y se redime mientras protege a su familia y cambia el rumbo de su apellido. “Yo no soy mi padre”, dice, mientras considera que merece otra oportunidad.
Recordemos que su padre, John Gotti, fue el infame líder de la familia criminal Gambino, una red masiva de extorsión, narcotráfico y lavado de dinero en Nueva York, desde 1985 hasta 1992. Finalmente, fue condenado a cadena perpetua por asesinato, extorsión, evasión fiscal y apuestas ilegales, y murió en prisión en 2002. De hecho, la película “Gotti” (2018), interpretada por John Travolta, cuenta los inicios del capo como mafioso hasta su descenso, caída y encarcelamiento, todo desde la perspectiva de John A. Gotti.
Juan Pablo Escobar: amar a un padre, rechazar su legado

Juan Pablo Escobar, ahora Sebastián Marroquín, comprendió desde muy pequeño el costo humano, moral y emocional derivado del narcotráfico liderado por su padre, Pablo Escobar Gaviria. Sabía que, para poder tener paz mental, debía romper con su pasado y rechazar la cadena de odio que por derecho iba a heredar.
Y aunque creció rodeado de un lujo extremo, y confiesa que amaba a su padre, siempre tuvo miedo constante y jamás justificó sus crímenes. Tras la muerte de su padre, fue amenazado y perseguido por otros carteles de la droga, el Estado y enemigos personales de su padre. Así que, tras repudiar la sombra de violencia que generaba Pablo Escobar, pidió asilo en Argentina y cambió de identidad.
Hoy, Juan Pablo es arquitecto, escritor y promotor de paz; nos demostró que sí se puede cambiar el rumbo de una historia sentenciada. Se lo puede ver en documentales como «Pecados de mi padre» (2009) y en varios libros reflexivos, dolorosos y que desmitifican a su padre, como «Pablo Escobar, mi padre» y «Lo que mi padre nunca me contó».
Fernando Rodríguez Mondragón: el hijo «El ajedrecista» que abandonó la partida

Fernando es el hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela, el poderoso cofundador y jefe del Cartel de Cali en los años noventa, al punto de controlar el 80 % del tráfico mundial de cocaína. Sin embargo, fue extraditado y condenado a 30 años de prisión por tráfico de drogas, lavado de dinero y crimen organizado, hasta morir a los 83 años.
Al ser consciente de que su apellido original le cierra más puertas que las que le abre, se acogió a un proceso de colaboración con la Fiscalía, al punto de dar testimonio sobre las operaciones del Cartel de Cali, así como sobre nombres, mecanismos de lavado de dinero y corrupción institucional.
Después, se convirtió en escritor y testigo público de la historia narco de su familia, y publicó varios libros como “El hijo del ajedrecista”, “El imperio de la cocaína” y “Mi vida con el cartel de Cali”; en este último narra su decisión de romper con todo.
Fernando sostiene que su padre jamás lo involucró directamente con el narcotráfico y que renunció voluntariamente al legado narco, a pesar de las presiones. Hoy en día, su paradero no es preciso, por razones de seguridad, de ahí que su perfil sea muy bajo.
Albert Francis, John A. Gotti, Juan Pablo y Fernando… no eligieron el apellido. Tampoco la historia que los precedía. Pero eligieron no repetirla, lo que nos demuestra que, a veces, el acto más valiente no es vengar a un padre, sino desobedecerlo.