La Torre Eiffel puede crecer hasta 15 cm en verano, y esta es la razón

La Torre Eiffel puede crecer hasta 15 cm en verano, y esta es la razón

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La Torre Eiffel, símbolo indiscutible de París y una de las estructuras más reconocibles del mundo, no solo impresiona por su historia, su arquitectura o las millones de personas que la visitan cada año. También sorprende por un fenómeno físico poco conocido: puede crecer hasta unos 15 centímetros durante el verano. Lejos de ser un mito urbano o una curiosidad exagerada, esta afirmación tiene una explicación científica sólida, relacionada con la dilatación térmica de los metales.

¿Por qué crece la Torre Eiffel?

La respuesta se encuentra en una propiedad física conocida como dilatación térmica, un fenómeno que ocurre cuando los materiales cambian de tamaño —especialmente de longitud— al verse expuestos a variaciones de temperatura. En términos simples: cuando los metales se calientan, se expanden; cuando se enfrían, se contraen.

La Torre Eiffel está hecha principalmente de hierro forjado (más de 18,000 piezas unidas por 2.5 millones de remaches). Cuando las temperaturas en París suben durante los meses de verano, la estructura metálica absorbe calor del sol y del ambiente, haciendo que sus átomos se agiten y se separen ligeramente entre sí. Como resultado, la torre se expande y crece en altura.

¿Cuánto puede crecer realmente?

Torre Eiffel

Los cálculos estiman que la Torre Eiffel puede crecer hasta 15 centímetros (aproximadamente 6 pulgadas) cuando las temperaturas alcanzan su punto máximo en verano. Esto puede parecer poco comparado con su altura original de 330 metros (tras la instalación de nuevas antenas en 2022), pero desde una perspectiva de ingeniería, es un cambio considerable.

Es importante destacar que no toda la torre crece de manera uniforme. Dado que una de sus caras recibe más luz solar directa que otras, puede inclinarse ligeramente hacia el lado opuesto al sol. Esta inclinación temporal no compromete la seguridad ni la estabilidad de la estructura, pero sí es un recordatorio fascinante de cómo la naturaleza y la física interactúan incluso con los monumentos más emblemáticos.

¿Este fenómeno solo ocurre en la Torre Eiffel?

En absoluto. La dilatación térmica afecta a todos los materiales, en especial a los metales, aunque no siempre de manera tan perceptible. Lo que hace especial a la Torre Eiffel es su tamaño, su exposición directa a los elementos, y el material con el que fue construida.

Puentes, vías de tren, rascacielos, tuberías, y hasta las líneas eléctricas también sufren dilatación térmica. Es por eso que los ingenieros deben considerar este fenómeno al diseñar grandes estructuras. Por ejemplo, los puentes suelen tener juntas de expansión, que permiten que los componentes se muevan ligeramente sin causar daños.

Un ejemplo de ingeniería del siglo XIX que sigue sorprendiendo

Cuando Gustave Eiffel y su equipo diseñaron la torre para la Exposición Universal de 1889, quizá no imaginaron que más de un siglo después la gente seguiría maravillándose de su construcción. Y aunque en su momento fue criticada por varios intelectuales que la consideraban un “monstruo de hierro”, hoy la Torre Eiffel es una obra maestra de la ingeniería y la ciencia aplicada.

El hecho de que pueda crecer y encogerse con las estaciones demuestra la precisión y la resiliencia con la que fue diseñada. A pesar de los cambios térmicos y del paso del tiempo, la estructura sigue en pie y funcionando perfectamente.

Datos curiosos relacionados

  • El hierro forjado, material de la Torre Eiffel, tiene un coeficiente de dilatación térmica de aproximadamente 12 × 10⁻⁶ por grado Celsius.
  • En los días más calurosos del verano parisino, la torre puede calentarse tanto que se siente más caliente al tacto, algo que también ocurre en otras estructuras metálicas.
  • En invierno, la contracción de los metales hace que la torre vuelva a su altura original —e incluso se “encoge” unos centímetros respecto a su tamaño promedio.

¿Y cómo lo saben los científicos?

A lo largo de las décadas, se han realizado mediciones de precisión con instrumentos topográficos y láser para monitorear el comportamiento estructural de la Torre Eiffel. Estos estudios han permitido confirmar que el crecimiento estacional de la torre es real y predecible.

Además, en la era moderna, sensores de temperatura y posicionamiento GPS colocados en diferentes puntos de la torre ayudan a seguir en tiempo real estos cambios sutiles pero significativos.

Una torre viva

A veces olvidamos que las grandes estructuras no son completamente estáticas. Como los árboles que se balancean con el viento o las montañas que se erosionan con el paso de los siglos, la Torre Eiffel está en constante cambio. No solo por el desgaste natural o por los trabajos de mantenimiento, sino por los caprichos del clima.

El hecho de que pueda crecer hasta 6 pulgadas en verano no es solo un dato curioso para impresionar en una conversación. Es una muestra de cómo incluso un monumento tan sólido, imponente y aparentemente inmutable como la Torre Eiffel se adapta, se transforma y responde al entorno.

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