Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Columna de opinión:

Cabrón, chispa y casual

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Por: Eddy Warman
La leche materna tiene reloj (y el mío parece haberse quedado en modo noche)

La leche materna tiene reloj (y el mío parece haberse quedado en modo noche)

leche materna

La leche materna no solo quita el hambre: también “ajusta el reloj” del bebé. Y sí, tal vez algunos aún seguimos bajo los efectos de aquella leche nocturna.

La leche materna no solo alimenta al bebé: también le enseña cómo manejar el ritmo interno del tiempo. Más allá de ser un alimento rico en proteínas, grasas, vitaminas y minerales, también contiene melatonina y triptófano, ayudando al bebé a dormir mejor (creo que a mí siempre me alimentaron con leche de noche, por eso siempre tengo sueño; más adelante les cuento).

¿Se podría decir, entonces, que la leche materna es una forma biológica de comunicación? Así es: es la manera en la que la mamá, a través de su cuerpo, “sincroniza” el ritmo del reloj natural de su hijo con el ciclo de sueño y vigilia.

La mamá se convierte en algo así como un “reloj viviente” que le transmite a su hijo ritmos biológicos que regulan su sueño, temperatura corporal, secreción hormonal, digestión y hasta su estado de alerta. Y es la leche la que le ayuda a desarrollar ese ritmo circadiano, ese reloj interno que le dice cuándo dormir, comer, estar activo y descansar; y que se sincroniza de manera maravillosa con la luz del sol y con la oscuridad de la noche.

Y es que la naturaleza es tan sabia que ha diseñado un reloj natural, un sistema perfecto de adaptación hormonal y neuronal que, efectivamente, choca con ese “reloj artificial” que la sociedad y la modernidad nos han impuesto: todo el tiempo pensamos en productividad, productividad y más productividad, dejando de lado el reloj con el que veníamos desde que nacimos.

¿Sabías que la leche materna no solo varía a lo largo de las semanas y meses de lactancia, sino que también cambia su composición para adaptarse a las necesidades del lactante a lo largo del día?

Leche materna nocturna: el origen de mi sueño eterno

Ahora sí les voy a contar por qué les digo que creo que a mí siempre me alimentaron con leche de noche, y que por eso siempre tengo sueño…
Por la noche, la composición de la leche materna cambia en cuanto a los niveles de hormonas que regulan el sueño; les comentaba que contiene melatonina, que no solo influye y regula el sueño, sino que, de pasadita, le dice al bebé: “es hora de dormir” (aunque no faltan los bebés “especiales” que no quieren pegar el ojo en toda la noche).

¿Y qué sucede de día con la leche materna? Bueno, que está repleta de hormonas de la alerta y de la actividad, porque tiene niveles más altos de cortisol. ¿Recuerdan el cortisol? La hormona del estrés, pero también de la alerta, que ayuda a mantener al bebé despierto y activo durante las horas de luz. Y cuando cae la noche: ¡pum! El cortisol baja dramáticamente.

Además de melatonina, se sugiere que los niveles de ciertos nucleótidos pueden ser más altos por la noche, y los científicos creen que podrían contribuir a inducir el sueño del infante como un efecto sedante.

Bueno, ¿y qué sucede con la leche extraída que el bebé consume más tarde?

Dicen que es importante etiquetarla con la hora y el día en que fue recolectada; de esta manera, se puede saber si corresponde a leche extraída en la noche —alta en melatonina y nucleótidos— o en el día —alta en cortisol—. ¡No vaya a ser que le des la leche de la noche y se mantenga todo somnoliento, y luego le des en la noche la que lo pone alerta!

Así que, si me ven cabeceando en plena comida y con un sueño eterno, ya saben: no es flojera, es biología. Culpen a mi mamá, que en paz descanse, … y a su leche nocturna.

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