De restaurante de barrio icónico a sede oficial de “goles en la cuenta”, Loma Linda sigue ofreciendo carne a las brasas de la mejor calidad, pero precios estratosféricos, entre otros “detallitos” de mal gusto. ¿Estás preparado para leer el primer artículo de mi nueva sección “Los ‘piores’ restaurantes de malolandia?
El restaurante Loma Linda, que alguna vez se llamó La Tablita, era uno de los más icónicos y tradicionales de Ciudad de México, que se remonta al año 1924, ¡cumplió 100 años! Era un restaurante de barrio, ubicado en Lomas de Chapultepec, que desde sus inicios se distinguió por ofrecer cortes de carne de la mejor calidad, al estilo argentino.
A La Tablita fuimos todos los de mi generación. Recuerdo que de niño iba con mis papás; y ya, entre adolescente y adulto -que tenía mi “dinerito” para ir a comer-, me pagaba mis comidas ¡y hasta invitaba a la novia en curso!
Me sentía muy importante cuando iba a La Tablita porque era el lugar de moda. Los domingos, por ejemplo, era padrísimo llegar en mi moto, o en la moto que me prestaba un amigo. Además, siempre te encontrabas gente de la comunidad española, libanesa y judía que vivía en Las Lomas. La Tablita era un punto de encuentro.
El restaurante era dirigido por la señora Loreto, propietaria del local. Era una persona muy linda, un encanto. Recuerdo que se subía en su camión de Reforma hasta una mercería en el centro, y tres horas después, llegaba a veces en el mismo vehículo. “Los choferes ya me conocen”, me platicaba. También le encantaba comer los chiles en nogada que yo le preparaba en mi restaurante, y que le llevaba al suyo.
Éramos muy conocidos Loreto y yo. Incluso me rentó el local de al lado en esos años, en donde hoy en día hay un restaurante “no sé qué italiano”, frente a la gasolinera de Reforma. Recuerdo que la señora Loreto siempre llevaba un “Kleenex” bajo la manga. Vestida con su trajecito azul, muy elegante, se iba a la mercería y allí compraba sus telas y botones.
Cuando las señora Loreto se retiró, le dejó el control de La Tablita a su sobrino, quien lo convirtió en un restaurante muy comercial, y construyó la moderna terraza, entre otros cambios.
El tema es que La Tablita pasó de ser un restaurante de barrio a convertirse en Loma Linda: mi primer nominado de esta nueva sección “Los ‘piores’ restaurantes de malolandia.” Ya verán por qué.
Bajo el mando del sobrino, los precios subieron, hasta la estratósfera. Y ahora, te venden las cebollas, te cobran por las salsas y hasta por las tortillas, siendo que antes eran parte de lo que te daban de acompañamiento junto a la carne, que a propósito, sigue siendo igual de buena, ofreciendo los mejores cortes americanos a las brasas. Podría decir que la comida en general, no es buena ni mala. Eso sí, las empanadas sí son deliciosas, me encantan; al igual que el jugo de carne, pero ahí paro.
Loma Linda se volvió un restaurante caro. Un lugar de «buchonas», de desmadre y de ligue. Personalmente, considero que es el peor restaurante de Ciudad de México, no solo por lo que te cobran sino por como te tratan.
Muchos de los meseros que antes ofrecían un buen servicio, fueron reemplazados por “una mafia de camareros” que arman un ambiente muy pesado, porque intentan “meterle goles” a los comensales a como de lugar; en especial a los grupos grandes que van a ligar en las tardes y en las noches. El mesero te mete un gol y otro gol y otro gol. En las dos o tres veces que he ido últimamente ¡me han metido gol!
¡Ah, Loma Linda! La carne, sí, sigue siendo buena, pero ¿a qué costo? Ahora no solo pagas por el corte, sino también por los acompañamientos y probablemente hasta por el aire que respiras. Porque los precios están bien inflados. ¿Acaso es para que te sientas parte de la élite… o de un reality show estilo buchón?
En el restaurante que alguna vez fue un cálido refugio familiar, ahora hay que cuidarse de las “anotaciones sorpresa”, que los meseros meten con la precisión de un delantero estrella. Por eso, la próxima vez que lo visites, asegúrate de llevar suficiente presupuesto… y quizá un árbitro personal para esos goles inesperados.