Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Columna de opinión:

Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
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Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Manual para envejecer sin tanto drama (y con bastantes carcajadas)

Manual para envejecer sin tanto drama (y con bastantes carcajadas)

Dormir poco, olvidar las llaves y tener dolores “nuevos” no es una tragedia: es señal de que sigues en el juego de la vida. Porque envejecer no es sinónimo de enfermar.

Muchas de las dolencias que juramos que son enfermedades no son más que el cuerpo avisándonos, con un poco de humor y algo de “drama”, que el tiempo no pasa en vano.

La piel se convierte en un pergamino egipcio, las rodillas suenan como puerta vieja que necesita aceite, la vista se vuelve bien exigente —solo enfoca “lo que realmente importa”—, y la memoria se convierte en un editor de cine: recorta escenas y edita recuerdos.

No es enfermedad, es experiencia; es nuestra fisiología contándonos “que hemos vivido”. Pero claro, en un mundo que idolatra la juventud, los filtros y las vitaminas milagrosas, es normal que confundamos sabiduría corporal con “avería corporal”. Por eso terminamos medicando a la vida misma, que no es más que el hermoso, y a la vez ruidoso, proceso de envejecer.

La vejez o envejecer, oficialmente como la conocemos, comienza a los 60 años y debe terminar a los 80, porque ahí empieza “la cuarta edad”, o vejez avanzada, que llega hasta los 90. Es después de las nueve décadas que comienza la longevidad, que termina con la muerte.

El principal problema de envejecer: la soledad

Muchos médicos están de acuerdo en que el principal problema de una persona mayor no son las arrugas, las canas, la disminución de masa y fuerza muscular, ni la pérdida de la vista o el oído, entre otras cosas: es la soledad. Ese estado físico, esa experiencia emocional, en la que tienes la sensación de estar desconectado o separado de los demás.

La soledad al  envejecer debe verse como un espacio de encuentro consigo mismos: una burbuja de creatividad, de autoconocimiento, de paz interior que llama a la reflexión o a la introspección.

Para muchos, ¡es libertad! Evitemos verla como algo doloroso o sinónimo de abandono, que nos desconecta y separa de nuestros seres queridos, aunque esta soledad se incremente cuando la pareja se va primero.

De ahí la importancia de tener hobbies, de no perder nuestros intereses, de no quejarnos, de movernos, de no quedarnos quietos, de iniciar proyectos nuevos, de aprender todos los días, de sonreír, de dar las gracias por un día más de vida. Y recordemos que no estamos enfermando cada día más, sino envejeciendo de manera natural.

Si las llaves de la casa desaparecen “como por arte de magia”, ¡tranquilos! No es una señal de que nuestro cerebro ha entrado en “modo apocalipsis tipo Alzheimer”, porque la mala memoria en la vejez es, en realidad, un mecanismo de autoprotección del cerebro, que intenta poner orden a su manera.

Algo así como: “hoy me ahorro el estrés, mañana quizá recuerde”. Eso sí, si las encuentras después de cinco minutos de cacería épica por toda la casa, sabrás que no es demencia… es tu cerebro practicando el juego del escondite.

Si últimamente andas con las piernas, los tobillos y los pies bastante “inestables”, no entres en pánico. No es que te esté dando, o te vaya a dar, parálisis; simplemente son tus músculos que están tomando vacaciones prolongadas, porque han trabajado durante mucho tiempo, muchas veces sin parar. ¡Así que andan en “modo ahorro de energía”!

La buena noticia es que, aunque no hay pastilla mágica que lo arregle, hay algo mucho mejor: moverse. Así es, caminar aunque sea despacio le recuerda a los músculos que aún no es hora de dormir y que todavía hay muchas aventuras por recorrer.

¿No puedes dormir y te pasas la noche contando ovejas? No te preocupes: el insomnio en la vejez no es una conspiración del cerebro ni una enfermedad. Es solo que tu reloj interno está haciendo ajustes y cambia el ritmo sin avisarte.

Cuidado, porque tomar pastillas para dormir puede ser más peligroso: aumenta el riesgo de caídas y hace que tu cerebro se ponga un poco lento. El mejor consejo para un buen sueño es tomar “un buen baño de sol” durante el día y mantener horarios fijos. Así le enseñas a tu cerebro sénior que la noche sigue siendo el momento de soñar con estilo y sin cruda farmacológica.

¡Ay!, ¡ayayay!, ¡ugh!, ¡ouch! Bienvenidos al fascinante —y a veces dramático— idioma de los dolores del cuerpo propios de envejecer: brazos que protestan, espalda que susurra que el tiempo no pasa en vano… ¡y no, no es reumatismo! Es el cuerpo envejeciendo con estilo propio: los huesos se aflojan y adelgazan, los músculos se ablandan y el sistema nervioso amplifica cada pequeña punzada como si fuera un megáfono.

Pero no hay tragedia a la vista: mover el cuerpo con ejercicio y fisioterapia es como enviarle un mensaje de WhatsApp que dice: “tranquilo, todavía podemos bailar”. Y si anda en modo “rebelión extrema”, nada vence un buen masaje, unas compresas calientes o un baño de pies con sales. El dolor en la vejez se maneja con estilo… y sin depender de analgésicos cada vez que el cuerpo decide recordarte que has vivido unos buenos años.

Por otro lado, basta de dejarse espantar por los resultados médicos. Muchas veces nos enfrentamos a exámenes con números “anormales” o fuera de rango, que suenan aterradores, pero no siempre se trata de una enfermedad “disfrazada”, sino de que los parámetros han cambiado respecto a los que teníamos cuando éramos jóvenes.

La misma Organización Mundial de la Salud nos pide que no seamos tan estrictos con estos números, por ejemplo, con los del colesterol: un poco de colesterol en el cuerpo de los adultos mayores es como tener leña para encender la chimenea; es necesario para producir hormonas, construir membranas y mantener el sistema inmunológico.

En el caso de la presión alta, según la Guía China para la prevención y tratamiento de la hipertensión, la meta en mayores es de <150/90 mmHg, no el estricto estándar de los veinteañeros, que es <140/90.

Así que, queridos lectores, dejemos de mirar al envejecimiento como a un villano que nos arrastra al desastre: el cuerpo no está en huelga, solo está afinando sus ritmos con elegancia y experiencia, mezclando clásicos con nuevas melodías.

Cada pequeño malestar no es un mensaje de alarma, es un guiño del cuerpo que dice: “tranquilo, Eddy, sigo funcionando, solo que ‘a mi manera’”. El envejecimiento no es un enemigo que haya que combatir con pociones mágicas: es un baile que todos vamos a bailar, y mucho más divertido si lo hacemos con salud… y con una sonrisa de oreja a oreja.

Así que basta de quejas y dramas: es hora de entender esta etapa de la vida como entendemos la infancia, la preadolescencia y la adolescencia… con curiosidad, humor y un poquito de rebeldía.

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