¡Ni siquiera somos dueños de nuestras propias mentes! Así lo aseguró el padre del psicoanálisis: Sigmund Freud, quien desafió nuestras concepciones más profundas sobre la mente humana. Acompáñanos a explorar cómo revolucionó la psicología con sus teorías e innovadores tratamientos, dejando un legado que aún provoca debate y controversia.
Crédito: Freud Museum London y BBC.
A propósito de la película “La última sesión de Freud” (2023), en donde el talentoso Anthony Hopkins interpreta al padre fundador del psicoanálisis, quisimos dedicar este espacio al neurólogo e investigador científico, nacido el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, hoy República Checa.
De origen judío no practicante, su familia se dedicó al comercio de lana, y se trasladó a Leipzig para luego establecerse en Viena, en donde Freud recibió su educación.
En 1873, comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Viena, y tras graduarse, trabajó en el Hospital General de Viena. También colaboró con Josef Breuer en el tratamiento de la histeria mediante el recuerdo de experiencias dolorosas bajo hipnosis. Este método se conoce como la «catarsis» y se basa en la idea de que los síntomas histéricos son causados por emociones reprimidas asociadas con experiencias traumáticas que no han sido adecuadamente procesadas.
Básicamente, lo que hacían Breuer y Freud era utilizar la hipnosis para acceder a los recuerdos inconscientes de los pacientes, ya que en este estado hipnótico, la persona se encontraba en un estado de «alta sugestionabilidad», lo que facilitaba que el terapeuta pudiera indagar en sus recuerdos y emociones reprimidas, que normalmente, están fuera del alcance consciente del paciente. De esta manera, el paciente a recordaba eventos o experiencias traumáticas que habían sido reprimidas y que estaban detrás de los síntomas de la histeria.
En 1885, Freud viajó a París como alumno del neurólogo Jean Charcot, fundador de la neurología moderna, famoso por sus investigaciones y descubrimientos en torno a las enfermedades neurológicas, especialmente la histeria y la esclerosis múltiple. Al regresar a Viena, al año siguiente, abrió su consultorio privado, en donde comenzó a tratar pacientes con trastornos nerviosos y cerebrales. Ese mismo año, se casó con Martha Bernays, con quien tuvo seis hijos.
No se puede negar que la obsesión de Freud, siempre fue el funcionamiento de la mente. De ahí que diseñara un método especial para ayudar a personas con problemas mentales, un enfoque completamente nuevo para la comprensión de la personalidad humana. De ahí que sea considerado como una de las mentes más influyentes —y controversiales— del siglo XX.
Y es que, a lo largo de la historia, mucho se ha hablado de Freud. Algunas corrientes psicológicas lo defienden, otras consideran su material denso y difícil de comprender para el hombre común y corriente; incluso, sus obras ha sido prohibidas en las facultades de psicología de universidades, propiedad de instituciones de la Iglesia Católica. Pero lo que no se puede negar, es que desarrolló una nueva visión de la existencia humana, y al hacerlo, socavó valores culturales profundamente arraigados y generó una inmensa hostilidad entre la sociedad de la época.
La interpretación de los sueños según Sigmund Freud

De hecho, desarrolló la teoría de que los humanos tienen un inconsciente en el que los impulsos sexuales y agresivos están en conflicto perpetuo por la supremacía con las defensas contra ellos. Fue así como en 1897, comenzó a realizar un análisis intensivo de sí mismo. El resultado: tres años después, publicó su obra principal «La interpretación de los sueños».
En esta obra, por ejemplo, Freud realizó una investigación detallada del fenómeno universal de los sueños, y descubrió una nueva forma radical de explorar el inconsciente. Por ejemplo, reconoció que las “imaginaciones” o “representaciones oníricas”, son un conflicto y un compromiso entre los impulsos conscientes e inconscientes. Es decir, que los sueños no son simplemente fenómenos aleatorios, sino que reflejan una lucha entre los deseos o impulsos reprimidos en el inconsciente y las fuerzas conscientes que tratan de controlarlos o suprimirlos.
Visto de esta manera, los sueños se convierten en un espacio donde ambos niveles de la mente (consciente e inconsciente) interactúan, creando una especie de «compromiso» o equilibrio entre estos dos. Es así como los elementos del sueño, se convierten en manifestaciones simbólicas de los deseos inconscientes, que encuentran una forma de expresarse sin que la mente consciente los censure por completo.
A través de sus ideas sobre los sueños, Freud pudo revisar sus métodos de tratamiento para pacientes neuróticos y desarrollar, en gran medida gracias a este notable trabajo, sus teorías revolucionarias del Complejo de Edipo y de la profunda importancia de la vida infantil y la sexualidad en el desarrollo de los adultos.
Otras de sus obras prolíficas, en las que intentaba comprender la sociedad, la cultura y lo más importante: a nosotros mismos, fueron: “La psicopatología de la vida cotidiana” (1901), “Tres ensayos sobre la teoría sexual” (1905), El chiste y su relación con lo inconsciente (1905), Más allá del principio del placer (1920) y “El malestar en la cultura” (1931).
Vida y obra de Sigmund Freud: impacto, controversias y legado

En 1902, Freud fue nombrado Profesor de Neuropatología en la Universidad de Viena, un cargo que ocupó hasta 1938, aunque el cuerpo médico no estuviera tan de acuerdo con muchas de sus teorías. Sin embargo, un grupo de discípulos y seguidores sí se identificaba con su pensamiento, y comenzó a reunirse alrededor de Freud, dando vida, en 1910 a la Asociación Psicoanalítica Internacional, precedida por el psiquiatra, psicólogo suizo y colaborador de Freud, Carl Jung. Hay que recordar que Jung posteriormente se separó de Freud y desarrolló sus propias teorías, entre las que se destaca la del Inconsciente colectivo, en donde propuso que, además del inconsciente personal, relacionado con experiencias y emociones reprimidas individuales, existe un inconsciente colectivo que es compartido por toda la humanidad. Este inconsciente colectivo está compuesto por arquetipos, o patrones universales de comportamiento y símbolos que aparecen en los mitos, sueños y religiones de todas las culturas.
Después de la Primera Guerra Mundial, Freud dedicó menos tiempo a la observación clínica como tal y se concentró en la aplicación de sus teorías a la historia, el arte, la literatura y la antropología. Por ejemplo, analizó la represión de los instintos humanos a lo largo de la historia, interpretando fenómenos históricos como guerras, revoluciones o movimientos sociales como manifestaciones de conflictos inconscientes a nivel colectivo.
En 1923, publicó «El yo y el ello», en el que proponía un nuevo modelo estructural de la mente, dividido en: el ‘ello’ (principio del placer), el ‘yo’ (principio de la realidad), y el ‘superyó’ (valores morales y éticos).
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, los nazis quemaron públicamente varios libros de Freud. Y cuando los nazis tomaron el control de Austria en 1938, Freud se vio obligado a huir a Londres con su esposa y su hija, Anna. De hecho, en “La última sesión de Freud”, en donde vemos a un Sigmund adulto mayor y ateo, que invita a su casa al icónico C.S. Lewis (teólogo, apologista cristiano, filósofo y escritor de Las Crónicas de Narnia), a un debate sobre la existencia de Dios.
De la misma manera, Freud sostenía que el comportamiento humano está determinado en gran medida, por motivaciones inconscientes que surgen de las experiencias de la infancia, específicamente de los encuentros con el amor, la pérdida, la sexualidad y la muerte; y de las actitudes emocionales complejas hacia los padres y los hermanos.
En sus propias palabras, no deseaba despertar convicciones: deseaba estimular el pensamiento y trastocar prejuicios. Pero, ¿eso qué significa? Refleja su intención de no imponer sus ideas como verdades absolutas o indiscutibles, sino más bien de incitar a las personas a reflexionar profundamente y desafiar las creencias preexistentes o prejuicios.
Y es que Freud jamás buscó que los demás aceptaran sus teorías sin cuestionarlas; al contrario, su objetivo era provocar debate, duda y una reconsideración de las ideas que la sociedad tenía sobre temas como la mente, la conducta humana y la cultura.
Eran tan perturbadoras las implicaciones de sus teorías, que el genio del psicoanálisis comparó sus descubrimientos con los del astrónomo Nicolás Copérnico, quien descubrió que el sol no giraba alrededor de la tierra. Así como Copérnico demostró que el universo no giraba en torno a nosotros, Freud demostró que ni siquiera somos dueños de nuestras propias mentes. Es decir que no somos amos en nuestra propia casa.
Finalmente, Freud fue diagnosticado con cáncer de mandíbula en 1923 y aunque se sometió a más de 30 operaciones, murió de cáncer el 23 de septiembre de 1939.