Cannes, Venecia, Berlín, Sundance, Toronto. La lista de festivales de cine internacionales continúa. Hoy, le tocó el turno al 72.ª edición del Festival de San Sebastián 2024.
Tuve la oportunidad de “vivir” de cerca la atmósfera del “Donostia Zinemaldia”, uno de los eventos cinematográficos más prestigiosos de Europa y del mundo. Se celebra anualmente, cada septiembre, desde 1953; y se considera como una plataforma importante para el estreno de películas de gran calidad y para la promoción de cineastas emergentes. Allí e cruzan directores, actores, periodistas y público, pero nadie “conecta con” nadie. No hay convivencia ni encuentros.
En el Festival de San Sebastián sentí ciertos “espacios fríos”, cuando te cuesta “conectar” o “desconectar” con las película. Hubo quienes vieron hasta 40 películas en tan solo cinco días (les confieso que muchas de ellas, rompieron mi sentido de la expectativa). En mi caso, no fueron más de seis las que alcancé a ver, entre conferencias de prensa y filmes que no me llamaron mi atención.
Me «empapapé» de vanguardismo y experimentación en el cine latinoamericano, gracias a al espacio Horizontes Latinos. Percibí que, definitivamente, San Sebastián se encuentra atrapado entre dos festivales robustos, el de Toronto y el de Venecia; porque es inevitable no intuir que existe una pugna real, muy feroz entre estos, para “llevarse películas” a desfilar en sus tapetes rojos.
Platiqué y platiqué con críticos de cine locales, con Elisa Macausan y Diego Salgado, que me abrieron las puertas a perspectivas muchos más profundas del “séptimo arte», entre narrativas, visualidad, sonido y actuación. A continuación, les dejo el programa que grabamos con ellos:
La magia y decepción del Festival de San Sebastián: entre acreditaciones y distanciamiento
Me tuve que conformar con ver a Bardem cuando llegó al festival, repartió besos en la alfombra roja y se tomó fotos con las fans. Después se fue a cenar a Zelai Tziki, con el chef Caro (por cierto, no necesita Estrella, nació ese restaurante con ella y sin duda es uno de los mejores de San Sebastián.) A Cate Blanchett y Almodóvar ni los vi y ese es precisamente el problema de la secrecia con la que manejan todo el tema de los artistas, productores y directores invitados. “Mastiqué” en soledad, cada galardón de la industria WIP entregado a películas latinoamericanas y europeas (ganaron Chile, Uruguay, Argentina, Alemania); el premio Dale! Al mejor desarrollo América Latina-Europa; los premios Artekino International Award (felicidades a Colombia y su “Mar de Leva”); y el Ikusmira Berriak y Casa Wabi-ESCINE.
Más allá de los filmes ganadores, estos galardones evidencian la extraordinaria colaboración que existe entre las corrientes de cine latinoamericano y europeo, que se apoyan, colaboran y brillan con luz propia. Sin embargo, aunque hay una gran tendencia de crecimiento en el cine Latinoamericano, también hay tristeza por la falta de apoyo que no se le brindó a México, por ejemplo, por lo cual no hubo una producciones importantes. En el caso de Argentina -aún con ese descalificado y patético régimen de izquierda del cual apenas sale con la llegada Millei-, el cine y la cultura carecen de incentivos y de apoyo. Nunca lo pensaría de Millei, siendo un hombre tan preparado.
Ustedes que me conocen de años, saben que en mis columnas de opinión siempre habrá un “pero”. Y en este caso, tiene que ver con la importancia de hacer un cambio sustancial en la manera como se relacionan los participantes de estos festivales en general.
Urge un mayor acercamiento y convivencia entre artistas, periodistas, cineastas y público. Porque el distanciamiento es tan evidente, que se convierte en una barrera sólida y gélida, al mejor estilo Hollywood: 20 guaruras escoltando artistas completamente desligados al festival, una cenita aquí, una cenita acá. El mismo Javier Bardem, que es muy querido aquí, llegó y saludó en la alfombra roja, pero no lo volvimos a ver.
La falta de conexión en los festivales de cine: un formato obsoleto en el séptimo arte
Estoy prediciendo que el hecho de que haya “cero convivencia” con los cineastas y los artistas por parte de nosotros, los periodistas y el público, va a hacer que se caigan cada uno de los festivales de cine. Porque ese formato leñoso y rígido con el que han existido tantos años, no sirve y punto. Tal parece que, para los organizadores, la prensa especializada no tiene un segundo o tercer nivel. Simplemente, no les importamos, siendo que “viven y comen” de lo que los periodistas publicamos.
Invito a que los organizadores de todos los festivales de cine, modernicen sus formatos de acercamiento con los artistas y cineastas invitados, o viceversa: que los cineastas y los actores, pongan nuevas reglas a los organizadores de los festivales. Entiendan que si no hay conexión, ni oportunidades de interactuar, no hay empatía.
A propósito, una de las anécdotas agridulces de las que me enteré por el equipo de Akelarre, del chef vasco Pedro Subijana, tiene que ver con la actriz Cate Blanchett y su visita al restaurante recientemente. Y es que prohibieron usar las fotos que tomaron de la actriz en el lugar. Pero lo mejor de todo, fue “la caña” que le puso un chico mexicano, porque era vegetariano, en un restaurante con tres estrellas Michelín. ¿Y quién crees que era nuestro compatriota? Nada más y nada menos que Alfonso Cuarón.
Dejando a un lado el debate, les confieso que no me gustó el festival y no volvería. Las películas, bastante males, no me identifiqué con ninguna. No quiero espoilear ninguna, pero Rumours de Cate Blanchett, ¡malísima!, una fumada tremenda, entre ficción y locura.
Aunque soy consciente de que “Emmanuelle”, dirigida por la cineasta francesa de origen libanés, Audrey Diwan, revolvió el avispero. La crítica especializada asegura que “Emmanuelle” es “un experimento fallido en el cine erótico contemporáneo, con escenas vacías y personajes que no conectan con el público”. Por su parte, Gregorio Belinchón, periodista especializado en cine de El País, la califica como “un drama deshonrado con mucho lujo vacío que no logra alcanzar el erotismo”. En cuanto a la técnica, se dice que es un filme limitado, en cuanto a posiciones de cámara y falta de frescura.
Eso sí, hubo dos películas argentinas buenas: “El hombre que amaba los platillos voladores”, una comedia muy simpática; y “El lugar de la otra”, que sea nominada a mejor película extranjera durante los siguientes y distintos premios. La ambientación, la fotografía, la actuación, el plot, el vestuario son estupendos. Me encantó. En cuanto a películas gastronómicas, me gustó La Grand Maison. Es la historia de un chef japonés que quiere ir por la tercera estrella Michelin en Francia, y cuenta lo que le sucede con los franceses.
Antes de rime, felicito a José Luis Rebordino, presidente del Festival, y a su equipo; porque sin duda, fue una labor titánica, y ya próximamente, se jubila después de 25 años de triunfar con el Festival. Será labor del próximo presidente, crear un nuevo formato.