La temporada de lluvias activa antojos, algunos profundamente arraigados en nuestras tradiciones mexicanas y otros propios de la comfort food internacional, que también reconfortan el alma cuando llueve.
Libros: “A Brief History of Comfort Food”, de April White, y “Just Thinking of Comfort Foods Can Reduce Loneliness”, del Greater Good Science Center, Universidad de California, Berkeley.
Cuando el cielo se cubre de nubes y el clima se torna melancólico, ciertos platillos y bebidas cobran un sentido más profundo: reconfortan, calientan y evocan recuerdos.
Se nos antojan más los esquites, caldos, moles, birria, barbacoa, atole y champurrado —y también un buen ramen, un pho vietnamita, la tradicional chicken and noodles, una sopa de cebolla francesa, curries y estofados— que un ceviche, un sushi o una ensalada fresca.
¿La razón? Nuestros hábitos culinarios (y de bebidas) siempre van de la mano con el clima. De ahí que se nos antoje más tomar vino tinto que blanco; y whisky o licores añejos, más que gin, tequila blanco o vodka.
Ante tanta humedad y lluvia, nos preguntamos: ¿qué trae la lluvia a nuestra mesa?
Es entonces cuando aparece la temporada de hongos silvestres y huitlacoche; de vegetales como acelgas, espinacas, calabaza y chayote, sumados al consumo de alimentos que refuerzan el sistema inmunológico, como los cítricos, el jengibre, la cúrcuma y el ajo. Así se abre un abanico de posibilidades que debemos aprovechar.
Por supuesto que hay platillos y bebidas creados para acompañar la lluvia. Eso nos da la oportunidad de hacer un merecido viaje por sabores de distintos países que también celebran el clima húmedo y frío con una cocina poderosa, que demuestra —una vez más— cómo el clima influye, no solo en nuestro estado de ánimo, sino también en la comida que consumimos.
Psicología de la comfort food en días de lluvia
Existe un poder evocador en ciertos aromas: el del clavo y la canela (tan presentes en Navidad), el del pan recién horneado, el de los caldos en punto de ebullición… todos ligados a los sabores de la infancia.
De hecho, la comfort food está relacionada con aquellos alimentos que nos proporcionan una sensación de bienestar y que, con frecuencia, están asociados con la nostalgia, el consuelo y el reparo emocional. Esta categoría ha evolucionado con el tiempo, reflejando no solo tendencias sociales, sino también nuestras necesidades emocionales.
En las décadas de 1970 y 1980, por ejemplo, estos alimentos ganaron popularidad en Estados Unidos, especialmente en la región del Medio Oeste, cuya cocina está profundamente influenciada por inmigrantes alemanes, ingleses, escandinavos y polacos.
Hablamos de cazuelas, estofados, potajes de proteína y vegetales cocinados durante largos periodos; de albóndigas en salsa, brisket y el famoso meatloaf o pastel de carne; de pies de manzana o de carne (Shepherd’s Pie); y, en general, de preparaciones a base de maíz, papa, queso, crema, carne y pan.
Según el libro A Brief History of Comfort Food de April White, la psicología detrás de la comfort food está directamente relacionada con el bienestar emocional. Un estudio de la Universidad de Buffalo lo comprueba: pensar en alimentos reconfortantes reduce la sensación de soledad, porque evocan recuerdos y momentos compartidos en familia o con amigos alrededor de la mesa.
Si lo piensas bien, siempre acudimos a la comida que reconforta cuando hay crisis. Durante la pandemia, por ejemplo, muchos llamamos a nuestras madres o abuelas para pedir esas recetas de preparaciones lentas y reconfortantes que nos hacían en casa, buscando consuelo, compañía y estabilidad en medio de la incertidumbre. Cuánta gente, en todo el mundo, se suscribió a clases de panadería vía Zoom o cultivó su propio jardín para, al menos, tener hierbas frescas con las que cocinar esas recetas del bienestar.
Por si no lo habías notado, las recetas de comfort food no son cualquier tipo de recetas: están compuestas por ingredientes que aportan esa calidez que acaricia el paladar y el alma.
Uno de ellos es la grasa —animal o vegetal—, un componente esencial en muchas comfort foods. Además de aportar saciedad y calorías necesarias para soportar el frío, la grasa mejora el sabor y la sensación en boca, creando una experiencia más satisfactoria. Es versátil: va más allá de la fritura. De ahí que los consomés de carne, por ejemplo, liberen esas sustancias que reconfortan.
Las harinas de trigo y de maíz también forman parte clave de esta cocina: sirven para rebozar alimentos y crear esa costra crocante en milanesas o piezas de pollo frito. Ese crunchy que el paladar interpreta como placer, indulgencia y bienestar.
El tercer ingrediente esencial en la comfort food son los aromas naturales. El perfume del laurel y el tomillo cocinándose, el orégano sobre un pozole, la cebolla sofrita a fuego lento, el aroma a carne que se escapa de un consomé, el de las conchas recién salidas del horno o del café recién hecho. Todo eso crea una conexión profunda con nuestras emociones, evocando recuerdos de platos caseros a través de los sentidos.
Así que prepárate, porque la temporada de lluvias es larga. Y seguramente seguiremos buscando esos alimentos que nos proporcionan confort emocional y experiencias sensoriales, además de nutrirnos y saciar el alma.