¿Hay pelotas de golf en la Luna?

¿Hay pelotas de golf en la Luna?

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La Luna, ese faro plateado que ha inspirado poemas, canciones y leyendas durante siglos, guarda también un secreto curioso y casi cómico: en su superficie hay pelotas de golf. Sí, aunque suene increíble, entre los módulos lunares, huellas de astronautas y equipos científicos abandonados, también reposan un par de esferas blancas que alguna vez volaron en la ingravidez lunar gracias a un astronauta con alma de golfista.

El origen de la historia

Todo ocurrió el 6 de febrero de 1971, durante la misión Apolo 14 de la NASA. Los astronautas Alan Shepard, Edgar Mitchell y Stuart Roosa formaban parte de la tercera expedición tripulada que alunizaba. Shepard, comandante de la misión, era un hombre de carácter fuerte y con un toque rebelde. Había sido el primer estadounidense en viajar al espacio en 1961 y, diez años después, lideraba esta nueva misión con la idea de dejar una huella distinta en la historia.

Después de cumplir con los objetivos científicos, Shepard decidió llevar a cabo una pequeña travesura que se convertiría en un hecho histórico: jugar golf en la Luna. En secreto, había preparado un aditamento improvisado que podía acoplarse al mango de una herramienta de recolección de muestras. Con ello creó un híbrido entre pala y palo de golf. En su traje espacial, sin la movilidad de un jugador profesional y en un terreno cubierto de polvo lunar, Shepard se dispuso a realizar su peculiar hazaña.

El swing en otro mundo

 

Con una pelota escondida en su traje, Shepard anunció ante las cámaras: “Houston, tengo un palo de golf aquí”. El control de misión no lo podía creer. Luego colocó la bola en el suelo y, con un swing torpe —limitado por el traje espacial—, la golpeó. El primer intento apenas levantó unos centímetros de polvo. Pero en el segundo y tercer golpe, la pelota salió disparada hacia el horizonte.

Shepard exclamó emocionado: “¡Vuela millas y millas y millas!”. Por supuesto, era una exageración, pero tenía un punto: en la Luna no hay atmósfera, por lo que la resistencia al aire no frena los objetos. Además, la gravedad es seis veces menor que en la Tierra. Esto significa que una pelota de golf puede recorrer una distancia mucho mayor con el mismo impulso.

Más tarde, expertos calcularon que la pelota de Shepard recorrió alrededor de 40 metros en su primer buen golpe y unos 180 metros en el segundo. Para estándares terrestres puede no parecer mucho, pero hay que considerar las condiciones extremas: traje rígido, visor que dificultaba la visibilidad y un palo improvisado.

¿Cuántas pelotas quedaron en la Luna?

Contrario a lo que muchos creen, no fue una sola, sino dos pelotas de golf las que Shepard dejó en la superficie lunar. Una aún está enterrada parcialmente en el polvo, mientras que la otra permanece a la vista en fotografías de alta resolución tomadas por sondas como el Lunar Reconnaissance Orbiter de la NASA.

De hecho, en 2011 se logró ubicar con precisión la posición de una de ellas gracias a imágenes modernas, confirmando que la historia era real y no solo un mito.

Más que una anécdota graciosa

Aunque parece una simple travesura, el gesto de Shepard tiene una carga simbólica importante. Representa la humanidad en su versión más ligera y juguetona: incluso en medio de uno de los logros tecnológicos más grandes de la historia, los astronautas eran capaces de divertirse y dejar una marca personal.

El golf en la Luna también inspiró reflexiones sobre la física. A partir de esta anécdota, divulgadores científicos explicaron con ejemplos concretos cómo se comporta el movimiento en un entorno de baja gravedad y sin atmósfera. Un simple swing sirvió como clase magistral de mecánica celeste para millones de personas en todo el mundo.

Lo que dejamos en la Luna

golf lunar

Las pelotas de golf forman parte de una larga lista de objetos humanos que quedaron en la superficie lunar. Entre ellos hay instrumentos científicos, cámaras, banderas, herramientas, bolsas con basura, huellas y hasta un pliego con los nombres de astronautas y cosmonautas fallecidos. En total, se calcula que más de 180 toneladas de equipo humano descansan allá arriba.

Sin embargo, pocos objetos son tan pintorescos como las pelotas de golf de Shepard. No son basura espacial común, sino símbolos de creatividad y humor humano en un contexto de máxima seriedad.

Un swing para la eternidad

Más de 50 años después, esas pequeñas esferas blancas siguen allí, intactas, custodiadas por la soledad lunar. Nadie las ha recogido ni probablemente lo hará en mucho tiempo. Permanecerán como testigos mudos de un instante en el que la ciencia y el juego se dieron la mano.

Alan Shepard falleció en 1998, pero su nombre quedó grabado en la historia no solo como pionero del espacio, sino también como el primer —y hasta ahora único— golfista de otro mundo.

Así, cada vez que miremos la Luna, podemos recordar que en ese paisaje silencioso, junto a cráteres milenarios y mares de polvo, hay dos pelotas de golf que nunca volverán al green.

También pueden leer: La Estación Espacial Internacional: el objeto más caro de la humanidad

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