Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
Columna de opinión:

Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
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Cabrón, chispa y casual

Por: Eddy Warman
¡Ya nació y vivirá hasta el año 2175!

¡Ya nació y vivirá hasta el año 2175!

 

Si vas a vivir, vivirá o vivirán entre 120 y 150 años, es porque han recibido tratamientos médicos que mantienen sano y productivo tu cuerpo. Tendrás más años para generar más riqueza, más poder y más influencia en comparación con el resto de los humanos “con menos posibilidades”, que seguramente cumplirán con la esperanza de vida promedio, que está en 73,49 años aproximadamente. Así que vivirán más quienes tengan más recursos para invertir en su proyecto de vida centenaria.

Imagina: si ya de por sí nos obsesionamos con dietas, suplementos y rutinas de ejercicio para ganar años de vida, ¿qué sucederá con las industrias de wellness y nutrición? ¿Se acabarán o se integrarán al nuevo paradigma de la longevidad hasta que se descubra la obsesión humana: la fuente de la eterna juventud?

Si vas a vivir más de 100 años, tu vida productiva y edad de jubilación aumentarán (querremos y/o tendremos que trabajar más), creando una bomba de tiempo en los sistemas de pensiones, educativo y laboral, porque ejercerás tu carrera por más tiempo.

¿Y qué pasará con los alfa (nacidos entre 2013 y 2025), los beta (nacidos entre 2025 y 2039) y los gamma (nacidos después de 2039)? Bueno, competirán con los centenarios por su espacio en el ecosistema laboral, en un mundo donde cada vez disminuyen más las oportunidades. Creo que la ecuación “se cae por su propio peso”…

Seguramente los países y sociedades con mayor porcentaje de centenarios tendrán ventajas: más sabiduría acumulada, menos gastos en salud, más fuerza laboral calificada… Pero también habrá tensiones globales si la longevidad no es equitativa entre las naciones. ¿Qué ganamos como sociedad teniendo más centenarios si no se garantiza más calidad en las oportunidades?

¿Será que vivir más significa vivir mejor? ¿Estamos preparados para un planeta donde la gente no muera al ritmo habitual? ¿Qué pasará con los recursos naturales no renovables, la vivienda y la alimentación?

Vivir 150 años también generará un cambio en la manera en que concebimos nuestro propósito de vida. Nos enfrentaremos a “la presión” de tener que reinventarnos una y otra vez por miedo a quedarnos atrás, a fracasar; además, tendremos que buscar nuevos retos y motivos para vivir.

Por otro lado, nuestra forma de amar, casarnos, tener hijos, formar familias y, en general, nuestro impacto en las relaciones humanas, cambiará dramáticamente si desde que nacemos ya sabemos que viviremos 150 años. ¿Existirán los matrimonios “para toda la vida”? ¿Se normalizará tener varias parejas “largas” en una misma vida igualmente larga?

Todas estas reflexiones surgen a partir de la contundente afirmación del doctor David Sinclair, científico y profesor titular de genética en Harvard, quien asegura: “Creo que la primera persona que vivirá 150 años ya ha nacido”.

¡Así que entre nosotros ya habita un hombre o una mujer que vivirá hasta el año 2175!

Sumada a esta sorprendente declaración, Sinclair también comenta que tendremos tratamientos que rejuvenecerán las células y tejidos humanos, extendiendo la esperanza de vida mediante una revolucionaria terapia que reduce la edad biológica con mejoras físicas evidentes.

Básicamente, lo que ha descubierto Sinclair y su equipo es cómo reiniciar el epigenoma que se pierde con el paso del tiempo, sin necesidad de “volver a nacer”. Desde enero de 2026, reprogramarán nuestras células para devolverles “gran parte de su juventud” y así poder vivir hasta los 150 años.

Para quienes no están familiarizados con el término epigenoma, se trata de modificaciones químicas que sufren los genes sin alterar su ADN. Lo que Sinclair y su equipo podrán hacer es activar o desactivar ciertas modificaciones en cada célula del cuerpo humano y en cada momento de la vida. Esto incluye reprogramar las células para rejuvenecerlas, devolverles gran parte de su juventud y extender la esperanza de vida.

Obviamente, tales afirmaciones provienen de una primera fase de investigaciones realizadas en ratones y monos, apoyadas por inteligencia artificial—más específicamente, algoritmos y robótica encargados de analizar millones de compuestos para predecir su impacto en la epigenética. El resultado fue evidente: se redujo la edad biológica y se observaron mejoras físicas.

La siguiente fase de la terapia será en humanos y comenzará en enero de 2026. El objetivo: desactivar epigenéticamente enfermedades oculares como el glaucoma y la neuropatía óptica isquémica, aplicando a los pacientes una inyección ocular para activar esos genes rejuvenecedores. Si el resultado es exitoso, la terapia se extenderá a pacientes con Alzheimer y esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedades que actualmente no tienen cura.

¿Acaso la vida es valiosa porque es finita, porque tiene un fin? Quizás la ciencia aún no tenga muy claro que, al eliminar este límite, está cambiando nuestra forma de relacionarnos con las personas, con el tiempo y con la muerte…

Seguramente, en unos años me tomaré una pastilla durante cuatro semanas para rejuvenecer, pero la realidad es que estas terapias revolucionarias serán accesibles solo para unos pocos privilegiados. Pueden ser una alternativa para reducir gastos en salud, dependencia y aumentar la productividad de adultos mayores y centenarios. Pero, ¿quién va a financiar la longevidad? ¿Organismos públicos que ni siquiera son capaces de ofrecer servicios básicos ni educación, o instituciones privadas que harán negocio a partir de alargar la vida de las personas? ¿Se imaginan el costo de estas inyecciones cuando lleguen a México y cuánto tiempo pasará hasta que se democratice su acceso?

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