Se trata de una escena dantesca, digna de un guión para una película que ni el mismo Hitchcock hubiera imaginado. Me recuerda al libro Ensayo sobre la ceguera, y la manera como la humanidad se deshumaniza día a día.
«Me estoy quedando ciego». «Veo todo blanco” ante el “deshumanismo de la humanidad”; ante la fealdad de algunos de nuestra especie que muestran una cara oscura. Observo con desaire, cómo los valores se desmoronan frente a mis ojos y el sentido de dignidad, respeto y empatía, se transforman en entes siniestros, tenebrosos, perversos.
Aún no supero la imagen perturbadora, cruda, que rondó los medios de comunicación y las redes sociales esta semana; en donde una mujer de 42 años se presenta en un banco en Río de Janeiro, acompañada de un adulto mayor recién fallecido, para “intentar” pedir un préstamo asociado a la cuenta del hombre, quien era el titular.
La mujer decía que era su sobrina, su cuidadora. Que su tío estaba vivo, que quería ir a cobrar el dinero. Desde su llegada al banco, el hombre yacía inerte, pálido, decaído, escurrido en una silla de ruedas con la boca entreabierta. Un par de horas atrás, el alma se le había escapado por entre los labios.
Los funcionarios del banco, al percatarse de que se trataba de un cadáver, pues no reaccionaba ni contestaba ninguna pregunta -además la mujer tenía el descaro de sostener su nuca todo el tiempo, para que no se le fuera a caer la cabeza hacia adelante-, grabaron la escena dantesca y llamaron a la policía.
Me impresionó ver cómo la mujer intentaba, una y otra vez, que el adulto mayor sostuviera una pluma entre sus dedos leñosos para firmar un documento, y así poder retirar 17.000 reales, que equivalen a 3.200 dólares. Además, se escucha decir a la mujer: «Tío, ¿me oyes? Tienes que firmar. Fírmalo para que no me des dolores de cabeza».
De acuerdo con el gobierno brasileño, la mujer se enfrentará a cargos de malversación, un delito que implica el “uso indebido o ilegal de fondos, bienes u otros recursos confiados a alguien en una posición de autoridad o responsabilidad”; y de profanación de un cadáver, que implica “alteración, daño o violación del cuerpo humano después de la muerte, o cualquier acto que falte al respeto y dignidad de un difunto y sus restos mortales”. Prisión, multas y sanciones le esperan a esta mujer desalmada, además del repudio de la sociedad.
Ensayo sobre la ceguera: una visión de la verdadera humanidad
Esa escena macabra que les acabo de narrar, con todas sus aristas y ornamentación, me recuerda a Ensayo sobre la ceguera (1995), la obra maestra del escritor portugués y Premio Nobel de Literatura, José Saramago.
En Ensayo sobre la ceguera, Saramago reflexiona sobre la humanidad, la moralidad, los valores. Acerca de la manera como las normas sociales se desvanecen cuando alguien decide transgredirlas, en este caso, por la ambición de la señora. La condición engañosa de esta mujer, despojada de humanidad, es cruda; y el sentido de dignidad y fragilidad del adulto mayor fallecido, vulnerable.
Situaciones como esta, nos confrontan con nuestros propios valores y prejuicios, y nos obligan a examinar nuestra visión de la verdadera humanidad. ¿A dónde hemos llegado? Estamos ante una sociedad desvariada, ante un mundo descompuesto, y «nos estamos quedando ciegos» ante la falta de moralidad y de sensibilidad, utilizando a la muerte como títere para obtener un monto de dinero.
Para finalizar, la historia es digna de un guión para una película de cine negro. Ni el mismo Hitchcock o Agatha Christie lo hubieran imaginado mejor; creo que ni siquiera Guillermo del Toro, pero aquí tenemos una realidad que pronto podrá ser adaptada a una película.
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