Betty Crocker parecía la abuela, madre o tía que todos queríamos tener en casa y seguramente la has visto en cajas de pastel, libros de cocina o anuncios de televisión: una mujer sonriente, impecable y siempre lista para darte el mejor consejo culinario. Pero aquí viene el giro que pocos conocen: Betty Crocker, la figura materna más famosa de la cocina estadounidense, ¡nunca existió! Fue una creación publicitaria tan bien construida que durante más de un siglo logró engañar —y enamorar— a millones de personas.
Sí, una de las figuras más reconocidas de la cocina norteamericana fue creada por una empresa como una estrategia de marketing… y funcionó tan bien que terminó convirtiéndose en un ícono cultural.
El nacimiento de una leyenda ficticia
La historia de Betty Crocker comienza en 1921, cuando la empresa Washburn Crosby Company (que más tarde se fusionaría con otras empresas para formar General Mills) lanzó un concurso donde se pidió a los participantes completar un crucigrama para ganar un premio en el periódico Saturday Evening Post. La campaña fue un éxito rotundo, y la empresa recibió miles de respuestas de consumidores, muchos de los cuales incluían preguntas acerca de horneado.
Los ejecutivos de la compañía decidieron responder de manera personalizada a cada carta, pero pensaron que un nombre femenino inspiraría más confianza en un tema tan íntimamente ligado a la vida doméstica como la cocina. Así nació «Betty Crocker»: Betty era un nombre común y amigable, y Crocker fue elegido en honor a William Crocker, un ejecutivo de la empresa.
Una voz para las amas de casa
Lo que comenzó como un nombre para firmar cartas evolucionó rápidamente. A medida que la popularidad de Betty crecía, la empresa decidió expandir su presencia. En 1924, Betty Crocker debutó en la radio con su propio programa de cocina llamado “The Betty Crocker Cooking School of the Air”, convirtiéndose en una de las primeras voces femeninas de autoridad en medios estadounidenses y se expandió a 13 estaciones regionales el siguiente año. Cada estación tenía su propia voz de Betty Crocker y continuó por 24 años más con más de un millón de oyentes.
Aunque su voz la interpretaban diferentes actrices de radio, para el público ella era una sola persona: sabia, paciente y siempre dispuesta a ayudar. En un momento en que muchas mujeres estaban aprendiendo a cocinar por primera vez o buscando formas de economizar en casa, Betty Crocker se convirtió en una guía confiable.
La evolución de su rostro
Al igual que su voz, el rostro de Betty Crocker también fue una construcción. En 1936, la empresa encargó el primer retrato oficial de Betty, una amalgama de varias empleadas de la compañía, pintada por el artista Neysa McMein. Lo curioso es que el rostro de Betty ha cambiado al menos ocho veces desde entonces, adaptándose a las modas y sensibilidades de cada época.
Por ejemplo:
- En los años 40 y 50, Betty tenía un aire más formal y maduro, con un peinado elegante y ropa de ama de casa tradicional.
- En los años 70 y 80, adoptó un estilo más moderno y profesional, reflejando a la mujer trabajadora.
- En 1996, su retrato fue creado digitalmente, combinando los rostros de 75 mujeres reales para representar la diversidad de la mujer estadounidense.
Lo irónico es que, mientras el personaje de Betty era ficticio, su rostro representaba a miles de mujeres reales.
Más que recetas: una marca poderosa
La figura de Betty Crocker trascendió la publicidad. Desde libros de cocina hasta productos en supermercados, Betty se convirtió en sinónimo de cocina fácil, casera y confiable.
Hacia 1940, Betty Crocker era uno de los nombres más conocidos en América. En 1945, la revista Fortune la nombró la segunda mujer más conocida en América, después de la Primera Dama, Eleanor Roosevelt
El mismo año, durante la Segunda Guerra Mundial, Betty transmitió un programa de radio llamado Las raciones de nuestra nación, donde ofrecía consejos sobre cómo cocinar con raciones limitadas. También promovía valores como la planificación, la nutrición y el ahorro, siendo parte activa del esfuerzo doméstico durante tiempos difíciles.
El “Betty Crocker Cookbook”, publicado por primera vez en 1950, ha vendido millones de copias y ha sido traducido a múltiples idiomas.
Su influencia se expandió
Durante décadas, Betty ha representado no solo una marca de comida, sino un estilo de vida. Su nombre sigue siendo utilizado para lanzar nuevos productos, desde brownies hasta mezclas para panqueques y cupcakes, manteniendo la tradición de hacer que cocinar en casa sea más fácil para todos.
Datos curiosos que quizás no sabías
- Betty Crocker recibió cartas reales de fans. En las décadas de 1930 y 1940, recibía hasta 5,000 cartas al día, muchas dirigidas como si fuera una persona real.
- Tiene su propia línea de electrodomésticos y utensilios de cocina, además de decenas de productos alimenticios.
- En 2006, Betty Crocker fue nombrada como una de las “100 personas más influyentes del siglo XX” por la revista Advertising Age, una hazaña impresionante para alguien que nunca existió.
¿Por qué funcionó?
La clave del éxito de Betty Crocker está en su humanización. A diferencia de otras marcas que solo promocionan productos, Betty ofrecía soluciones, acompañamiento y una voz cercana. Su carácter evolucionó con las generaciones, reflejando cambios sociales y culturales, desde la cocina tradicional de posguerra hasta la diversidad moderna.
Además, representó una figura de autoridad femenina en tiempos en que las mujeres aún no tenían un rol prominente en los medios. Aunque su existencia era ficticia, sus consejos eran útiles, su presencia era constante y su imagen generaba confianza.
Betty Crocker es mucho más que una marca. Es un fenómeno cultural que, aunque comenzó como una simple firma en una carta, creció hasta convertirse en un símbolo de la cocina estadounidense. Su historia demuestra cómo una buena narrativa, sostenida con coherencia y empatía, puede crear un personaje más real que muchos de carne y hueso.
Así que la próxima vez que veas una caja de pastel con su nombre, recuerda: Betty no existió, pero millones de personas creyeron en ella. Y aún lo hacen.
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