Seguro más de una vez has dicho “pásame una Crayola”, “escribe un post-it” ¿Quién no ha pedido un Kleenex, un Tupper?
Sin darnos cuenta, estas marcas lograron algo que pocas consiguen: ser reconocidas como sinónimo del producto mismo y ahora son parte del lenguaje diario. Este fenómeno se llama «vulgarización de marca», y sucede cuando una empresa tiene tanto éxito con un producto que su nombre se vuelve sinónimo del objeto en general.
El problema (para las marcas) es que, si esto pasa, pueden incluso perder los derechos de su nombre comercial, ya que deja de identificarse con una empresa específica y pasa a usarse de forma genérica.
Crayola
Crayola nació en 1903, pero su historia empieza un poco antes, con la empresa Binney & Smith, fundada en 1885 por Edwin Binney y su cuñado C. Harold Smith, y fabricaban pigmentos industriales. Pero querían hacer algo para los niños, pues en esos años, los crayones que existían eran caros o tóxicos, crearon una versión segura, económica y colorida y así nacio el primer set Crayola con 8 colores por solo 5 centavos.
El nombre «Crayola» viene de la combinación de las palabras en francés craie (tiza) y oléagineux (oleoso), elegido por la esposa de Edwin Binney, Alice Stead Binney. ¡Así de elegante!
Crayola no solo se convirtió en sinónimo de crayones, sino en una marca amada por generaciones. Hoy en día tiene más de 400 tonos distintos y cada año se producen más de 3 mil millones de crayones Crayola. Si los alinearas uno tras otro… ¡darías la vuelta al mundo varias veces!
Kleenex
¿Tienes gripe? ¿Estás llorando por tu ex o viendo una peli triste? Lo más probable es que alguien te haya ofrecido un Kleenex. Pero ojo: lo que te están dando no es un “kleenex”, es un pañuelo desechable.
En los años 20, la empresa Kimberly-Clark, lanzó Kleenex como un papel desmaquillante de lujo, dirigido a mujeres elegantes que querían quitarse el maquillaje sin dañar su piel. Estaba hecho con un material suave, llamado Cellucotton, que se había desarrollado originalmente como sustituto del algodón durante la Primera Guerra Mundial.
Pero la gente le dio otro uso, resulta que los consumidores comenzaron a usar Kleenex como pañuelo desechable para la nariz, especialmente durante resfriados o alergias. Kimberly-Clark se dio cuenta y ¡pum!, cambió su marketing. En lugar de resistirse, decidieron adaptarse y convertirlo en el pañuelo facial por excelencia.
Con el tiempo, Kleenex se volvió tan popular que la gente comenzó a usar su nombre para cualquier pañuelo desechable, sin importar la marca. Kimberly-Clark ha tratado de proteger su nombre legalmente, pero en muchos países ya es casi imposible separarlo del producto.
Tupperware
¿Llevas tu comida al trabajo en un tupper? Pues déjame decirte que probablemente lo que llevas no es un Tupperware… aunque así le digamos todos.
Tupperware nació en 1946, gracias a Earl Tupper, un químico estadounidense que inventó un tipo de plástico liviano y resistente. Lo que lo hizo famoso no fue solo el envase, sino el sistema de ventas: en los años 50, las amas de casa organizaban las famosas Tupperware Parties en casa para venderlos entre amigas. ¡Todo un fenómeno social!
Tupperware revolucionó la forma de guardar alimentos y convirtió esos recipientes con tapa hermética en sinónimo de practicidad en la cocina. Hoy usamos “tupper” para referirnos a cualquier contenedor de plástico… aunque no sea de la marca.
Post-it
Las notitas de colores que pegas en el refri o en tu compu para recordar algo no son “post-its”… a menos que sean de la marca 3M.
La historia del Post-it es un accidente afortunado. Todo comenzó con un accidente feliz en los laboratorios de 3M. En 1968, el científico Spencer Silver intentaba crear un súper adhesivo… pero terminó inventando uno débil. Años después, su colega Art Fry lo usó para marcar su himnario en el coro y pensó: “¡Esto sería genial como nota removible!”
Así nació el Post-it, lanzado oficialmente en 1980. Las notitas amarillas se convirtieron en un ícono de oficina y creatividad, ¡aunque hoy haya mil colores y formas! Y sí, usamos “post-it” para cualquier notita… pero el nombre es solo de 3M.
Jacuzzi
¿Un baño con burbujas? ¿Un momento de relax en un hotel? Todos lo llamamos “jacuzzi”, pero en realidad ese es el nombre de la empresa que popularizó las tinas de hidromasaje. Todo comenzó con los hermanos Jacuzzi,(¡sí, así se apellidaban!) una familia de inmigrantes italianos que se estableció en California a principios del siglo XX.
En 1940, uno de los hermanos diseñó una bomba de hidromasaje portátil para ayudar a un miembro de la familia que sufría de artritis reumatoide. La idea era aliviar el dolor muscular a través de chorros de agua caliente. Este invento fue tan eficaz que no tardó en captar la atención del público.
Pero la gran revolución llegó en 1968, cuando Candido Jacuzzi creó la primera tina con sistema de hidromasaje integrado, pensada para uso doméstico. Así nació la primera «Jacuzzi®», una combinación perfecta entre tecnología, salud y bienestar. Lo que comenzó como una solución terapéutica, se transformó en un símbolo de lujo y disfrute.
Con el tiempo, el nombre Jacuzzi se volvió tan popular que hoy usamos la palabra para referirnos a cualquier bañera con burbujas o chorros… aunque no sea de la marca original.
Así que la próxima vez que digas “vamos al jacuzzi”, recuerda que estás nombrando a una familia innovadora que cambió para siempre cómo nos relajamos.
Velcro
Ese cierre mágico que encuentras en los zapatos de niños o en mochilas tiene un nombre: velcro. Pero nuevamente, no es un tipo de producto, es una marca.
Todo comenzó en 1941, cuando el ingeniero suizo George de Mestral salió a pasear por el bosque con su perro . Al regresar, notó que unas pequeñas rebabas (esas bolitas pegajosas de plantas) se habían quedado adheridas al pelaje del perro y a su ropa. En lugar de molestarse, George se preguntó: ¿cómo se pegan tan bien? Al observarlas bajo el microscopio, vio que estaban llenas de ganchitos diminutos que se enganchaban a cualquier superficie con pelusa o fibras. ¡Y ahí tuvo su gran momento eureka! ????
Pasó varios años perfeccionando su invento, y en 1955 patentó el “velcro”, una combinación de dos palabras en francés: “velours” (terciopelo) y “crochet” (gancho). Así nació este sistema de cierre de dos partes: una con pequeños ganchos y otra con bucles suaves.
Primero se usó en la industria aeroespacial (sí, los astronautas necesitaban un cierre práctico en gravedad cero ), luego se popularizó en ropa, calzado, equipo médico y juguetes.
Hoy decimos “velcro” como si fuera cualquier tipo de cierre de gancho y bucle, aunque en realidad es el nombre de una marca registrada.
Rímel
Este es de los clásicos. Mucha gente piensa que “rímel” es sinónimo de máscara de pestañas… pero en realidad era una marca, ¡y muy antigua!
Todo comienza en el siglo XIX, cuando el maquillaje aún era algo reservado para actrices y mujeres “atrevidas”. Pero fue Eugène Rimmel, un perfumista franco-británico, quien revolucionó todo.
En 1834, fundó su empresa de cosméticos en Londres y creó uno de los primeros productos para oscurecer y espesar las pestañas, usando una mezcla de polvo de carbón y vaselina. Tan popular se volvió su invento que, en muchos idiomas, como el español, italiano y turco, la palabra “rímel” se convirtió en sinónimo de máscara de pestañas, aunque hoy existan muchas marcas.
Pritt
Los niños de todo el mundo usan pegamento en barra y, sin pensarlo, lo llaman “Pritt”
La historia del Pritt Stick comienza en 1969, cuando la empresa alemana Henkel —sí, la misma de los detergentes— quiso reinventar la manera en que la gente pegaba papel. Hasta entonces, los adhesivos venían en frascos con brocha o en pastillas complicadas de aplicar. Fue entonces que uno de sus ingenieros, Wolfgang Dierichs, se inspiró en… ¡el formato del lápiz labial!
Pensó: ¿y si el pegamento pudiera aplicarse así de fácil, sin derrames, sin brochas, sin desastres? Así nació el primer pegamento en barra del mundo: el Pritt Stick.
Fue la primera barra adhesiva del mundo y se volvió tan popular que hoy muchas personas usan “pritt” para referirse a cualquier barra pegamento. Seguro tú también alguna vez dijiste: «pásame el Pritt», aunque fuera de otra marca
Curitas
Las tiritas adhesivas para heridas también tienen su historia de marca. “Curitas” es como conocemos a los apósitos adhesivos, pero en realidad es una marca de Beiersdorf, la misma empresa de Nivea. En otras partes del mundo se les llama Band-Aid, otra marca registrada (de Johnson & Johnson). Pero todos, en esencia, hablamos de lo mismo: pequeñas tiritas para cubrir una cortada o ampolla.
Para nosotros, los usuarios, puede parecer un detalle sin importancia, pero para las marcas es un gran dolor de cabeza. Si un nombre se vuelve demasiado genérico, puede perder su exclusividad legal y con ello, millones en valor comercial. Por eso muchas empresas luchan por proteger sus nombres y recordarnos (sutil o no tan sutilmente) que no todo lo que parece un Kleenex es un Kleenex.
Así que ya sabes: la próxima vez que pidas un “rímel”, un “tupper” o un “jacuzzi”, ¡puede que estés hablando de una marca sin darte cuenta!
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