Así es como la personalidad volátil de Elon Musk afecta los negocios, quien en los últimos años, ha presentado un giro dramático.
Por: Pablo Meyer, experto en comunicación y mercadotecnia, y director de Pablo Meyer y Asociados
Por décadas, los expertos en marketing han advertido sobre los riesgos de vincular una marca de forma excesiva a una figura pública.
La historia está llena de ejemplos —desde celebridades deportivas hasta fundadores carismáticos— en los que una reputación individual, por muy brillante que parezca, puede convertirse en un arma de doble filo.
El caso de Elon Musk es uno de los ejemplos más fascinantes —y alarmantes— de esta dinámica. Musk no solo es el fundador de Tesla, SpaceX y otras empresas que redefinen industrias; él mismo se ha convertido en una marca global.
Durante mucho tiempo, esa marca personal fue sinónimo de innovación, disrupción tecnológica y un compromiso con causas progresistas como la sostenibilidad ambiental. Para muchos, era el arquetipo del emprendedor visionario del siglo XXI.
También era, y sigue siendo, el hombre más rico del mundo. En diciembre de 2024, su fortuna alcanzó los 486 mil millones de dólares, solo para descender a cerca de 330 mil millones en marzo de 2025. Esta volatilidad no solo refleja la naturaleza del mercado, sino también el impacto directo de sus decisiones personales sobre la percepción de sus empresas.
De admirado a polarizante: el giro inesperado de Elon Musk
En los últimos años, hemos presenciado un giro dramático. La figura de Musk ha dejado de ser universalmente admirada para convertirse en una de las más polarizantes del ámbito empresarial. Su compra de Twitter (ahora «X») y los cambios radicales que implementó —desde la permisividad con discursos de odio hasta la censura selectiva de voces críticas— rompieron con la imagen de un líder abierto y progresista.
Este «Musk 2.0», como algunos lo llaman, ha tomado decisiones que han tenido consecuencias muy concretas y negativas para las marcas que encabeza.
Su alineación con la administración de Donald Trump, como director de la recién creada agencia DOGE, provocó una reacción adversa no solo en los Estados Unidos, sino en Europa, donde el electorado es mucho más sensible a posturas conservadoras y autoritarias. La posterior ruptura pública con Trump y su amenaza de crear un nuevo partido político no hicieron sino aumentar la percepción de inestabilidad.
Cae Tesa pero aumentan las ventas de vehículos eléctricos en Europa
Desde el punto de vista de marca, las consecuencias han sido inmediatas y medibles. Tesla, que hasta hace poco era «la niña de los ojos» del mercado de vehículos eléctricos, ha sufrido caídas de ventas dramáticas en mercados clave:
- En Alemania, las ventas se redujeron un 59.5% en enero de 2025 en comparación con el mismo mes del año anterior.
- En Francia, la caída fue del 63%.
- Suecia y Noruega reportaron reducciones del 44% y 38%, respectivamente.
- Incluso en California, bastión de Tesla y el estado más liberal de EE. UU., las ventas disminuyeron un 11.6% en 2024.
Lo más revelador es que estas caídas se dieron en un contexto de crecimiento generalizado del mercado de vehículos eléctricos en Europa, que aumentó un 37.3% durante el mismo periodo. Es decir, Tesla no cayó con el mercado: fue una caída provocada por factores internos.
Y no es solo una cuestión de política o ideología. El lanzamiento del Cybertruck, un modelo largamente anticipado, se convirtió en un ejemplo de cómo el exceso de confianza puede socavar una marca. Su diseño controversial y sus múltiples fallas de manufactura han generado burlas y decepción, a pesar de haber acumulado más de un millón de reservaciones. En 2024 se vendieron apenas 39,000 unidades, y para 2025 apenas se ha llegado a 46,000.
En redes sociales circulan imágenes de dueños de Tesla quitando el emblema de sus autos por vergüenza, e incluso autos ‘grafiteados’ en señal de protesta. Son expresiones simbólicas de un problema más profundo: cuando la marca de un producto se confunde con la personalidad de su fundador, cualquier desviación de esa persona puede desencadenar una crisis reputacional.
Marcas al borde
Este fenómeno no es exclusivo de Musk. El caso de Kanye West y su línea Yeezy con Adidas es otro ejemplo contundente. Durante años, la colaboración fue un fenómeno cultural y comercial, redefiniendo la estética del calzado deportivo. Sin embargo, los comentarios antisemitas y el comportamiento errático del artista terminaron en la ruptura del acuerdo y la retirada de productos del mercado. La marca Yeezy, que había alcanzado miles de millones en valor, perdió casi todo su posicionamiento en cuestión de semanas.
También vale la pena recordar el caso de WeWork y su fundador Adam Neumann. Su personalidad carismática y su visión disruptiva captaron la atención del mundo empresarial, pero su falta de control financiero y sus decisiones impulsivas provocaron una caída estrepitosa. Lo que prometía revolucionar el trabajo colaborativo terminó convertido en una advertencia sobre los peligros del culto a la personalidad.
El caso de Elon Musk debe ser estudiado con atención en escuelas de negocios y departamentos de marketing de todo el mundo. No solo por su ascenso meteórico, sino por lo que su transformación revela sobre la fragilidad de las marcas personalistas. Steve Jobs, Henry Ford y Thomas Edison también fueron figuras fundamentales para sus empresas, pero supieron mantener un equilibrio entre el liderazgo visible y la institucionalidad de sus marcas.
En cambio, Musk parece empeñado en que su identidad y la de sus empresas sean una sola, incluso cuando sus decisiones personales entran en conflicto con los valores que originalmente atrajeron a sus consumidores.
Hoy, más que nunca, debemos recordar que una marca no solo vende productos: vende promesas, valores, aspiraciones. Y esas promesas pueden romperse cuando su vocero principal deja de representarlas.