Hay canciones que duelen. Y hay canciones que se convierten en espejos de una época, de un estado emocional, o incluso de algo que no se decía abiertamente. “Gavilán o paloma”, interpretada por José José en 1977 ese clásico eterno del despecho y la desilusión de José José, es una de ellas. Un himno al desencanto amoroso y al ego herido, sí… pero ¿y si leemos la letra desde otra perspectiva?
¿Qué tal si esa mujer que el “Príncipe de la Canción” no logra conquistar simplemente no estaba interesada en los hombres?
¿Gavilán o Paloma?
La historia que cuenta la canción es clara: un hombre experimentado, supuestamente seguro de su poder de seducción (el gavilán), se encuentra con una mujer que parece frágil o ingenua (la paloma) que lo desconcierta. Él, acostumbrado a conquistar, se convierte en el conquistado. Ella, a quien creyó ingenua, resulta inalcanzable. El título mismo plantea un juego de opuestos: el gavilán, símbolo de lo dominante, y la paloma, de lo delicado y frágil. Pero al final, esa paloma no es lo que él creía. Lo desarma, lo deja solo. Lo “trampa”.
“Esa noche entre tus brazos caí en la trampa, cazaste al aprendiz de seductor”
Resulta que él cae rendido, ilusionado y luego…
“Al mirarte me sentí, desengañado, solo me dio frío tu calor, lentamente te solté de entre mis brazos, Y dije estate quieta, por favor”
¿Y si la supuesta “trampa” no fue tal, sino simplemente una relación imposible desde el principio? ¿Y si el gavilán se enamoró de una paloma que, simplemente, no volaba en su misma dirección?
La canción no lo dice explícitamente, claro. Estamos hablando de los años setenta en México, un país profundamente conservador. Pero en los silencios, en los gestos del desamor inexplicable, en la negación de la reciprocidad… hay espacio para leer entre líneas. Para imaginar que esa mujer no lo rechazó por fría o manipuladora, sino porque nunca estuvo interesada en jugar ese juego.
Esta lectura no pretende “reclamar” la canción para la comunidad LGBTQ+, sino más bien abrir un espacio de interpretación. Cuántas veces hemos estado del lado del que ama sin ser correspondido, sin entender por qué. Y cuántas veces esa incomprensión ha tenido que ver con el simple hecho de que la otra persona no comparte nuestra orientación, pero no se podía decir.
José José canta con el corazón abierto. Su dolor es real. Pero tal vez, sin saberlo, estaba contando una historia que muchas personas queer vivieron desde el otro lado: tener que rechazar el amor de alguien que simplemente no podía entender que no eras “fría”, ni “calculadora”, ni “paloma fingida”. Simplemente eras otra cosa.
“Pobre tonto, ingenuo, charlatán, que fui paloma por querer ser gavilán”
En la canción de José José, es fascinante que su personaje masculino, tan profundamente herido por la incomprensión del desamor, pueda encarnar también una fragilidad queer sin saberlo. Porque en su narrativa hay algo que conecta con las historias de quienes han amado sin ser vistos, de quienes han dado todo y han sido rechazados sin entender por qué. En ese sentido, el “gavilán” se vuelve paloma sin darse cuenta. Y el dolor de esa transformación lo hace humano.
Esta lectura alternativa de “Gavilán o paloma” no busca reescribir la canción, sino abrir una grieta en su sentido. Una grieta que permita a otras personas reconocerse en el relato. Porque, curiosamente, muchas canciones del repertorio romántico latinoamericano tienen ese potencial de doble lectura.
En tiempos actuales, donde la diversidad sexual se visibiliza cada vez más (aunque aún con resistencias), releer estas canciones puede ser una forma de reconciliarnos con el pasado. De encontrar en las melodías que nos criaron otras voces, otros sentidos. De comprender que no todos los rechazos son por desamor, y que a veces simplemente no estábamos hablando el mismo idioma del deseo.
“Gavilán o paloma” sigue siendo un bolero de antología, pero también puede ser —si queremos— una crónica de un desencuentro entre orientaciones que no se supieron nombrar.
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