Gerber, la icónica marca de alimentos infantiles conocida por sus frascos con purés de frutas, verduras y proteínas para bebés, protagonizó en los años 70 uno de los casos de estudio más peculiares y comentados del mundo del marketing. En un intento por expandir su mercado, la empresa decidió lanzar una línea de productos para un público completamente diferente: los adultos jóvenes.
Sí, así como suena: comida en frascos de vidrio, en forma de papillas o purés, dirigida a estudiantes universitarios y jóvenes profesionales con poco tiempo para cocinar. El proyecto fue bautizado como “Gerber Singles”, y no tardó en pasar de ser una idea innovadora a un ejemplo clásico de lo que no hacer en el lanzamiento de un producto.
La lógica detrás de la idea
Desde el punto de vista empresarial, la lógica parecía razonable. En los años 70, un número creciente de jóvenes comenzaba a vivir solos en ciudades universitarias o por cuestiones laborales. Muchos de ellos no sabían cocinar o simplemente no querían perder tiempo en la cocina después de un largo día.
Gerber pensó que podía aprovechar su experiencia en alimentos preparados y su infraestructura de producción para ofrecer una solución lista para comer, nutritiva y fácil de almacenar. En otras palabras: si los purés son tan buenos para los bebés, ¿por qué no lo serían también para adultos solteros?
El concepto apuntaba a la comodidad. “Gerber Singles” se lanzó con la promesa de ahorrar tiempo, eliminar la necesidad de cocinar, y ofrecer comidas “suaves” y saludables que se pudieran consumir directamente del frasco, sin ensuciar platos.
El choque con la realidad
A pesar de su aparente lógica, el producto fracasó estrepitosamente, y hoy es recordado como una de las ideas más desafortunadas en la historia del marketing moderno.
El principal problema no fue la calidad del producto —Gerber sabía hacer comida y sus purés no eran malos—, sino todo lo demás: el empaque, la presentación, el posicionamiento… y sobre todo, la percepción.
Los frascos eran idénticos a los que la marca usaba para sus alimentos infantiles. Para los consumidores, la idea de comer comida para bebés (aunque técnicamente no lo fuera) era simplemente inaceptable. La textura, el formato, e incluso el solo hecho de tener que abrir un frasquito con una etiqueta de Gerber generaban un rechazo inmediato.
Además, el nombre “Singles” no ayudó. En lugar de sonar moderno o cosmopolita, evocaba soledad, aislamiento y una vida poco apetecible. Nadie quería sentarse a comer solo un puré de pavo con zanahorias en un frasco, sin compañía, sin cocina… y sin dignidad.
Un caso clásico de malentendido del consumidor
Lo que Gerber falló en entender fue algo fundamental: la identidad del consumidor adulto joven. Este segmento, aunque busque practicidad, también busca experiencia, estilo y un sentido de madurez o independencia. Para ellos, alimentarse como un bebé no era moderno ni conveniente. Era humillante.
En lugar de sentirse identificados, los consumidores se sintieron alienados. Nadie quiere regresar simbólicamente a la infancia cuando está tratando de construir una identidad adulta. Es como si una marca de ropa decidiera vender pijamas con piecitos para adultos… por muy cómodos que sean, no es algo que quieras llevar a una cena con amigos.
Lecciones que dejó “Gerber Singles”
Hoy, más de 50 años después, “Gerber Singles” es frecuentemente citado en cursos de marketing, psicología del consumidor y estrategia de marca como un ejemplo de desconexión entre producto y público objetivo.
Estas son algunas de las lecciones clave que dejó esta fallida apuesta:
- El contexto lo es todo. Un producto no solo debe ser útil o funcional, sino también aceptable y atractivo para quien lo consume. El formato de bebé no era algo que un adulto quisiera repetir.
- La identidad del consumidor importa. Las marcas deben comprender profundamente los valores, aspiraciones y percepciones de sus audiencias. No basta con una necesidad funcional; también hay que conectar emocional y simbólicamente.
- La innovación debe considerar la percepción. Un producto innovador mal presentado puede fracasar por rechazo instintivo. A veces no es lo que se vende, sino cómo se vende.
- No todo lo que funciona en un nicho se puede escalar. La comida en frascos funcionaba con los bebés porque ellos no tienen prejuicios ni preocupaciones estéticas o identitarias. Los adultos sí.
¿Y si se intentara hoy?
Curiosamente, en la actualidad la idea de comidas listas para consumir ha tenido un regreso, pero con formas mucho más estilizadas. Existen marcas de smoothies, purés saludables en empaques modernos, e incluso sopas listas para tomar directamente de botellas o bolsas.
La diferencia radica en el branding y el contexto. Ahora se venden como alimentos “healthy”, “plant-based”, “superfoods”, con empaques minimalistas, colores modernos y nombres que apelan a la vitalidad, la juventud o la eficiencia. Son exactamente el mismo concepto… pero bien ejecutado.
Si Gerber hubiera reinventado la idea en un envase diferente, con otro nombre, y sin asociarse con su imagen infantil, tal vez la historia sería otra.
También puedes leer: ¿Y si te dijera que podrías nadar en todo el oro que existe?