Recuerdos del Líbano: vida y esperanza después de la guerra

Recuerdos del Líbano: vida y esperanza después de la guerra

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Lydia Perelman vivió una infancia feliz en el Líbano, hasta que los conflictos bélicos marcaron su vida. Su historia es un testimonio de resiliencia, de adaptabilidad. Desde su infancia protegida por la comunidad cristiana hasta su huida a México tras la Guerra de Yom Kippur. Hoy, agradece a nuestro país por brindarle un nuevo hogar, reflejando la fortaleza de los refugiados y su capacidad de encontrar esperanza en medio de la adversidad. 

Lydia Perelman es una mujer brillante. Nació en el Líbano, un día frío, en febrero de 1954.  Su apellido paterno es Kodari, y el materno es Zaya, de Musalia, Damasco. Su abuelo era libanés.

Si quieres saber más acerca de esta historia, te invito a ver la entrevista completa a continuación:

El Líbano en aquel entonces era, y continúa siendo, un país único. Es la única nación árabe no musulmana del Medio Oriente. Vivir allí era muy fácil. La gran mayoría de su población es cristiana, la comunidad judía es la única comunidad del Medio Oriente que aumentó, después de la declaración del Estado de Israel después de 1948. Esto se debe a que vinieron de Irak y de Siria.

“Fuimos muy protegidos por los cristianos como población de la comunidad judía. Éramos muy amigos, colaborábamos, nos sentíamos muy libaneses, vivíamos bien”, recuerda Lydia. Su padre,  era profesor en la escuela a la que Lydia asistía. Aceptaban chicos cristianos, pero la mayoría de ellos eran judíos, como ella. “Aprendimos desde chiquitos tres idiomas: francés, porque el Líbano estuvo bajo mandato francés; hebreo y el árabe. Cada maestro tenía su pizarrón: el maestro árabe tenía su pizarrón en árabe, el de hebreo en hebreo y el francés en francés. Fue una infancia muy feliz.

De la paz a la angustia: El estallido de la Guerra de los Seis Días

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El Líbano en los años cincuenta.

Pero esa felicidad se fue convirtiendo en angustia, en guerra. De repente, estalló La Guerra de seis días, un conflicto militar breve pero significativo, que tuvo lugar del 5 al 10 de junio de 1967, entre Israel y una coalición de países árabes formada por Egipto, Jordania y Siria.

Lydia estaba en la escuela. Recuerda ese día como un día fue terrible. Todos los papás fueron a recoger sus hijos. Como su papá era parte de la escuela, nadie iba por ella. Se sentía sola. “Los muchachos nos pusimos a leer. Estábamos muy asustados. Los papás entraban al salón. Decían: vienen por «fulanito», vienen el otro «fulanito»…Yo estaba esperando que mi papá acabara su trabajo en la escuela.”

Afortunadamente, a la comunidad judía le fue muy bien. Se escondieron en pueblos aledaños, por ejemplo, en un pueblo cristiano que se llama Brummana. Allí se quedaron en un hotel, protegidos por los cristianos.  También había maronitas, drusos. El padre de Lydia era muy sionista. Escuchaba por radio Cada hora con Israel, que era la voz de Israel, la radio israelí. Todos estaban muy pendientes de la guerra, pero tenían muy claro que eran libaneses. Querían mucho al Líbano, era parte de ellos.

Finalmente Israel salió victorioso, pero quedó mucho rencor y enojo entre la población. Lydia y su familia siguieron viviendo en el Líbano, pero unos años después, comenzaron a salir del país una gran cantidad de judíos. Los primeros en partir fueron los muchachos, su grupo de amigos. Y comenzaron las tristes despedidas. Hasta a su propio novio tuvo que despedir Lydia…“Mi padre decía: yo no puedo ir como un capitán de un barco. Yo voy cuando todo el mundo se baje. Yo me voy. Mi mamá, por su parte, tenía hermanos en México y decía: nos vamos, nos vamos.” Recuerda.

La crisis palestina y la formación de un estado dentro del Líbano

Pero el principio del fin comenzó en 1970, cuando el rey Hussein expulsó a todos los palestinos de Jordania, y estos migraron al Líbano y los trasladaron a campos de refugiados. Suleiman Frangieh era el presidente de ese entonces. Sin embargo, los palestinos salen de estos espacios y comienzan a formar “un estado dentro de otro estado”, de acuerdo con lo narrado por Lydia.

Comienzan los secuestros de aviones, ya que “el headquarter” de organizaciones como la Organización de Liberación Palestina (OLP) era el Beirut. “Cada vez que había un evento así en el Líbano, nuestras vecinas, que eran muy amigas nuestras, con las que tomaban café nuestras madres ya no nos hablaban, como si nosotros, los chicos, fuéramos los culpables de esa división”, asegura Lydia.

Es en este momento en el que Lydia decide hacer una confesión: “Mis amigos y yo fuimos al aeropuerto de Beirut, cuando Israel entró y quemó 13 aviones del Middle East Airlines; se veía por las dunas del lado del mar, y vimos cómo llegó Israel. Queríamos ver qué pasó, y luego nos fuimos. Recuerdo que mi papá me dio una paliza, decía que si alguien hubiera reconocido que era judía y estaba viendo lo que sucedía ese día en el aeropuerto, me hubiera podido meter en problemas.”

La siguiente pregunta que hago a Lydia, tiene que ver con la guerra de Kom Kippur. Para quienes no saben, este conflicto armado, también conocido como la Guerra de Octubre, tuvo lugar del 6 al 25 de octubre de 1973 entre una coalición de estados árabes liderada por Egipto y Siria contra Israel.

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Soldado en la guerra de Yom Kippur.

Lydia nos cuenta que la guerra de Yom Kippur fue muy difícil. El contexto que nos da es que la comunidad judía no era ortodoxa pero sí muy tradicional y conservadora. Contrario a la guerra anterior, no comenzaron a salir del país, porque la coalición estaba ganando, entonces no había hostilidad hacia ellos. “La guerra de Yom Kippur se perdió los primeros días porque los egipcios tenían unos misiles que se llamaban Sam que seguían el calor; entonces los aviones israelíes subían y luego venían estos misiles. Hasta que Israel se dio cuenta de que tenía que los misiles se perdieran.”

Le pregunto a Lydia quién les dijo que salieran del Líbano. Me cuenta que nadie dijo “salgan” como tal. Lo que sucedió es que empezaron a secuestrar, por ejemplo, a Albert Elia, quien era secretario de la comunidad judía. En casa de Lydia, comenzaron a ponerse nerviosos. Si su mamá tardaba dos minutos en llegar, su padre se asustaba, y viceversa.

Lydia abre un paréntesis en la historia. Nos cuenta que en Siria había mucha represión contra los judíos. Entonces, los chavos judíos sirios de Damasco, cruzaban las montañas del Líbano hasta llegar a la colonia judía, al suburbio donde estaba el templo. Se escondían en la escuela en la que enseñaba su papá, la cual estaba cerrada. Allí, la comunidad les enviaba comida. Cuando estos chicos partían hacia el Líbano, encarcelaban a sus papás, pero aun así los chicos los hacían. “Mi papá trabajaba con la Cruz Roja Internacional para que estos muchachos pudieran salir por el mar rumbo a Israel. Había mucho miedo.” Recuerda Lydia.

Una vez se termina la guerra de Yom Kippur en 1973, los palestinos ya habían conformado “un estado dentro de otro estado.”  De repente, comenzaron a enviar a cristianos al ejército, para que aveces fueran a proteger el suburbio judío y el templo. Pero luego ya no podían, porque estaban atendiendo otros asuntos. Las prioridades ahora eran la OLP y la Organización Civil Liberal. Cada vez eran menos.

Por otro lado, Isaac era el hermano de Lydia y estaba haciendo su licenciatura en París. “Todo el tiempo nos decía: salgan, salgan del Líbano. Nos informaba de las noticias internacionales y se oían muy mal. Nos decía: les aconsejo que ya salgan, porque esto va a arder. No hay manera, ya no hay lugar para ustedes”, asegura Lydia.

Había llegado la hora de que esa Lydia de 19 años, se despidiera de su familia, amigos, escuela. Y eso le generaba mucha angustia. Pronto, se embarcaría rumbo a otro país, México, a hacer una nueva vida; en donde sí tenía familia, pero era comenzar de nuevo, y eso genera miedo.  Porque además “esa Suiza de Oriente Próximo”, esa Riviera francesa en pleno Medio Oriente, era un mundo perfecto. Y ahora debían dejarlo para siempre… Despedirse es muy duro. Dejar, soltar, empacar maletas… Y Lydia tuvo que dejar muchas cosas. Su padre, por ejemplo, tuvo que dejar un terreno en el sur del Líbano.

El dolor de despedirse y el comienzo de una nueva vida

Cuando llegaron a México, el papá de Lydia entró en una profunda depresión. Se sentía muy solo. “Fuera de lugar”, como se dice.  Decía que se quería regresar, que si ellos querían quedarse, adelante. Luego, se le sumó el otro hermano de Lydia, a tal punto que su mamá escondió todos los pasaportes por su bien. “Mi hermano chico decía que mi mamá era mala por quitarnos el pasaporte”, comenta. Pero es que sí es muy difícil: no hablas el idioma, extrañas la comida y a tu gente.

Sin embargo, todos ya se habían ido del Líbano. Partieron rumbo a Canadá, Brasil, Italia, Israel. Incluso durante un tiempo, Lydia y sus amigos armaron una comunidad en Facebook de casi 8,000 personas, entre miembros de la comunidad judía libanesa y muchas familias de origen askenazi que fueron al Líbano; judíos que habían escapado del holocausto, de la Shoah: la «catástrofe» o la «destrucción» en hebrero.

Refugiados en México y la Guerra Civil libanesa

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Los padres de Lydia.

Una vez instalados en México en, arrancó la Guerra Civil en el Líbano, que duró desde 1975 hasta 1982, considerada el más fuerte de todos los conflictos. De ahí que la familia de Lydia decidiera definitivamente quedarse en México. Con lo poco que tenían, comenzaron desde cero.

Contrario a su situación, los primos de Lydia salieron del Líbano “bajo las balas”, “con una mano por delante y la otra por detrás”, sin papeles, sin fotos, sin recuerdos…

Durante esa guerra, Beirut se dividió en dos: el lado musulmán y el lado cristiano. Para cruzar de un lado al otro, había que tener un permiso especial. “Hubo muchos secuestros, matanzas, los musulmanes se apoderaron de las casas en los suburbios. Tomaron todo.” Asegura Lydia. Y es que la comunidad cristiana “estaba en lo suyo”. Ya no podía proteger a la comunidad judía.

Lydia nunca regresó a su país natal.  La guerra civil destruyó todo lo que conocía. Recuerda que después de la guerra, su hermano que vive en Londres, le envió una foto de su casa. De esa casa donde creció no quedaba nada. Tampoco de su escuela.  Sin embargo, el Líbano es un país resiliente, y surgió de sus cenizas como el ave Fénix. Reconstruyeron todo Beirut de manera muy pacífica, muy bonita.

Para finalizar, Lydia agradece mucho a México por recibirla a ella y a su familia desde hace 48 años. “Es un gran país, lo quiero mucho, es parte de mí. Me abrió las puertas, y tuve la oportunidad como refugiada, de tener un país que merecía.” A través de su relato, nos muestra la capacidad humana de adaptarse, de reconstruirse y de encontrar esperanza incluso en los momentos más oscuros. Su agradecimiento es un reflejo de la capacidad de ver la luz en medio de la oscuridad. Hoy, Lydia considera a México como parte de su identidad, y sigue siendo un testimonio de la fortaleza y el espíritu indomable de los refugiados.

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