Intrigante, seductora y letal, Ching Shih no solo desmanteló el orden patriarcal de la piratería, sino que se convirtió en la mente más brillante y temida de los mares. Su historia no es de tesoros escondidos, sino de estrategias, alianzas y un poder que ni el mismísimo emperador de China pudo doblegar.
Por: Ivana Von Retteg. Escritora, guionista, gran conocedora y lectora apasionada de la ficción náutica y la piratería. IG: @ivana_von_retteg X: @IvanavonRetteg
¿Alguna vez te has preguntado quién ha sido el pirata más temido de todos los tiempos? Imagina ver a estos hombres legendarios desenvainar sus espadas; o frente al timón de un enorme barco en busca de tesoros, entre cañonazos y espadazos.
Sin embargo, el pirata más temido de la historia no fue un hombre sino una mujer; y más allá de perseguir tesoros, persiguió el poder absoluto de los mares, dotada de una visión política insaciable y una inteligencia que la llevarían a comandar la mayor flota pirata y así doblegar al emperador de China. Esta es la historia de Ching Shih.
Nacida alrededor de 1775 en Guangdong o provincia de Cantón, China, Ching Shih (también conocida como Zheng Yi Sao) vivió sus primeros años en las calles; se ganaba el pan de todos los días por medio del robo, estafa y, como era común entre habitantes de menor oportunidad en la región costera, con el contrabando. Además, era lo que se conoce como una “Tanka”, es decir, pertenecía a un grupo étnico que no vivía en tierra como tal, sino en embarcaciones muy pequeñas estacionadas a lo largo de la costa.
A sus 26 años Ching Shih ya se dedicaba a la prostitución, a bordo de un Barco de Las Flores, como se llamaban a los burdeles flotantes de la zona. En el Barco de Las Flores recibía a toda clase de hombres, desde nobles pasando por soldados y piratas; se dice que todos ellos quedaban fascinados con su compañía, pues no solo era hermosa sino que también inteligente, carismática e ingeniosa; en otras palabras, sabía cómo entretener a cada uno de los clientes según su posición. Fue gracias a sus encantos que aprendió a extraer información valiosa y, en cierta forma, adquirió conocimientos sobre cómo “manejar” a los hombres a través de sus deseos y ambiciones.
Entre los hombres que quedaron cautivados y «a sus pies» estaba el pirata Zheng Yi, capitán de la temida Flota De La Bandera Roja, quien junto con sus hombres había llegado al Barco de Las Flores para secuestrar a las prostitutas. Bastó unos momentos frente a Ching Shih para que el capitán le pidiera matrimonio de manera impulsiva, pero ella, viendo una oportunidad que no volvería a presentarse, se aseguró de aceptar la propuesta únicamente si él le cedía el 50% de los botines que obtuvieran más el 50% del mando sobre todos sus hombres; algo totalmente descabellado considerando que en esos tiempos la mujer era vista como inferior al hombre.
Sin embargo, esto no detuvo al capitán Zheng Yi, y depositó su plena confianza en la inteligencia y aptitudes de Ching Shih; es más, la miraba como si supiera que se convertiría en su más grande cómplice, y sin temblarle la mano, le concedió todas sus peticiones a cambio de tenerla a su lado para siempre.
Bajo la influencia de la poderosa «Madame Ching», como comenzaron a llamar a Ching Shih, La Flota de la Bandera Roja fue «tomando fuerza», liderada por una mujer que planificaba sus ataques con audacia y sin piedad. Lo cierto es que en poco tiempo, se convirtieron en la pesadilla de las aldeas de la costa, cuyos habitantes preferían quemar sus locales por voluntad propia, antes que convertirse en el siguiente blanco de los piratas.
Cuando «Madame Ching» no encontró más aldeas para asaltar, redirigió su atención a los mares en lugar que los puertos, algo que se convirtió en un verdadero reto porque los asaltos en altamar eran competitivos entre todos los piratas de la zona.
Como pelear entre piratas por el territorio y por botines parecía absurdo a los ojos de una mujer, porque enfrentarse entre ellos llevaría a perdidas innecesarias, contempló la posibilidad de aliarse y unir fuerzas para volverse invencibles contra las naves imperiales y La Armada. Fue entonces cuando Ching Shih unió a los piratas en una misma sociedad perfectamente estructurada con sus respectivos códigos y reglamentos; y en tan solo seis años conformó una gran flota de 1500 naves que operaban a nivel internacional, perfectamente organizadas por colores.
De viuda a leyenda: el ascenso imparable de la reina pirata
En 1807, el capitán Zheng Yi murió por causas inconclusas que se han debatido a lo largo de la historia. De hecho, el folclor alrededor de su muerte, inspiró a Jorge Luis Borges a escribir “Historia Universal de La Infamia”, publicada en 1935, en donde narra que el capitán pirata fue supuestamente envenenado con un plato de orugas y arroz; sin embargo no ha sido comprobado.
A pesar de haber quedado viuda, Ching Shih recibió el apoyo incondicional de la tripulación y afianzó su posición de mando contrayendo matrimonio con el hijo adoptivo de Zheng Yi: Cheng Pao. El joven pirata era visto por los hombres como el heredero natural y legítimo sucesor del capitán, quien se encargaría de liderar la acción de batalla, mientras que Ching Shih maquinaría los planes de expansión de la flota, y manejaría los asuntos políticos.
Fue así como el ejército de «Madame Ching» estuvo compuesto por 2000 barcos divididos en seis flotas, y no menos de 70,000 hombres bajo su mando; además se enfrentaron a potencias importantes como La Compañía de Las Indias Orientales, el imperio portugués y Gran Qing, en los cuales la flota pirata siempre salió invicta.
Pero cuando el emperador Jiaqing perdió la paciencia ante la hostilidad de «Madame Ching» decidió pedir ayuda a la Armada Inglesa en un intento de unir fuerzas y formar una flota liderada por el almirante imperial estrella: Kuo Lang. Sin embargo la batalla naval fue larga, violenta y absolutamente en vano para el imperio chino: más de 60 de sus naves terminaron uniéndose al bando de los piratas, y las demás fueron quedando bajo el agua cañonazo tras cañonazo.
Así que, conforme la fiera reputación de «Madame Ching» que se extendía por el globo terráqueo, menos armadas estaban dispuestas a comprobar su poder. Así que finalmente el emperador admitió su derrota; se sintió no solamente inferior a una mujer sino a los piratas, así que ofreció una amnistía a «Madame Ching».
No obstante, como reina de los piratas, ella se negó a aceptar cualquier acuerdo que la beneficiara únicamente a ella y no a sus fieles, por lo que se presentó, imponente, ante las puertas del palacio y exigió al mismísimo emperador que el indulto se extendiera a sus piratas. Lo curioso del caso es que uno de los más importantes códigos de La Flota de La Bandera Roja dictaba que los desertores de la tripulación serían castigados con la muerte, entonces resultaba deshonorable que «Madame Ching» se retirara sin los demás. Así que firmó un tratado en 1810, ante toda la armada, y la reina de los piratas se retiró invicta y vivió el resto de sus días en paz.
Es así como el nombre de Ching Shih sigue surcando los mares como una sombra indomable. Porque no fue un mito… fue un imperio.