En una situación que ha encendido las alarmas, las autoridades de Oregón, Estados Unidos, han anunciado la presencia de un caso inusual de peste bubónica en un residente del condado Deschutes. La enfermedad, asociada históricamente con la ‘peste negra’ que devastó Europa en el siglo XIV, se cree que fue transmitida por un gato doméstico.
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Aunque la identidad del paciente no ha sido revelada, se informó la semana pasada que la persona afectada está bajo tratamiento y que se presume que contrajo la enfermedad a través de su mascota. El doctor Richard Fawcett, oficial de salud del condado Deschutes, aseguró que se tomaron medidas preventivas al contactar a todas las personas cercanas al paciente y a su animal, proporcionándoles medicamentos preventivos.
Los síntomas de la peste en humanos pueden manifestarse hasta ocho días después de la exposición a un animal infectado o a una pulga. Fiebre, náuseas, debilidad, escalofríos y dolores musculares son algunas de las señales. Si no se diagnostica a tiempo, la enfermedad puede evolucionar hacia formas más severas, como la peste septicémica o pulmonar, ambas consideradas graves.
A pesar de la gravedad histórica de la peste, se ha destacado que este caso fue identificado y tratado en sus primeras etapas, minimizando así el riesgo para la comunidad. El Departamento de Salud de Oregón señaló que la peste es poco común en la región, y el último caso reportado data del año 2015.
Epidemias por peste

A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, comparada solo con la devastación causada por la peste durante el imperio de Justiniano en los siglos VI y VII. Desde entonces, la peste negra se convirtió en una compañera constante de la población europea hasta su último brote a principios del siglo XVIII. Sin embargo, el mal nunca volvió a manifestarse con la virulencia de los años 1346-1353, cuando impregnó la conciencia y la conducta de las personas, afectando a todos, sin distinguir entre pobres y ricos.
La peste bubónica, según registros históricos, pudo haber tenido su origen en el kanato de la Horda de Oro, ubicado en el actual Uzbekistán. Desde allí, la terrible plaga procedente de Asia se extendió rápidamente por toda Europa, ayudada por las pésimas condiciones higiénicas, la mala alimentación y los rudimentarios conocimientos médicos de la época.
La propagación de la peste fue asombrosamente rápida y devastadora. Se creía que tenía un origen sobrenatural, atribuyéndose a la cólera divina por los pecados de la humanidad. Los síntomas incluían fiebre alta, inflamación de los ganglios linfáticos (bubones) y manchas oscuras en la piel, y en muchos casos, la enfermedad evolucionaba hacia formas más severas, como la peste septicémica o pulmonar, ambas consideradas mortales.
El contagio se produjo principalmente a través de las pulgas que vivían en ratas negras y otros roedores, y se transmitía fácilmente en áreas donde humanos y roedores compartían espacios, como graneros, molinos y casas. La enfermedad se manifestaba entre 16 y 23 días después de la exposición y tenía una alta tasa de mortalidad.
La peste negra se propagó rápidamente por Europa a través de las rutas comerciales y las grandes ciudades, convirtiéndose en una pandemia que diezmó a la población. Las estimaciones sugieren que hasta el 60% de la población europea pereció como resultado directo de la infección o de los efectos indirectos, como la desorganización social y las muertes por hambre.
A pesar de la devastación causada por la peste negra, algunos historiadores sostienen que sus efectos indirectos pueden haber contribuido al inicio del Renacimiento y a la «modernización» de Europa. La escasez de mano de obra aumentó los salarios y permitió a los campesinos pobres acceder a tierras abandonadas, impulsando la economía rural y urbana.