Claudio Lomnitz, antropólogo de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, sugiere que, de hecho, existe una espiritualidad arraigada que proporciona un sustento moral a estas actividades delictivas. En su libro «Para una Teología Política del Crimen Organizado», Lomnitz se sumerge en el complejo mundo de las creencias religiosas dentro del crimen organizado y su intrincada relación con las estructuras de poder.
En una entrevista con BBC Mundo, Lomnitz explora las implicaciones políticas, sociales y religiosas de los cultos que operan dentro de los cárteles, al margen de las instituciones establecidas, dando lugar a lo que él llama «soberanías paralelas» al Estado. Estas entidades alternativas no solo establecen sus propias normas morales, sino que también desarrollan prácticas religiosas altamente diferenciadas, a menudo en contradicción con la moralidad dominante.
El crimen organizado practica el canibalismo
El antropólogo destaca el canibalismo como un ejemplo extremo de esta transgresión moral. Para Lomnitz, el canibalismo no es solo un acto de brutalidad, sino también un símbolo de comunión y pertenencia dentro de estas organizaciones criminales. A través del canibalismo, estos grupos desafían los fundamentos de la moral judeocristiana, base del Estado moderno, y establecen una identidad colectiva basada en la transgresión.
La evolución del canibalismo dentro del crimen organizado revela su complejidad. Desde rituales de protección mágica hasta pruebas de iniciación y, en su forma más siniestra, la inclusión de carne humana en banquetes como una demostración de dominio absoluto sobre un territorio, el canibalismo se convierte en un símbolo de poder y control.
Sin embargo, el canibalismo no es el único aspecto de esta teología del crimen organizado. Lomnitz también destaca la importancia de otros cultos y creencias religiosas dentro de estas estructuras paralelas de poder. Desde el culto a la Santa Muerte hasta la veneración de figuras como Jesús Malverde, los narcocultos reflejan una mezcla única de simbología católica y creencias propias del mundo criminal.
Al explorar estas complejas dinámicas, surge una pregunta inevitable: ¿Qué implica esto para la política y la sociedad mexicanas? Lomnitz sugiere que estas «soberanías paralelas» representan un desafío significativo para el Estado y sus instituciones. Al establecer sus propias normas morales y prácticas religiosas, estos grupos no solo desafían la autoridad del Estado, sino que también crean una forma alternativa de gobierno, basada en la violencia y el secretismo.
Este fenómeno plantea serias preocupaciones sobre la estabilidad y la seguridad de México. ¿Cómo puede el Estado enfrentarse a estas «soberanías paralelas» y restaurar el orden en un país acosado por la violencia del crimen organizado? Lomnitz sugiere que es necesario un enfoque multidimensional que aborde tanto las raíces políticas y sociales de este problema como sus dimensiones religiosas y culturales.
A pesar de la oscuridad de estos descubrimientos, Lomnitz insiste en que el pensamiento crítico es fundamental para encontrar una salida de esta crisis. A través del análisis y la reflexión, podemos comenzar a comprender las complejidades de este fenómeno y trabajar hacia soluciones efectivas. Si bien el camino hacia la justicia y la estabilidad puede ser largo y difícil, es esencial mantener viva la esperanza en un futuro mejor.