Por: Ivana von Retteg*
*Escritora, guionista, gran conocedora y lectora apasionada de la ficción náutica y la piratería. IG: @ivana_von_retteg X: @IvanavonRetteg
“Lorencillo”, así lo llamaban en La Real Armada Española cuando era tan solo un artillero y un buen muchacho; pero entonces, ¿cómo terminó siendo un pirata de los más temidos?
A lo largo de su emocionante vida, Laurens De Graaf se convirtió en una pesadilla andante para La Corona Española; derrotó tres buques y vivió para contarlo sin un rasguño, fue el único pirata que atacó sin piedad dos de los puertos más importantes de La Nueva España y también el único en capturar para su conveniencia y gusto un navío de La Real Armada.
La Armada de Barlovento estuvo persiguiendo a De Graaf, mientras él saqueaba tranquilamente El Golfo de México y nunca fue atrapado, convirtiéndose en una total humillación para España (o al menos para La Corona); en tanto su terrible hazaña en el puerto de Veracruz, fue una de las más sorprendentes.
El saqueo pirata de San Juan de Ulúa
Eran las tres de la tarde del 17 de marzo de 1683 en San Juan de Ulúa. Desde el majestuoso fuerte, se divisaron dos naves en el horizonte; quietas y expectantes. Los guardias, aunque extrañados, no se preocuparon demasiado porque esperaban una flota proveniente de Cuba, y, además, la fuerza naval de guardacostas se encontraban en los alrededores. ¿Qué podría salir mal?
Los habitantes dormían plácidamente de madrugada, cuando el par de misteriosos navíos y nueve barcos pequeños se internaron en la bahía cargados de piratas; comandados por nada más y nada menos que Laurens De Graaf, Michel de Garmmont, Nicolás van Horn y Jan Williems, entre otros colegas.
Eran más de mil piratas los que desembarcaron en absoluto sigilo y se escabulleron en las calles de la ciudadela, mientras que otros se mantuvieron en el mar para cercar a los residentes del pueblo.
Comenzó la devastación. Los piratas invasores encerraron a los habitantes de San Juan de Ulúa dentro de una iglesia y saquearon todo a su paso durante casi cuatro días, reuniendo el botín conseguido en La Plaza de Armas.
Es sabida la histórica burla que representa la evidente ausencia de los guardias españoles, pues no fue hasta que buques de La Armada Española asomaron sobre el horizonte, que De Graaf se preocupó tan solo un poco.
Esta era la señal de retirada y De Graaf supo exactamente qué hacer: secuestró un puñado de rehenes y los llevó hasta La Isla de Los Sacrificios, donde pidió a las autoridades un cuantioso rescate por sus vidas. La Armada Española, muy a su pesar, no solo pagó a los piratas la suma exigida en plata y tesoros, sino que además el legendario pirata salió victorioso y libre de regreso al mar.
Fue así que Laurens De Graaf continuó su reinado pirata del terror, donde su siguiente víctima tan solo un par de años después, sería el puerto de Campeche.