Champs Elysées fue más que un restaurante: un refugio de sofisticación donde la alta cocina se mezclaba con la política, el arte y la historia, dejando un eco imborrable en la memoria de Ciudad de México.
Mis recuerdos de Champs Elysées se remontan a finales de los años 70, cuando crucé por primera vez sus puertas.
Este restaurante, fundado en 1965 por la familia Bouteille, se convirtió en un refugio de elegancia y sofisticación en el corazón de Ciudad de México.
La atmósfera era mágica; el suave murmullo de las conversaciones se entrelazaba con el tintinear de las copas, creando un ambiente que prometía una experiencia culinaria única.
La experiencia gastronómica
El menú del Champs Elysées era un verdadero festín para los sentidos. Entre sus platillos más emblemáticos se encontraban:
- Confit de pato: un clásico francés que se derretía en la boca, acompañado de crujientes patatas fritas.
- Chuleta de ternera Argenteuil: jugosa y perfectamente sazonada, servida con guarniciones que realzaban su sabor.
- Pechuga de pollo con trufas: un platillo que combinaba la suavidad del pollo con el aroma inconfundible de las trufas.
- Corazón de bife de costilla con salsa de tuétano: un manjar que deleitaba a los amantes de la carne.
- Manta raya en mantequilla negra: Un platillo exclusivo que no se encontraba en ningún otro lugar de la ciudad.
Además, las entradas como los caracoles en su concha, sazonados con mantequilla y ajo, y la sopa de cebolla, gratinada con queso Gouda, eran simplemente irresistibles. Cada visita era una celebración culinaria que me dejaba deseando más.
La destreza de los propietarios
François y Paquita Bouteille, los propietarios, eran el alma del lugar. François, un chef talentoso, se encargaba de la cocina y aseguraba que cada platillo cumpliera con los estándares más altos de la gastronomía francesa. Su pasión por la cocina se reflejaba en cada bocado.
Paquita, por otro lado, era la anfitriona perfecta; su calidez y atención al detalle hacían que cada comensal se sintiera especial. Juntos, crearon un ambiente donde la excelencia y la hospitalidad eran primordiales.
Francisco Galindo Ochoa: un personaje clave
Durante mis visitas, también observé a figuras influyentes como Francisco Galindo Ochoa. Este político era conocido por su habilidad para negociar posiciones y establecer conexiones entre empresarios y funcionarios del gobierno. Era un maestro en el arte del compromiso y las alianzas estratégicas, lo que le permitió jugar un papel crucial en el entramado político mexicano.
Galindo Ochoa tenía siempre su mesa reservada, ubicada justo en la entrada del salón superior. Era un lugar privilegiado por donde pasaban todos los comensales; al verlo, muchos lo saludaban con deferencia, como si estuvieran rindiendo pleitesía en un besamanos. Su presencia imponía respeto y admiración; todos sabían que allí se encontraba un hombre cuyas palabras podían abrir o cerrar puertas en el mundo político y empresarial.
Otros políticos notables
Champs Elysées también fue testigo de la presencia de otros políticos destacados. Recuerdo haber visto a figuras como:
- Gustavo Díaz Ordaz, ex presidente durante los Juegos Olímpicos de 1968.
- Adolfo López Mateos, quien también frecuentaba el restaurante para discutir temas importantes.
- Carlos Salinas de Gortari, quien utilizaba el lugar para reuniones estratégicas.
- Luis Donaldo Colosio, cuyo enfoque reformista resonaba en cada conversación.
- José López Portillo, conocido por su carisma y estilo distintivo.
Cada uno aportaba su propia energía al ambiente del restaurante, creando una atmósfera vibrante donde las decisiones importantes eran discutidas.
Además de los políticos, Champs Elysées fue testigo de la llegada de artistas y celebridades. Entre ellos:
- Salma Hayek: la actriz mexicana que ha alcanzado fama internacional.
- Luis Miguel: el famoso cantante que también disfrutaba de la elegancia del lugar.
- Emilio Azcárraga Milmo: conocido como “El Tigre”, influyente empresario de medios.
- Julio Iglesias: el famoso cantante español que también era frecuente visitante.
- Diego Rivera y Frida Kahlo: aunque menos documentados en este contexto, se sabe que ambos artistas disfrutaban de la buena comida y el ambiente sofisticado.
Un espacio para conectar
Champs Elysées no solo era un lugar para comer; era un espacio donde se forjaban relaciones y se discutían ideas importantes. Las conversaciones fluían entre políticos y empresarios mientras yo me sentaba a observar desde una distancia prudente. Era fascinante ver cómo las alianzas se formaban en ese ambiente cargado de historia y emoción.
Un legado duradero
A medida que pasaron los años, mi relación con Champs Elysées se volvió más que una simple costumbre; se convirtió en parte fundamental de mi vida social. Aunque el restaurante cerró sus puertas en 2019, su legado perdura en mis recuerdos y en los corazones de quienes lo visitaron.
Hoy miro hacia atrás y siento una profunda nostalgia por aquellos días llenos de elegancia y sabor. Champs Elysées fue más que un simple restaurante; fue un testigo silencioso del dinamismo social y político de México durante varias décadas. En mi mente, siempre será un símbolo de conexión humana, donde la gastronomía servía como puente entre diferentes mundos.
Cada visita me enseñó que la buena comida puede unir a las personas y crear momentos memorables. Aunque ya no esté operativo, su impacto en la cultura culinaria mexicana seguirá vivo en las historias compartidas sobre él. Champs Elysées fue un verdadero ícono del buen gusto y la alta cocina en México, dejando una huella imborrable en todos aquellos que tuvieron el privilegio de cruzar sus puertas.