“España me dio la vida y México me enseñó a vivirla”: La historia de Ángel Lozada

“España me dio la vida y México me enseñó a vivirla”: La historia de Ángel Lozada

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Desde las colinas de Cantabria hasta los mares de Veracruz, la vida de Don Ángel Lozada es un viaje de coraje y tenacidad. A los 15 años, dejó su tierra en busca de oportunidades ante la promesa de un futuro incierto. Hoy, su legado como fundador de la cadena de tiendas Gigante, trasciende fronteras. Este es un relato íntimo sobre “cómo España le dio la vida y México le enseñó a vivirla”, en palabras de sus hijos, Rosa Mary y Ángel.

Te invito a ver este conmovedor video y a continuar leyendo esta historia que estoy seguro, te llegará al corazón:

“A la edad de 15 años, dejó el valle de Soba, un relieve abrupto y complejo donde las sierras calizas dominaban las alturas sin una cobertura vegetal, y se dirigió a Santander, para embarcarse hacia América. Su madre le dio unas moneditas de oro y su padre le pagó el pasaje, lo acompañó, y después de dos días en el puerto, se despidieron en 1923. La verdad es difícil describir esos momentos tan tristes, tan difíciles. Qué duro es despedirse.

Mi padre era un hombre encantador, muy cariñoso, pero duro. Yo no lo había visto nunca llorar, pero ahora lo veía, lo veía muy serio con los ojos brillosos. Estaba haciendo esfuerzo para que no le salieran las lágrimas, después sacó su pañuelo y lloró. Me impresionó terriblemente.

Quedé hecho polvo. Se siente muy hondo el cariño en esos momentos. Yo partía, él se quedaba. Es cuando mi tristeza realmente me dio. Realmente caí en cuenta que iba a salir de España, que me iba a América y que era un viaje largo y quién sabe qué pasaría. Todo eso me agolpaba la mente. Yo creo que era esa tristeza, era por el cariño que le tenía a mis padres, a mi abuelo, a mis hermanos. No te das cuenta cuánto quieres y amas a tu familia, hasta que te separas de ellos. Esos momentos fueron para mí, poco a poco en los días, casi un tormento que siguió. Pero lo vencí. No al otro día, pero poco a poco.

Al hacer amistad y distraerme con los jóvenes que venían en el barco, se me fue pasando. Jóvenes que tenían 15 años igual que él y otros niños que jugaban en el barco y hacían cánticos o cantaban aquellas canciones que recordaban a España. Yo era un chiquillo, una persona mayor, lo sentía, pero se aguantaba más. Pude sobrellevar lo mejor. Uno tiene el corazón más fuerte, se va siendo más fuerte y el alma menos sensible. No puedo describir con claridad aquellos momentos difíciles tan tristes para mí.»

Un chico de 15 años que emprende un viaje incierto a México

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Eddy muestra el libro: «España me dio la vida y México me enseñó a vivirla», sobre la vida y obra de Don Ángel Lozada, escritospor sus hijos, Rosa Mary y Ángel.

Los párrafos que acabaste de leer pertenecen a la página 22 del libro: “España me dio la vida y México me enseñó a vivirla”, escrito por Rosa Mary y Ángel Lozada, hijos de Don Ángel Lozada. Narra la historia de su padre, ese gran empresario visionario, creador de la famosa cadena de tiendas Gigante.

Platicamos con Rosa Mary y Ángel sobre gran hombre que fue su padre. Qué tenacidad, qué valentía de chico, que a los 15 años salió de Cantabria en España, llegó al puerto y se despidió de su papá sin saber si se volverían a ver…

Se me hace un nudo en la garganta con solo pensar si por ejemplo, tuviera que irme de México. Despedirme de mi gente, de mis hijas, de mis hermanos, porque no sé cuándo voy a volver, si es voy a volver. Ponerme en los zapatos de Don Ángel de 15 años, despidiéndose de su papá… Rosa Mary se une a mi empatía. Dice que lo que tuvo que vivir su padre fue muy fuerte.

¿Pero por qué un chico de 15 años sale de España rumbo a México, un país que recién salía de una revolución? ¿Qué motivó a los padres de Don Ángel a escoger a nuestro país como destino de su hijo?

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Los padres de Don Ángel no veían ningún futuro en España para sus hijos. Eso los motivó a enviar a sus hijos a América.

Don Ángel, un adolescente, no fue el que decidió irse. Fueron sus padres quienes le dijeron: “aquí en España no hay nada.” Y por eso lo embarcaron hacia América. “Hay que recordar que él tenía siete hermanos y algunos ya habían salido para Argentina y otros para México. Al no ver oportunidades, mi abuelita Esperanza dijo: les voy a dar esta oportunidad, y eso fue lo que los motivó, sin saber que podría pasarles a sus hijos».

Así lo cuenta Ángel, hijo de Don Ángel protagonista de esta historia. De su formación en Cantabria, Rosa Mary cuenta que su padre estudiaba en la mañana, trabajaba en la tarde y continuaba estudiando en la noche. Era un chico muy consagrado y preparado. “Tenía un maestro el cual admiró y quiso siempre: el maestro Lucas. También al párroco porque le ayudaba a decir misa en latín: se la sabía toda. Y siempre nos cantaba lo que cantaba en la iglesia”.  A Don Ángel le gustaban mucho las matemáticas y era muy bueno haciendo cuentas. Seguro si hubiera tenido la oportunidad de estudiar un poco más, quién sabe a dónde hubiera llegado. Incluso, una de sus frases siempre fue: “el saber no ocupa lugar”.

Volviendo a su familia en España, le pregunto a los hijos de Don Ángel si alguna vez trajo a su mamá, a su papá, a su abuelita a México. Me responden que no. Que su papá regresó después de la Guerra Civil Española en 1936, por primera, vez desde su partida en 1923. Lastimosamente su padre había fallecido y su madre era una persona mayor.

El largo trayecto en el Cristóbal Colón desde España

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Así lucían los barcos, repletos de inmigrantes que buscaban un futuro mejor en América.

El largo trayecto en el Cristóbal Colón, nombre del viejo barco en donde se embarcó Don Ángel desde Santander, fue muy duro. Muchos pasajeros merodeaban comida en los sótanos, la proa, la popa, a ver si alguien les regalaban una papa, un trozo de pan. Los niños eran cuidados por adultos, muchas personas mayores fallecían en el trayecto que comprendía de Santander a Veracruz, de Veracruz a Buenos Aires, y volvía de nuevo a Santander.

Es increíble pensar que mientras Ángel y Rosa Mary iban a la escuela, a los 15, 16 años como lo debe hacer un niño, su padre, Don Ángel, soportaba tantas noches en vela en un barco.

Pero Ángel recuerda que su padre siempre le hablaba de una parada que hicieron en La Habana. “Decía que La Habana era fabulosa, un lugar de fiesta, de alegría, pero al mismo tiempo un contraste con lo que se vivía en España. Disfrutó mucho de ese trayecto, pero efectivamente no era buen marinero, jamás se había subido en el barco, entonces se mareaba. Fue una experiencia impactante en su vida”.

En el puerto de Veracruz, lo recogió un primo, tosco, maleducado, rudo. Se dirigieron a Hidalgo y de ahí al municipio de Apan en donde se encontraban unos tíos. Contaba que comió plátanos durante un mes. Ya en compañía de la familia, recibió unas cartas que su madre le había escrito.

El fundador de Gigante

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Así lucía uno de los almacenes Gigante, en la década de los sesenta.

Hago un paréntesis en la historia porque es importante hablar del capítulo que escribió Don Ángel en la historia de México. Fue el fundador de Gigante en 1962, una cadena muy importante que se vendió hace algunos años. Ese gran empresario, que había venido en un barco con unas moneditas de oro que su papá le dio; que dejó el corazón y los cantos en España, creó una cadena junto con siete socios españoles, que le dio empleo a miles de mexicanos. Allí comprábamos comida, enseres, productos, todo lo que fuera necesario.

Durante el primer año no les fue muy bien. Tuvieron muchos problemas. Al segundo año, muchos querían “rajarse”. Había que poner dinero, capitalizar el negocio.  Fue en ese momento cuando el valiente Don Ángel, de 55 años, decidió quedarse con las acciones de sus socios, y por fin despegó “ese Gigante” que todos recordamos.

Anécdotas que Don Ángel le contaba a sus hijos

Volvamos a las anécdotas que Don Ángel le contaba a sus hijos. Ángel comienza recordando una, de cuando tenía 15 años, y fue a España, a la casa de unos señores muy elegantes que los invitaron a comer. “Había cinco, seis cuchillos, cinco, seis tenedores. Y decía: ¿y ahora cuál uso? Era un poco, pues, de crearte nerviosismo, ¿no? Decías, ahora qué, ¿no? Y muy elegantes todos.”

También recuerda que una vez fueron a Marbella con una de las hijas de Ángel. Su padre agarró un grissini italiano y lo metió en el vino tinto. Ángel le dijo: “papá, ¿a qué no te atreverías a hacerlo en casa de los señores estos? Claro que sí, dijo.”

Días después volvieron a Madrid y en una reunión con los señores elegantes, les dijo: “ya saben cuál es la última moda en Marbella?» Sacó el palito, comenzó a mover el vino tinto y lo probó.

Rosa Mary retoma la conversación. Nos cuenta que a su papá le gustaban mucho los toros, Una vez, iban hacia una tienta, un lugar en donde se realizan pruebas con toros para evaluar su bravura, comportamiento y características. Jaime, su novio de ese entonces, hoy esposo, llegó temprano a su casa, pero la mamá de Rosa Mary le dijo que aún no podían irse porque faltaba esperar a que la tortilla de patatas y los sándwiches estuvieran listos.

Cuando ya iban llegando a la tienta -se veían los toros y el rancho-, Don Ángel decidió que era hora de comer porque no iba a aguantar hasta las siete de la noche, cuando sacaran la comida.  En hecho es que llegaron a la tienta y Jaime salió a torear. Fue muy divertido porque además luego me dijo: ¡tenía razón tu papá, qué barbaridad, eran las siete de la noche y apenas llegaban los frijolitos y la barbacoa!

Y es que la vida está llega de anécdotas, y estas se convierten en los mejores recuerdos. Volviendo a las historias de Ángel, nos cuenta que su papá recibía a todo mundo: llegaba una monjita a pedirle un donativo para el orfanato, un amigo a pedirle un consejo o a pedirle dinero. “Ya después cuando abrías la caja fuerte, había una cantidad de recuerdos de amigos, de pagarés, ¡pero no decía cuándo caray!

De hecho, colaboraba con muchas fundaciones. Cuando trabajaros juntos, decidieron organizarlas mejor, bajo normas. Y hoy en día, en la Fundación Gigante apoya proyectos de educación, de salud, y ayudas ante desastres naturales.

Para finalizar, quisimos saber qué aprendizajes tienen Ángel y Rosa Mary como hijos de un inmigrante español como Don Ángel.  Ambos están de acuerdo en que sus padres siempre amaron a México y les enseñaron a amar y respetar la patria. Lo que siempre sabremos es que a Don Ángel, al igual que el título de su libro, España le dio la vida y México le enseñó a vivirla.

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