“La noche es el amanecer en Tortuga. Buena vida que a los ojos de algunos podría ser la peor vida, pero a los ojos de los piratas era lo que había, lo mejor que había. Éste era el paradero de todo pecador y en esta isla no había pecado no cometido. Si la guerra y el carnaval fueran amantes, Tortuga sería su hija”.
–Fragmento tomado de la novela Johnny Blackdawn-
Por: Ivana Von Retteg*
*Escritora, guionista, gran conocedora y lectora apasionada de la ficción náutica y la piratería. IG: @ivana_von_retteg X: @IvanavonRetteg
Tortuga, ubicada en el mar Caribe, con 37 kilómetros de largo y 7 kilómetros de ancho, cerca de la actual República de Haití, fue madriguera de corsarios y filibusteros. Descubierta por Cristóbal Colón, decidió que la isla se asemejaba a una tortuga, por su cordillera de montañas de hasta 450 metros de alto.
Montañas, acantilados y vastos arrecifes a modo de laberinto, hicieron de este paraíso un refugio perfecto, cuyos comercios fuera de toda ley, estaban libres de impuestos.
Se traficaba con tabaco, cuero y otros productos provenientes de Martinica: una ocupación francesa que a manos de piratas poco tenía que preocuparse por los aranceles de La Corona Española.
En el mercado de Tortuga, realmente podía encontrarse casi cualquier cosa. Es por eso que además de escondite, también era donde los capitanes piratas reabastecían sus naves con productos de dudosa procedencia, y contrataban a hombres sin mucho que perder para sus tripulaciones.
Contrario a las leyendas que describen Tortuga como una isla remota y secreta, era un territorio bien conocido y hasta tremendamente disputado entre españoles y franceses.
Tortuga y el Fort de Rocher

Hasta que en 1640, un misterioso ingeniero de origen francés apareció para salvar el día de los bucaneros, y en cierta forma, de los franceses también.
Jean Le Vasseur llevó a cabo la construcción del Fort de Rocher con una batería de cuarenta cañones, consolidando de esta manera el dominio francés en la isla, e incluyendo a los piratas como ciudadanos de esta.
Al convertirse en el primer gobernador de Tortuga, Le Vasseur ofreció protección política a los piratas sin importar su nacionalidad, siempre y cuando pagasen un porcentaje de su botín.
Es así como Tortuga se convirtió en el paraíso aventurero de los criminales de altamar y contrabandistas, que ha dado origen a fantásticas historias que nos transportan a la era dorada de la piratería.
Pero ningún paraíso dura para siempre. Dos años después, Jean Le Vasseur fue asesinado dejando a Tortuga sin una autoridad, oportunidad que tomaron los españoles para invadir la isla y acabar con todo a su paso.
Los piratas desamparados migraron a otros sitios, mientras que unos tantos lograron quedarse. No fue sino hasta 1697 que España finalmente concedió a los franceses un “pedazo” de la isla en la parte occidental.
Actualmente, la isla de Tortuga es una comunidad haitiana de casi 40,000 habitantes, en la que solo queda el recuerdo de una leyenda de bucaneros.