Desde prácticas inusuales como el vómito entre platillos para «abrir espacio» hasta la indulgencia en platillos exóticos como estofado de lengua de loro, estos rituales de los romanos, revelan una perspectiva única sobre la opulencia, la superstición y la conexión entre la vida y la muerte en la antigua Roma.
Los romanos de clase alta solían ofrecer bacanales exuberantes y excéntricos que duraban días enteros, y que tenían doble intención: mostrar su riqueza y estatus.
Sin embargo, atiborrarse de comida hoy es considerado como un comportamiento social bastante inadecuado, que da cabida a la gula y la glotonería -consideradas excesos-, y relacionadas con falta de inteligencia emocional.
1. Vomitar para “abrir espacio” en el estómago

Giorgio Franchetti, historiador de historia romana antigua, asegura que los antiguos romanos «tenían extraños hábitos en la mesa que no encajan bien con la etiqueta moderna, como comer recostados y vomitar entre platillos», explica.
Parece que estas prácticas contribuían a mantener activa la fiesta, porque vomitar era una práctica habitual necesaria para “abrir espacio” en el estómago, y así poder consumir más comida y bebida.
Jori explica que los invitados las festín acostumbraban a levantarse de la mesa e ir a vomitar en una habitación cercana al comedor.
Para inducir el vómito, se hacían cosquillas en la garganta con ayuda de una pluma, para estimular las arcadas. Una vez realizaban su actividad, los invitados regresaban a la sala del banquete mientras los esclavos limpiaban su desastre gástrico.
2. Platillos exóticos y exagerados preparados por los romanos
«Comer era el acto supremo de civilización y celebración de la vida», así lo asegura Alberto Jori, catedrático de Filosofía Antigua de la Universidad de de Ferrara, Italia.
Los anfitriones servían platillos exóticos y exagerados, ¡como estofado de lengua de loro y lirones rellenos!
«El lirón era un manjar que los campesinos engordaban durante meses en ollas y luego vendían en los mercados», explica Jori. «También se mataban enormes cantidades de loros para tener suficientes lenguas para hacer fricasé».
De hecho, el historiador Franchetti, ha recuperado recetas exóticas que se consideraban extintas, en su libro Dining with the Ancient Romans.
Entre las recetas inusuales que ha hallado, figura la de salsum sine salso, inventado por el gastrónomo romano Marcus Gavius Apicius.
Esta receta era preparada para asombrar y engañar “literalmente” a los invitados. Presentaban sobre el plato un pescado con cabeza y cola, pero su interior iba relleno de hígado de vaca. Una mezcla extraña pero cierto.
3. Fomentar flatulencias en la mesa: un hábito de los romanos
Cuando la naturaleza llamaba, los invitados no tenían por qué ir al baño, puesto que los esclavos les brindaban orinales a los invitados. También era normal echarse gases durante la comida. De hecho el historiador Jori, explica que el emperador Claudio (41 y el 54 d.C.) promulgó un edicto para “fomentar flatulencias en la mesa”.
4. Suelos sin barrer
Huesos de carne, pollo y pescado eran arrojados al piso por los invitados del banquete.

A los romanos les encantaba decorar las salas de sus banquetes con mosaicos como el de la foto. De esta manera camuflaban los restos de comida que esparcían por el suelo.
5. Supersticiones en la mesa

Una de las costumbres supersticiosas que tenían los romanos, es que los restos que caían al suelo, pertenecía al más allá y no debían recuperarse por miedo a que los muertos vinieran a vengarse de los vivos.
“Derramar sal era un mal presagio”, explica el historiador Franchetti. También asegura que el pan solo debía tocarse con las manos y las cáscaras de huevo y los moluscos debían partirse en dos. Otro presagio era que matar y servir al gallo que cantara a una hora inusual.
Ahora bien, los extraños banquetes terminaban con un ritual de borrachera en el que los comensales hablaban de la muerte para recordarse que debían vivir plenamente y disfrutar de la vida.
Es así como saleros, salseras y pimenteros, tenían forma de calavera. Según Jori, era costumbre invitar a la comida a los difuntos y servirles platos rebosantes de sus alimentos favoritos, muy similar a la costumbre de poner comida en el altar de muertos en México.
Para finalizar, estos banquetes excéntricos no solo eran ocasiones para el deleite gastronómico, sino también para la reflexión sobre la existencia y la necesidad de vivir plenamente. La fusión de ciencia y arte en estas prácticas revela una cultura rica en complejidades y ofrece una lección valiosa sobre la diversidad de perspectivas a lo largo de la historia.