El centenario de la muerte de Lenin desata revelaciones sobre la extraña relación entre la Unión Soviética y Alemania. Desde el estudio de su cerebro por un médico alemán hasta las manipulaciones políticas sobre el destino del cadáver de Hitler, estas historias muestran un lado sombrío de la diplomacia y la política entre ambas naciones, revelando una trama que entrelazó sus destinos de manera inquietante.
Crédito: BBC News, Daily Mail UK, National Geographic, History Chanel yThe Washigton Post
En enero de este año se cumplió el centenario de la muerte de del fundador de la Unión Soviética (URSS), Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin.
Tras su deceso, extirparon su cerebro para preservarlo y estudiarlo, con el objetivo de descubrir y comprobar si era un genio. Así que su materia gris fue cortada en nada más y nada menos que 30.953 partes, para luego ser conservadas en formaldehído.
Recientemente, el portal BBC News publicó un maravilloso artículo llamado Conservado en formol y cortado en 30.000 rebanadas: las investigaciones al cerebro de Lenin que buscaron hallar el origen de su “genialidad”.
En él se detallan opiniones de historiadores y neurocirujanos que han investigaron el caso durante años. Es sin lugar a dudas, una recopilación de una historia detrás del cerebro de Lenin, que pocos conocen.
Al leer el artículo, nos causó mucha curiosidad descubrir que un médico alemán, Oskar Vogt, experto en el estudio del cerebro a principios del siglo XX fuera llamado y autorizado por los soviéticos, para analizar una de las rebanadas del cerebro de Lenin.
Así que quisimos profundizar acerca de por qué acudieron a un médico alemán, e ir descubriendo que la “relación amor odio” entre soviéticos y alemanes ha sido más cercana de lo que aparenta.
1. El cerebro de un líder soviético en manos de un médico alemán
En el contexto del artículo, el historiador estadounidense y miembro del Instituto Hoover de la Universidad estadounidense de Stanford Paul Roderick Gregory, explica que Rusia no contaba con neurocientíficos en esa época.
Sumado a lo anterior, el profesor de Neurobiología de la Universidad de Salamanca (España), José Ramón Alonso, afirma que Alemania tenía el mejor nivel científico de la época, y mayor cantidad de premios Nobel.
Ambas razones son válidas y bien justificadas para que los rusos hayan tomado la decisión de acudir a Alemania.
El hecho es que el médico Vogt analizó el cerebro de Lenin. Incluso, tanto el ministro de salud de la época de la URSS como el asistente de Lenin, propusieron trasladar sus sesos a Berlín. Suena increíble.
Obviamente a Stalin “no le gustó la idea de que un extranjero estuviera involucrado”. Mucho menos iba a dejar que un alemán decidiera si Lenin era un genio o no. Así lo explica el historiador Gregory.
Diplomacia y medicina: amores y odios en tiempos de guerra
Aquí entra en juego la diplomacia. Vogt tuvo que aceptar “a regañadientes” estudiar al cerebro de Lenin, porque al gobierno alemán le interesaba mantener buenas relaciones con la URSS, luego de la Primera Guerra Mundial.
Así que en 1920, Vogt se llevó a su laboratorio en Alemania una de las partes del cerebro de Lenin, y la estudió a detalle.
Pero a cambio de ello, los soviéticos le pidieron que formara médicos rusos en el campo de la neurociencia. La URSS debía asegurar que jamán acudiría de nuevo a un país extranjero.
Pero llegó la Segunda Guerra Mundial y las relaciones diplomáticas entre URSS y Alemania se cayeron a pedazos; afectando el estudio del famoso trozo de cerebro de Lenin.
El Tercer Reich aseguró que Lenin era “un enfermo” y que sus sesos lucían como un “queso suizo” lleno de huecos, afirma el profesor de Neurobiología Alonso.
Así que en contraparte, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos organizaron una “misión secreta” para rescatar la rebanada de cerebro que Vogt tenía en sus manos.
Parece que tenían miedo de que la muestra cayera en manos del gobierno norteamericano y que ellos pudieran “desprestigiar” la genialidad de su líder comunista.
El cerebro de Lenin según el médico alemán
Vogt encontró que “las neuronas piramidales de la capa III de la corteza cerebral de Lenin eran excepcionalmente grandes y numerosas”. ¿Qué significa eso?
Parece que estos hallazgos son sinómino de una “mente ágil” y de una capacidad de relacionar ideas con gran rapidez. Así que Lenin fue calificado por Vogt como un “atleta del pensamiento asociativo”.
Pero aquí viene el dilema. El profesor de Neurobiología Alonso enfatiza en que los hallazgos de Vogt fueron criticados, porque se cree que él les dijo a los rusos lo que querían oír: “que el cerebro de Lenin era único y excepcional”.
Y es que los soviéticos tenían puesta la esperanza en que el cerebro de su líder tuviera características especiales y únicas. Y de hecho Vogt sí creía que “había nexos directos entre la estructura (tamaño y forma) del cerebro y la inteligencia de las personas.”
Qué encontraron los soviéticos en el cerebro de Lenin
Pero ante la duda, los líderes soviéticos querían comprobar científicamente, y por cuenta propia, que Lenin sí era un genio.
Puede que dominaba siete idiomas y fuera capaz de escribir un artículo en apenas una hora, pero por otro lado, sufrió cuatro infartos cerebrovasculares y quedó incapacitado, lo que impactaba de alguna forma la parcialidad del estudio.
Entonces, para salir de la duda, decidieron comparar su cerebro con los sesos de otras personalidades soviéticas, como el del ingeniero aeronáutico Konstantín Tsiolkovski. Incluso, incluyeron tejido cerebral de ciudadanos del común.
Por un lado, los investigadores soviéticos aseguraron que el cerebro de Lenin presentaba una “complejidad de relieves y peculiaridades en la configuración de los surcos y circunvoluciones, especialmente en su lóbulo frontal”, dignos de alguien con “altas capacidades intelectuales”.
Pero en contraparte, existe un informe tanto en el Instituto Hoover en Washington, como en el Politburó, también conocido como el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, en Moscú. Se encuentra en muy mal estado. El profesor de Neurobiología Alonso tuvo acceso a él y lo describe como que contiene “mucho lenguaje científico y menciona cosas sin sentido.”
Por supuesto, concluye que Lenin fue un genio hasta el final de sus días. Parece que los autores inventaban cosas para llegar a la conclusión forzada de la genialidad de su líder soviético.
Lo único “científicamente comprobable” después de tantos estudios, es que ciertamente el cerebro de Lenin “tenía un lóbulo frontal grande y un gran número de neuronas piramidales”. Y parece que esto significa que “ese cerebro no tiene nada especial”.
Finalmente, en 1993, el doctor Oleg Adrianov, entonces director del centro que resguarda los sesos del líder bolchevique, lo admitió. Conclusión: Lenin no fue un genio. Y el estudio de su cerebro fue un arma utilizada por Stalin para consolidarse como heredero de URSS.
2. Stalin y su obsesión con el cadáver de Hitler

Detrás de la muerte de Hitler se han entretejido mitos y leyendas que cada vez funden más la realidad con la ficción.
Pero de acuerdo con un completo informe publicado por el Daily Mail del Reino Unido, escrito por el periodista Allan Hall desde Berlín, un archivo secreto exhibido en Moscú detalla no solo lo que sucedió con Adolf Hitler, sino las veces en las que Stalin, líder de la URSS intervino en el proceso.
Se dice que los archivos, mantenidos por el servicio de seguridad federal FSB de Rusia, detallan qué sucedió con su cuerpo desde su muerte en 1945, hasta que fue eliminado definitivamente por orden estado soviético, en la década de 1970.
Stalin ordena quemar los cadáveres para que los aliados “crean” que Hitler ha escapado
El archivo SMERSH-‘Muerte a los Espías‘, fue creado para Josef Stalin por la agencia ultrasecreta SMERSH, una entidad que mantenía su lealtad tanto a Stalin como al Ejército rojo.
Lo primero que asegura es que, cuando el Ejército Rojo llegó al búnker de Hitler del 4 de mayo de 1945, tanto él como Eva Braun ya estaban muertos. Él fue encontrado con un disparo en la boca, y ella envenenada con cianuro.
También detalla cómo los agentes de SMERSH fueron autorizados por el ejército de la URSS para “tomar el control del búnker y todo lo que contenía”, incluído el cadáver de Hitler y de Braun.
Y es aquí en donde se une el destino de Alemania con el de la URSS, por segunda vez. Stalin, ordena quemar los cadáveres para que los aliados “crean” que Hitler ha escapado.
Como Stalin estaba decidido a “apoderarse” a cualquier costo de los cadáveres, ordenó al Ejército Rojo que los rociara con gasolina y les encendiera fuego.
Esto satisfizo su mentalidad astuta, permitiendo que sus aliados occidentales, que estaban a punto de convertirse en sus peores enemigos durante la Guerra Fría, creyeran que Hitler había escapado de las manos de los soviéticos.
Pero el plan de Stalin no salió como se había planeado. Los agentes de SMERSH asignados al 3er Ejército de Choque que estuvo en la toma de Berlín, encontraron nada más y nada menos que el cráneo de Hitler.
Parece que el fuego no logró destruir los cuerpos por completo, dejándolos carbonizados. Así que los restos «se retiraron y se colocaron en un camión», dice el archivo.
El plan era excavar una tumba profunda en la antigua Cancillería del Reich y sepultar los cuerpos bajo una capa de concreto, pero fue en ese momento en donde la burocracia interfirió de manera misteriosa.
A partir de este momento, el archivo archivo SMERSH muestra que los cuerpos de Hitler, Braun, Josef Goebbels, su Magda, y sus seis hijos, fueron llevados a Buch, en donde fueron sometidos a varios examenes forenses. Uno de ellos identificó la dentadura de Hitler.
En su artículo, Allan Hall menciona una carta dirigida de un patólogo a Laventi Beria, precursor de la KGB soviética. Dice lo siguiente: «En la boca de los cadáveres encontré pedazos de vidrio, pedazos de pared y del piso que correspondían al material del búnker. Había un fuerte olor a almendras amargas, el olor del cianuro que los mató. «No puede haber duda de que este es el cadáver de Adolf Hitler».
Y es en este preciso momento, en donde la información comienza a deformarse. Unas fuentes dicen que los cadáveres fueron exhumados varias veces; otra que fueron destruídos, y otra que fueron enterrados en un patio en Alemania.
El cráneo de Hitler fue enviado a Stalin

El tercer momento en el que se entrelaza la historia de Alemania con la de la URSS es cuando el cráneo de Hitler fue enviado a Stalin en Moscú. Se afirma que reside en el tercer piso del Archivo Estatal de la Federación Rusa.
Por su parte, el informe enviado a Stalin y a su jefe de espías, confirma que Hitler colocó su pistola Walther en su boca y se disparó, produciendo un agujero a través del techo de su cráneo. De hecho, una bala gastada fue encontrada más tarde en un cráter fuera del búnker. Coincidía con su herida en su cabeza.
En cuanto a los cuerpos de Hitler y Brain, de nuevo surge el misterio. Esta vez, menciona que fueron sepultados en el patio de una casa en Alemania, en cajas de municiones de madera propiedad del Ejército Rojo.
Stalin ordena exhumar y destruir los cuerpos
Pero en 1970, bajo el contexto de la Guerra Fría, el asunto de la muerte de Hitler volvió a “cobrar vida”. De nuevo, Stalin interviene como eslabón entre la URSS y Alemania.
Ese año gobierno soviético recibió una carta del Ministerio de Relaciones Exteriores. Decía que el lugar en donde estaban enterrados los cuerpos de Braun y Hitler, estaba a punto de de ser entregado a la República Democrática Alemana.
Alegaba que, “el posible trabajo de construcción y movimiento de tierras en este territorio, podría llevar al descubrimiento de las tumbas». En tanto recomendaba “que los cuerpos fueran retirados y quemados bajo el mayor secreto conspirativo…»
Stalin iba a dejar que Hitler se le escapara de nuevo, y mucho menos que sus restos pasaran a territorio de su peor enemigo.
Así que encargo al agente Gumenjuk, al Mayor Schirokow y al Capitán Kowalenko de SMERSH, deshacerse de una vez por todas de los cadáveres.
Fue así como los secuaces de Stalin excavaron en el patio, encontraron las cajas, tomaron los restos, los colocaron en cajas de rifles vacías, las llevaron a un lugar remoto en Schoenebeck, las rociaron con gasolina, y quemaron los restos de Hitler, Eva, Goebbels y familia. Las cenizas fueron arrojadas al río Ehle.
«Está hecho», informó el Politburó, también conocido como el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. «Se han ido».
La historia sombría de las relaciones entre la URSS y Alemania está entrelazada con eventos que revelan una lado oscuro de la política y la diplomacia; la manipulación y el desprecio.
Desde el estudio del cerebro de Lenin en manos de un médico alemán, hasta las tensiones políticas y el destino final del cadáver de Hitler, estos relatos muestran cómo personalidades de ambos países tuvieron acceso a los cuerpos de sus “enemigos”, para sus propios fines políticos y propagandísticos.