Gerry, hijo de Abraham Majzner, publicó el libro “Memorias del infierno narradas desde el cielo” , que narra la historia de su padre en el campo de concentración de Mauthausen. Es la primera persona que entrevisto, relacionada con un sobreviviente de un campo de concentración.
Antes de comenzar, te dejo la entrevista completa con Gerry Majzner:
Kraśnik es un pueblo agrícola en Polonia. También es el pueblo natal de Abraham. Nació en 1929, en el seno de una familia judía ortodoxa. Su familia constaba de sus padres y seis hermanos, que se desempeñaban como panaderos del pueblo. Allí vivió antes de que llegara el ejército alemán nazi a invadir su hogar, al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
“Para los nazis fue muy fácil tomar Polonia. Porque una de las cosas que me contó mi papá, es que si los polacos entregaban a las familias judías, se podían quedar con sus propiedades”, asegura Gerry, hijo de Abraham.
El abuelo, tenía una panadería grande y muy importante, que tiempo después, surtió pan al ejército alemán. Asimismo, al pueblo lo convirtieron en un “shtetl” de 3000 habitantes.
Gerry nos explica que un “shtetl” es un pueblo en donde se juntaban las familias judías, y llevaban la religión de manera muy ortodoxa. Hacían “Shabbat” y celebraban todas las fiestas judías. El 95% del pueblo era judío, y los que no eran judíos, aprendían a hablar yiddish: un dialecto mezcla de alemán, inglés y otros dialectos incorporados o idiomas incorporados de la región de Europa oriental.
Volviendo al oficio de panadero, Gerry cuenta que el pan se empezaba a procesar a las tres y media, cuatro de la mañana, para que estuviera listo a las siete. Y el único día que descansaba su abuelo era los viernes, que es el Shabbat, y volvía a encender los hornos el domingo en la madrugada.
La niñez de Abraham fue muy bendecida. No le hizo falta nada, ni a él ni a su familia. Era una familia acomodada, hasta que los nazis tomaron control del pueblo. Pronto, comenzaron a cerrar las calles y a ejercer control sobre ellos.
Comienza la pesadilla con tan solo 10 años
Cuando llegaron los nazis a Kraśnik, en 1939, Abraham tenía 10 años. Un par de años después, tanto a Abraham como a otros vecinos del pueblo los subieron a los trenes y los enviaron a un campo de distribución llamado Płaszów.
Le pregunto a Gerry qué significa un campo de distribución. Me explica que allí mandaban a toda gente, para que luego los nazis fueran pidiendo el número de gentes que necesitaban para todos los campos de concentración. “Las personas mayores, por ejemplo, la mandaban luego a los mataderos”.
La vida en Mauthausen
El 5 de mayo de 1945, Estados Unidos liberó este campo de concentración ubicado en Austria. Crédito: ABC.
Lo cierto es que Abraham fue enviado al campo de exterminio de Mauthausen, destinado para presos políticos, para todos los que estaban en contra del “establishment”, en contra de Hitler, en contra del movimiento nazi… Era un campo en donde el 90% de las personas no eran judías. Había italianos, franceses, ingleses, húngaros, incluso alemanes.
Aquellos europeos que habían criticado el movimiento de Hitler, y no estaban de acuerdo con la invasión, eran “secuestrados” por los miembros de la SS y llevados a Mauthausen, un campo que aún existe y se puede visitar. Se encuentra ubicado a 100 kilómetros de Viena.
Lo primero que tuvo que hacer Abraham en Mauthausen, fue trabajar en la cantera rompiendo piedra que luego se utilizaba para construir carreteras. Unos meses después de estar en la cantera, lo agarró un nazi y le dijo: vete al hospital. Esta decisión fue uno de los motivos por los cuales Abraham sobrevivió a un lugar tan atroz como Mauthausen, aunque fuera rodeado de cadáveres.
El trabajo de Abraham en el hospital, era el de sacar los muertos. “El hospital estaba ubicado en un segundo piso, y había una ventana al fondo. Mi papá a los 12 años, tenía que cargar a los muertos, tirarlos desde el segundo piso a un carrito “como de jícamas”, y cuando juntaba seis u ocho cadáveres, tenía que empujar el carrito, y llevarlos a una fosa común.”, cuenta Gerry.
El hecho de venir de una casa acomodada, hizo que Abraham resistiera más las adversidades. Estaba más o menos fuerte, lo que lo convertía en un candidato ideal para trabajar. Hablando de curiosidades, de ese hospital dependía parte de la investigación del doctor Josef Mengele, el famoso médico de las SS, a quien sus víctimas llamaban “ángel de la muerte.
Abraham tuvo la oportunidad de contarle a su hijo sobre lo que “esos doctores pseudo carniceros, hacían con las mujeres que daban a luz gemelos”, y sobre los experimentos que realizaban. “Aseguraba que Mengele era un científico loco que, aprovechando que todas estas personas iban a ser sacrificadas, hacía toda clase de investigaciones. Los inyectaba, drogaba, les realizaba trasplantes y transformaba su genética. Todo por la locura de modificar y/o crear una nueva raza. Fue el primero en trabajar temas de genética.” Comenta Gerry.
El amor lo puede todo
Gerry, hijo de Abraham Majzner, autor del libro “Memorias del infierno narradas desde el cielo”.
Abraham servía a la fuerza aérea israelí, un mes cada seis meses. En el camino, uno de sus amigos le dijo que por qué no lo acompañaba al cine, que la novia de un amigo iba a traer una amiga y que necesitaba que “le hiciera la segunda.” Y fue en ese “blind date” en el que Abraham conoció a su futura esposa, madre de Gerry.
Gerry comparte una anécdota relacionada con México. Su padre, vivía en un departamento muy pequeño. Un día, su mamá estaba haciendo limpieza en los cajones y encontró unas cartas cerradas, provenientes de un país llamado México. Entonces, le preguntó a Abraham por qué no había abierto las cartas. Abraham le dijo que él no sabía nada sobre México, ni le interesaba.
Lo cierto es que abrieron las cartas. El remitente era un tío de Abraham que vivía en México, llamado Aaron Goodfriend, que llegó al país en 1925. En la carta también menciona que la mamá de Abraham le había enviado una carta, antes de que empezara la guerra, con todos los nombres de sus hermanos.
Este detalle es muy interesante, porque mucha gente dejó un documento en donde decía el nombre de su pueblo y los nombres de los familiares que tenían. Gracias a ese documento, el tío Aaron se enteró de la existencia de su sobrino, Abraham.
La vida en México
Tras una larga discusión de los padres de Gerry (Abraham no quería dejar Israel, decía que no quería que lo volvieran a correr de ningún lugar), su madre lo convenció de probar suerte en México.
En 1956 llegaron a México “con una mano por delante y otra por atrás”, como la mayoría de los refugiados e inmigrantes. Gerry tenía tan solo un año. Abraham consiguió trabajo y finalmente se establecieron en el país. Y aunque todos los días eran una prueba, el hecho de que Gerry y su hermano León existieran, para su papá era todo un milagro, porque en algún momento sí pensó que no tendría descendencia.
Desde que se casó, Abraham se convirtió en un hombre feliz junto con sus dos hijos, seis nietos y tres bisnietos. Uno de los grandes aprendizajes que dejó fue a ver la vida de manera positiva.
En cuanto a Mauthausen, Gerry cuenta que ha ido tres veces, una de ellas, con su padre. Por supuesto que fueron momentos muy dolorosos. Entrar ahí “nos movió de manera muy radical”.
Por ejemplo, la primera vez que fue como su papá y su mamá, entraron al campo, iban hacia la entrada y les dijeron: no tienen que ir a comprar boletos, hoy son museos. Abraham estaba muy nervioso, y de repente cayó de rodillas, y empezó a llorar. “La señorita de los boletos nos dijo: ¿Qué está pasando? Entonces yo, con lágrimas en los ojos le dije: lo que pasa es que mi papá fue un sobreviviente de este campo.” Les regalaron las entradas.
Este es el libro “Memorias del infierno narradas desde el cielo”, publicado en 2021 por Gerry, hijo de Abraham.
Pero en la entrada del campo, había seis policías que recibieron a Abraham con un saludo militar. En seguida, le pidió a Gerry que rezaran juntos el “kadish”. El “kadish” es un rezo para la gente que ha perdido a sus familiares, y aunque está prohibido decir el“kadish” para los que todavía tienen a su papá y su mamá vivos, Abraham le pidió que lo dijeran juntos.
“Fue un momento muy doloroso. Entramos al hospital donde él estuvo, me enseñó la ventana desde donde tiraba los cuerpos y me enseñó donde estaban las fosas comunes. Después me pidió que bajara a la cantera. Yo no creo en los fantasmas, pero te tengo que decir que esa bajada de 172 escalones, para mí, no sé cómo explicarlo, fue terrible, porque oías como voces gritando, voces de dolor, no sé cómo explicarlo”, comparte Gerry. Al llegar al final de la cantera, se quedó unos 10 minutos “llorando como un niño chiquito”. Volvió a subir, y nada más pudo abrazar a su papá. Años después volvieron. La madre de Gerry ya había fallecido, y su papá quiso llevar a León, el hermano de Gerry, así que fueron juntos.
kibutz en Israel.
Para finalizar, le pregunto a Gerry sobre las historias que le gustaría que los lectores, sus hijos y nietos conocieran de esa etapa tan dolorosa. Gerry comenta que la parte más bella de mi papá fue que “quería vivir una vida”. Y la vida no fue fácil para Abraham, después de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Llegó a Palestina en 1946 y enseguida lo mandaron a un kibutz, y seis meses después lo obligaron a ingresar al ejército israelí porque se encontraba en Palestina y los árabes atacaban los kibutz. Se trataba de granjas comunales, que aceptaban a quienes regresaban de la guerra. Allí realizaban tareas específicas para el beneficio de la comunidad.
La mayor enseñanza de Abraham fue que “la vida te da todos los días una nueva oportunidad, y todo en la vida tiene una solución”. Fue una buena persona justa, honesta, leal, trabajadora, que ayudó a los demás. Vivió 90 años y falleció tranquilo. Aunque Gerry comienza pidiendo perdón a su padre en el libro porque le mintió, ya que jamás le dijo que iba a publicar un libro sobre su historia, no lo hubiese permitido.
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